07 abril 2024

Al margen de la guerra * Lo que sé por mí

 

Portada de la obra

Se trata de un librito de setenta y tres páginas, algo extraño. Su autor es José Fernández Escribano “Juan de los Pedroches”, durante cuarenta y un años Jefe de Telégrafos de Pozoblanco. Licenciado en Derecho. Autor de poesías y de diversas colaboraciones. Sobre todas sus actividades valora la de haber sido durante muchos años profesor de la academia Santo Tomás, en Pozoblanco, a cuyos alumnos dedica algunos de los relatos contenidos en este pequeño gran libro.

En mi opinión, el librito es un ejemplo raro. No habla de buenos ni de malos, ni de batallas ni de estrategias. Al margen de la dureza de lo que acontece cuenta cosas sencillas, aunque es inevitable que refleje el ambiente que se vive de intranquilidades, penurias, necesidades y sufrimientos.

Afinando la crítica, incluso lo podíamos clasificar de un libro un poco soso. De su lectura se desprende que el autor debió de ser una buena persona, no hizo daño a nadie y supo vivir con los unos en la guerra y con los otros en la postguerra.

El libro lo dedica a Pozoblanco y a sus vecinos que sufrieron, como él, en esa época, la maldad de los hombres. Está publicado en 1985. Lo escribe por un deseo vehemente de dar a conocer como fueron los personajes, de uno y otro bando, que se citan en la contienda. Dice actuar por un imperativo de conciencia. En medio de tanto horror, las páginas están llenas de sana humanidad. Quiere decir la verdad, su verdad.

Estamos seguros que la libertad para escribir sobre la maldita Guerra Civil del 36 ha ido aumentando con el paso de los años. Así los hijos de la guerra tenían muy poco margen porque eran prisioneros de la proximidad, de todo lo que habían visto, oído y sufrido en primera persona. Para los nietos aumentó la libertad y por tanto el espacio del relato, disminuyeron las ataduras. Lo sabido fue por leído y contado pero no por sufrido, aunque algunos si fueron privados de derechos y libertades por ser familia o simpatizantes de la causa, mal llamada a mi juicio, republicana. Si sufrieron, su desgarro fue menor porque nada es comparable con la dureza vivida en los frentes o con las imágenes de cadáveres semienterrados entre las ruinas de un bombardeo. La carga emocional, por lógica y fortuna, ha ido disminuyendo a pesar de que algunos se empeñan en alimentarla y son más guerracivilistas que los que combatieron en primera fila hace ya casi noventa años. Me sumo a las palabras de David Uclés (Úbeda, 1991) que asegura que “los biznietos podemos escribir con más libertad sobre aquella guerra que partió España en dos en 1936”. Me gustaría añadir que seguramente con mayor objetividad también.

Es por todo eso que me asombra que José Fernández Escribano, testigo directo de los tres años de guerra en Pozoblanco encontrara su margen durante la propia guerra y escriba sobre la humanidad de personajes decisivos en el desarrollo de las hostilidades en aquella zona. Asegura que “su amistad fue tan íntima con el Aquiles como con el Héctor de aquella contienda. Amigos entrañables fueron Juan García y Joaquín Cabrera, nacionalistas. Igualmente se encontraban entre sus amigos Joaquín Pérez Salas, Rafael Rodríguez, Emiliano Mascaraque, Manuel Castro Molina e Ildefonso Castro, republicanos. Con todos ellos conviví, comenta, y todos me tuvieron por cordial amigo”.

Achaca a su buena suerte, y sobre todo a la Providencia, el haber podido desempeñar el cargo de telegrafista en Pozoblanco durante más de cuarenta años, puesto de máxima confianza, desde antes de la guerra, durante la guerra y después de la guerra. Por su mano pasaron documentos vitales e históricos secretos. Él siempre mantuvo el secreto profesional.

Su afición literaria le llevó en 1985 a narrar y valorar lo que “a su entender” debe ser contado. Además, está seguro, que si vivió y sobrevivió, si conservó cierta ecuanimidad y libertad de espíritu –en circunstancias tan críticas- debe hacer partícipes de sus conocimientos a quienes así lo deseen.

Termina su pequeño prólogo con un párrafo que se me antoja delicioso. Dice así: “Si el lector encuentra demasiado bondadoso a algún personaje que creyó malvado, o viceversa, debe recordar la frase del clásico que hace suya: “Amigo de mis amigos, pero más amigo de la verdad”. Esta frase en los tiempos que corren de fake, postverdades, medias verdades, baratos politiqueos y mentiras galácticas es un torpedo en la línea de flotación de ese perverso mundo que tantas falsedades e intereses esconde.

El libro es una pequeña colección de valores éticos y morales. Está lleno de buenas y bonitas enseñanzas cualitativamente importantes.

Sus coordenadas temporales se sitúan entre el 17 al 30 de marzo de 1937, fecha en la que los nacionales lanzaron una tremenda ofensiva sobre los Pedroches y en concreto sobre Pozoblanco, plaza que se les resistió por el buen trabajo de Pérez Salas.

Tiene observaciones realmente interesantes sobre las condiciones de vida que atravesó la gente durante la guerra y primeros años de postguerra: comidas, pueblos evacuados (Pozoblanco sin tarugos), clima de ciertos días, reflexiones sobre lo que estaba ocurriendo, ambiente alrededor de los pueblos (mucha gente se fue a vivir a las huertas, al campo, a los cortijos para evitar los bombardeos), soledad, impunidad de la soldadesca, miedo …..

A pesar de los años, por los temas que toca y el tremendo humanismo del autor es un libro que transmite paz y serenidad. ¡Lástima que no tuviera más páginas!

Contraportada