Objeto de relato ( I ) |
El relato alimenta y despierta mi adicción al
conseguir que cuanto más lo trato más necesito de él. Hay días que inicio dos,
a veces tres y casi nunca cuatro. En medio de esas horas, que caen como las
hojas, descubro alguno más que leo con impaciencia, aunque opto por aquellos
que no son prolongados. Este encadenamiento me recuerda al atleta que cada día
recorre un poco más y un poco más difícil, a aquel lector en el que un día sin
libros es una etapa hueca y sin sentido. Narrar permite plasmar tu mente en un
papel o digitalizar tus pensamientos. Dos posibilidades increíbles que confinan
esa energía mental, a veces en desorden y con muy poco acierto, en los límites
físicos de un papel o una pantalla en blanco, pero que ayuda a establecer mundos
nacidos en las profundidades de la mente, de tal manera, que no pierdes el hilo
y encuentras el ovillo.
Objeto de relato (II) |
Se podría hacer un relato uniendo emoticonos. Las
imágenes hablan y comunican mejor que las palabras, de ahí el famoso dicho. Las
Meninas o el cuadro de las Lanzas convierten a Velázquez en un pintor enorme
porque Velázquez narra al transformar sus pinceles en plumas que escriben con
colores. Picasso y su Guernica nos introducen en el relato de una enorme
tragedia sin pronunciar palabras y Klimt, con su famoso Beso, nos sumerge en un
mundo de calidez y amor. Hay cuadros que inspiran a escritores y escritos
novelescos que originan pinturas estableciendo así una simbiosis cómplice.
Los relatos han existido siempre y nos acompañan desde
nuestra infancia, hemos crecido juntos: más de una vez nos hemos dormido con
los cuentos – leídos o contados – de nuestros padres y abuelos en los que
príncipes, enanitos, brujas o fantasiosos personajes desfilaron por nuestra
imaginación. Animales que hablaban, niños voladores, personas con superpoderes,
viajes increíbles… En los pueblos siempre hubo historias de amores imposibles
entre moras y cristianos, de casas encantadas, atrevidos bandidos, bienhechores
anónimos o ruidos increíbles .... No deja de impresionarme la buena disposición
de los niños para este tipo de narraciones donde la inocencia es la cómplice
imprescindible.
Hoy, continúan presentes los cuentos de toda la vida compartiendo
su espacio con nuevas creaciones y además los relatos han proliferado en todos
los sectores ya que son buenos instrumentos para comunicar. Esta proliferación,
en ocasiones, ha degenerado en sutiles engaños. Como todo en la vida la
narración puede utilizarse para bien y para mal. Así, hoy cuentan “cuentos” los
banqueros, los asesores de cualquier tipo (abogados, entrenadores, dietistas
….), los vendedores, gestores de empresas o de fondos de inversión, agentes de
bolsa y de seguros, compañías de electricidad, políticos, periodistas, …. El
relato es una herramienta muy poderosa para cualquier tipo de marketing y ahí
estamos rodeados de narradores y narrativas que rozan lo perverso. El problema
es grave porque resulta muy difícil separar el trigo de la paja, la
manipulación de lo que no lo es. Tenemos que utilizar todos los recursos a
nuestro alcance para detectar a esa muchedumbre de parlanchines sectarios e
interesados que solo pretenden seducirnos con sus mentiras en beneficio propio.
Según Ignacio Urquizu "estamos en una época en la que los hechos no son
más creíbles que los relatos".
En cualquier caso el relato o sus transformaciones
(historias, leyendas, narraciones, cuentos, parábolas, novelas...) constituyen
crisoles gráficos de la imaginación y han ocupado, ocupan y ocuparán un lugar
destacado en nuestras vidas porque el relato, escrito, leído o escuchado, como
colega cómplice perfecto, es parte sustancial de la existencia.
Objeto de relato (III) |
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