23 agosto 2023

Lo que no se ve

Atardecer en Alcaracejos, abril 2022
 

Hace bastantes años, cuando empecé a indagar la ciencia que encierran los periódicos, me dijo un periodista en Barcelona que me fijara bien, que lo esclarecedor para entender la línea de un diario es lo que no se cobija entre sus páginas. Con el tiempo añadí que lo evidente importa y que el cómo se redacta una opinión, un título o noticia, unido con el cuándo y con el dónde sale, más la foto alusiva, son algo más que pistas que definen la línea del rotativo, que no es otra que la de sus dueños.

               El caso es que este mundo de ausencias – de lo que no se informa ni se detalla – no es algo peculiar de los diarios, sino que, aunque invisible, está presente en multitud de situaciones. Prácticamente todos los escenarios de la vida incluyen personas olvidadas, realidades escondidas, detalles camuflados - que solamente algunos sobreentienden - o referencias implícitas que en exclusiva se manifestarán ante una atenta observación, un estudio profundo del asunto o la confesión cómplice de la persona o gentes implicadas.

               Si “ver” es percibir, advertir o captar todo lo que de alguna forma interaccione con los sentidos y nuestra mente acuse, lo que no se ve se hace visible por medio de la intuición, el olfato, la imaginación, la sensibilidad, el estudio y el discernimiento. Lo que no se ve es parte esencial para comprender lo que tienes delante. Así, no vemos pero intuimos – a veces comprobamos - que todos los Estados tienen alcantarillas por las que circula material sensible – siempre privilegiado - que saldrá con el tiempo, o quizás no. A veces los políticos no citan algún nombre y no dan entrevistas. Un árbol podrá no tener hojas, muchas o pocas ramas, tronco grueso o delgado pero siempre tendrá raíces, partes que no se ven pero fundamentales para su subsistencia pues forman una red umbilical imprescindible que lo mantiene unido con su madre: la Tierra.

               Una bellota germina fácilmente, pero la encina progresa muy despacio. Somos muchos los que vemos encinas, pero son pocos los que toman conciencia de que los ocho o diez metros de su copa necesitaron entre ochenta y cien años para tocar el cielo. Lo invisible existe porque el tiempo lo amplía y si miramos bien, se deja ver: las horas que un pintor utilizó para manchar un óleo, si estuvo enfermo cuando lo barnizaba, las ropas y manías de los reyes de turno,… todo eso forma parte de la historia pintada pero está más oculto y solo se abrirá a las mentes inquietas que se preguntan cosas. Cada pintura, cada obra literaria, cada descubrimiento que la ciencia realiza, cada iglesia construida, cada piedra tallada, cada comida hecha que el chef ha imaginado, cada hora de programa de radio o televisión, cada cinco minutos de una pieza de baile, cada tubería puesta, cada motor que arranque, cada vestido hecho, cada amistad sumada, cada flor de arriate, cada vida vivida … tiene algo que decir sobre su mundo oculto. El Universo es una enorme caja de sutiles oscuridades, invisibles para la mayoría, pero que están presentes: como aperitivo la Luna nos oculta una de sus caras, los agujeros negros no se ven porque la luz cautiva es la notable ausente y la materia oscura, que se aproxima al 80 % de la materia del Universo y es indetectable para la radiación electromagnética, se hace visible por sus efectos gravitacionales al estudiar el movimiento de estrellas y galaxias.

               Lo que no se ve manda, condiciona, dirige y afecta tanto o más que lo visible porque nos dificulta la defensa. Lo que no se ve lo imagino como un enorme almacén de tiempo y de personas, de reflexiones y vacilaciones, de incertidumbres, decisiones, de sentimientos, de penas, alegrías, de soledad y compañía, de maltrato machista, de música, canciones, de sueños perseguidos, de pequeños detalles cotidianos que dan sentido a la vida, de cómplices … El mundo de lo que no se ve funciona como un manantial de sensibilidad, de amor y desamor, como una fuente posible de agua que da sed y que completa lo visible. Para terminar, creo que lo invisible forma parte esencial de las fuerzas que han transformado y transforman al mundo porque lo que no se ve cuenta y determina. Por cierto que el virus coronado no se ve pero sigue por ahí. Tengan mucho cuidado. Salud.

08 agosto 2023

Era una flor que buscaba la luz

 En memoria de todas las mujeres, víctimas de la violencia machista.

Era una flor que, presa en su maceta, tras la ventana, buscaba algo de luz.

               Cada día que pasaba se inclinaba algo más, hacia delante. Debido al movimiento de la Tierra, los rayos del rey Sol penetraban más hondo y la persiana se tenía que bajar unos milímetros.

               Al ver la inclinación de aquella hortensia, algunos pensarían que su motor era la curiosidad y se volcaba un poco cada día con la intención de ver la calle, un escenario, lejano para ella, difícil de atisbar desde allí arriba.

               Pero se equivocaban. La luz era su vida, un mecanismo de brújula vital para el aguante de aquel vegetal níveo y delicado, con trazos casi rectos del eterno color de las violetas.

               La peculiaridad de establecerse como planta la condenaba a fijar sus fundamentos en la tierra. En su lugar, un limitado movimiento de aquel tronco le hacía doblar la espalda con la única intención de beber luz. A pesar de ser joven y prolija su belleza, la excesiva joroba de su tallo recordaba la chepa de una anciana. La necesidad obliga, le comentó un geranio muy cercano.

               La Tierra siguió su curso y la persiana descendió demasiado. Bajó tanto, que el ramal más frondoso de la hortensia terminó por sembrarse en la tierra vecina del geranio gitano que la rondaba cerca.

               Ya ves, manifestó un clavel: Iba buscando luz y encontró un compañero. El tiesto compartido era su nueva casa. Echadas las raíces emergió en vertical, empujando con fuerza. Y volvió a sus orígenes buscando al astro rey.

               A las personas nos ocurre lo mismo: nos inclinamos para buscar la luz tratando de evitar la oscuridad de lo tóxico. Demandamos el comentario fresco y espontáneo, la oxigenación del humor y la positividad de un buen paisaje. Perseguimos la energía necesaria para seguir planeando aún con el viento en contra y aterrizamos en la calidez de una mirada o en el aliento de un buen consejo cómplice. El caso es encontrar una tierra amiga donde seguir creciendo.


02 agosto 2023

Un reloj: el reloj

 


Los padres de Romualdo guardaban como oro en paño el reloj con correa negra y esfera con pátina. Era un Longines de hombre, de cuerda, hecho con acero inoxidable. Perteneció al abuelo Francisco, el padre de su madre. 1951 era la fecha impresa de su fabricación.

               En el dial, circular, sus delgadas agujas parecían las antenas de una extraña mariposa tropical. Los números de las horas estaban perfectamente distribuidos y entre ellos se distinguían las cinco divisiones de los minutos. En su parte inferior, el segundero era dueño de un círculo más pequeño que mostraba los segundos de diez en diez.

               El Longines, depositado en una pequeña caja fuerte, muy pesada, esperaba que Romualdo hiciera la primera comunión para pasar de aquella cárcel, sólida y sin luz, a la tibia muñeca de un niño que aguardaba con zozobra el momento de ajustárselo.

               Aquel resistente cofre era también el lugar donde la mamá de Romualdo custodiaba el dinero del mes, los ahorros de años y las cuatro joyitas de oro que se reservaban para las ocasiones especiales: bodas, bautizos y también para el Corpus, la Feria y el día de la Patrona.

               Romualdo, con sus casi seis años, resultó ser un niño muy curioso y con buena memoria. Le encantaba registrar los cajones de la cómoda, las dependencias del aparador -convertidas en refugio de todo tipo de objetos- y los compartimientos que disponía el buró de su padre, una especie de despacho portátil que ocupaba uno de los rincones de la salita. Un cajón o una puerta cerrada era una tentación. Si además tenía llave la tentación se convertía en reto a superar. Así que se sabía de memoria el contenido de los cajones y de los armarios. Con paciencia y observación supo perfectamente donde su madre ocultaba el manojo de llaves que daban acceso a todos los espacios cerrados de la casa.

               El armario de las galletas –su madre las compraba por cajas de cinco kilos para abaratar el precio- era uno de los más frecuentados gracias a una llave que se encontró en la calle y que –milagrosamente- abría aquella puerta generosa en tabletas de chocolate y galettes, galletas en francés. A veces, en una lata metálica de cola cao de un kilo, su madre guardaba perrunas, pestiños o roscos fritos, todos elaborados por su abuela María, enorme cocinera. Con la malicia inocente propia de un niño, se dio cuenta de que no podía hartarse de galletas o su progenitora se daría cuenta. Por otra parte, le atraía más el placer de lo prohibido que la cantidad de galletas que tomaba. Sabía buscar la espalda de su madre a la perfección y con su doble llave atracaba aquella inmensa caja de cartón, indefensa, repleta de crujientes golosinas. En aquellos años escaseaban los lujos y un alimento como las galletas eran algo especial.

               El reto de la pequeña caja fuerte rondaba por su mente. Era un salto cualitativo importante y abrir aquella caja-joyero se convirtió en obsesión. A pesar de su corta edad tenía muy desarrollada la sensación de dominio. Los cajones eran su reino, los objetos sus tesoros, las llaves, los juegos de dobles llaves, sus aliados. Su astucia, la mejor arma.

               Un día fingió estar enfermo. Les comentó a sus padres que le dolía la barriga. Aquello le costó un par de manzanillas con limón y no desayunar, pero se quedó en cama al cuidado de la señora que limpiaba la casa y preparaba la comida.

-        Algo te habrá sentado mal. ¿Tienes diarrea? ¿Ganas de vomitar?, le preguntó la madre antes de irse.

-        Solo me duele la barriga, respondió Romualdo.

-        Las manzanillas te sentarán bien. Son un remedio milagroso. Yo me tengo que ir a trabajar. Si te sientes mal llama a Dolores. Ella te atenderá.

               La casa de Romualdo tenía dos cotas. Su habitación estaba en la primera planta, junto a la de sus padres. Dolores trajinaba en la planta inferior. Apenas oyó que su madre salía se levantó. Andando de puntillas se dirigió al dormitorio de sus padres. Abrió la puerta central doble del gran armario ropero. La caja de caudales estaba allí debajo de unas sábanas. La llave no podía andar muy lejos. Ropa de cama, ropa interior, trajes colgados de las perchas, camisas, jerséis de lana, … el armario era un bosque de atuendos con olor a naftalina. En una esquina divisó los pañuelos de su padre perfectamente doblados. Los levantó uno a uno. De uno de ellos se resbaló la llave. El choque contra el suelo lo puso en modo alerta.

-        Dolores, desde abajo, preguntó: ¿Estás bien?

-        Sí, estoy bien. Se me ha caído una canica al suelo. Estoy jugando.

               Tomó la dentada llave y con sumo cuidado la encajó en la cerradura de la pequeña caja fuerte. Clon, clon, clon….. tres golpes de cerradura. La caja no se abría. Estaba impaciente. Media vuelta más. Tiró del asa y la caja se abrió. Allí estaban el dinero, las joyas y el reloj. Sus pupilas se dilataron. Aquella visión había actuado como una gota de atropina. Su corazón era un caballo al trote a punto de comenzar el galope.

               Sacó el reloj. Lo tuvo unos minutos puesto en la muñeca. Con sumo cuidado volvió a dejarlo en la misma posición, debajo de unos billetes. Al resto de contenido de la caja no le dio la menor importancia.

               La operación de abrir la caja y ponerse el reloj la repitió en varias ocasiones y nunca lo pillaron. Su sensación era no poder esperar a la primera comunión. Se sentía mayor e importante con aquella “joya” en su muñeca. Como papá, decía para su interior. Hablaba mentalmente, sin pronunciar palabra.

               Aquello de mover las agujas y darle cuerda le fascinaba, sobre todo girar las manecillas con la corona. Jugaba con el tiempo y ponía la hora que le daba la gana. El reloj era un enorme invento. Desconocía Romualdo que el tiempo no se puede detener porque depende de la velocidad a la que nos movemos y es imposible suspender el movimiento de todos los sistemas físicos. El reposo absoluto no existe. Pero eso lo aprendería después. Ahora, con un despertador fosforescente, Dolores, la mujer que ayudaba en la casa, le había enseñado a saber qué hora era, así que movía las agujas a su antojo, ponía una hora cualquiera e intentaba decirla. Dolores afirmaba o negaba. Romualdo se dio cuenta de que una aguja iba más rápida que la otra pero no llegó a percatarse de que la pequeña recorría una hora mientras que la grande daba una vuelta completa. Era demasiado niño para comprender esa relación.

Religiosamente, después de tomar el Longines en un préstamo efímero, volvía a dejarlo en su sitio. Cerraba la caja fuerte y devolvía la llave al escondrijo que su madre suponía secreto. A veces, antes de retornarla, acercaba la llave de perfil hasta sus ojos e imaginaba que la silueta de las cortas era una cadena de montañas.

Fascinado por el funcionamiento del reloj se preguntaba que habría debajo de aquellas agujas, cómo podían andar solas. Su madre le explicó que era lo mismo que un cochecito de juguete que tenía.

-        Ves, le das cuerda, lo sueltas y el coche corre, se mueve. La cuerda de un reloj o un cochecito es como la gasolina de los camiones y de los coches. Su curiosidad iba en aumento y sus preguntas también.

-        Pero, y la aguja chiquitita ¿por qué tiene un reloj para ella sola? Las grandes tienen un reloj grande y la pequeña tiene un “reloj” chico. ¿Por qué hay dos grandes y una sola pequeña?

               Su madre le explicó que el tiempo se mide en horas, minutos y segundos. Tres tiempos, tres agujas. El segundo es el tiempo más pequeño. 60 segundos suman un minuto y 60 minutos completan una hora. Cada día tiene 24 horas y 30 días hacen un mes. 12 meses forman un año. Para los días, meses y años usamos el calendario. Cada mes o cada día que pasa, arrancamos una hoja. Poco a poco lo comprenderás. Es fácil.

-        Yo veo que las agujas grandes pueden ser los padres y la pequeña, sola, es como si fuera la hija, expresó Romualdo.

-        Bueno, es una forma de verlo, pero las agujas, los objetos, no tienen hijos, le explicó la madre. Los hay grandes y pequeños.

-        ¿Y las agujas no se cansan?

-        A veces se paran porque les falta cuerda, pero no, los objetos no se cansan. Tampoco se cansa la pelota, ni una mesa. Los animales si se cansan.

-        Yo si me canso. Cuando corro mucho me canso….

-        Bueno vale ya, que tienes que cenar.

*****

Una tarde sus padres se fueron de compras. La muchacha no estaba. Romualdo se dirigió a la caja fuerte y cogió el reloj. Llevaba unas tijeras y una navajita. También cogió un pequeño destornillador que estaba en el cajón de la máquina de coser.

               En el taller del relojero del pueblo, un día había visto que al reloj se le levantaba una especie de tapadera por su parte inferior. Cogió la navaja, le costó, pero al final logró levantar la tapa y ver las entrañas de aquella maravilla. El tic–tac sonaba con más fuerza. Varias ruedas dentadas se movían como si estuvieran vivas. Unos minúsculos tornillos le llamaron la atención. El mecanismo era incomprensible para él. Alucinado Tomó el destornillador y lo introdujo en un hueco. La rueda grande se paró. Lo sacó y la rueda volvió a ir un poquito hacia delante y otro poquito hacia atrás. Era como si estuviese atascada. Siempre hacía lo mismo. Quería avanzar pero no podía. Volvió a introducir el destornillador. Reloj parado. Lo sacó, movimiento.

               Quiso seguir hurgando en las entrañas así que fue a buscar su tablero del parchís. Tenía cristal. Entre tijeras, destornillador y navaja destripó el Longines hasta dejar la caja casi hueca: sacó todas las ruedas, todos los muelles, todos los tornillos que pudo. El cristal del parchís se llenó de piececitas muy brillantes. Ya no se oía el tic–tac, pero si oyó que llegaban sus padres.

               Apresuradamente intentó meter todas las piececitas del reloj dentro de su cajita. No cabían. Sabía que había hecho algo mal y empezó a agobiarse. Buscó su cuaderno, arrancó una hoja y envolvió en ella todas las ruedecitas y demás pedacitos del mecanismo que no logró meter en su primitiva caja. Consiguió poner la tapadera y advirtió que había convertido el reloj en un sonajero. Las agujas habían perdido su centro. Los números de la esfera se habían quedado huérfanos. El tic-tac solo estaba en su memoria.

Días previos a la Primera Comunión su madre fue a buscar el reloj. En medio de una profunda decepción llamó a Romualdo y mostrándole el estropicio, le preguntó:

-        Pero hijo, Romualdo, ¿Qué has hecho?

-        Solo quería ver las tripas del reloj, respondió Romualdo con seguridad.

-        Pero lo has roto por completo. Ya no te servirá. Si lo viera tu abuelo se volvería a la tumba.

-        Aunque esté roto, a mí me gusta y no me importa ponérmelo. Es un recuerdo de mi abuelo.

               Ester no pudo remediar que un par de lágrimas le recorrieran las mejillas, una de cada ojo. Yo se lo explicaré a tu padre, dijo y luego lo abrazó.

Llegado el día de recibir a Cristo por vez primera, Romualdo, vestido de marinero, según costumbre de la época, lucía orgulloso en la muñeca el reloj-sonajero, recuerdo de su abuelo. Desde ese día fue el reloj más querido del mundo. El Longines envejeció con Romualdo hasta el final de sus días. Nunca se separó de él. Cuando murió se lo llevó a la tumba. La actitud de su madre ante su travesura y aquel ingenio que un día marcó las horas de un abuelo que nunca conoció, lo marcó para toda su vida. Raíces y ternura, un saludable cóctel.

 

29 junio 2023

Cuatro horas, incompletas, viendo Reikiavik

 

Exteriores del Harpa (Reikiavik, junio 2023)

Pequeña introducción

    Reconozco que me gusta pelearme con el diccionario y le hecho pulsos a la gramática. Después de más de veinte horas, esto es lo que ha salido de una pequeña estancia –con el paseo incluido- en Reikiavik. Podría haber puesto fotos de todo el recorrido pues fueron los ladrillos de mi reconstruido paseo por una ciudad que te acoge y te abraza, que te hace sentir bien. Pero creo que eso ya es demasiado. El lector, la lectora, si quiere ver imágenes debe esforzarse un poco. Pistas, las tiene todas. Reikiavik merece ese pequeño esfuerzo.

Cuatro horas, incompletas, viendo Reikiavik

    Eran las ocho y media cuando se presentó en el hotel el bus de las ballenas. El grupo, preparado, esperaba impaciente. Jesús, mentalmente, estaba ubicado en su bifurcación. Por un lado había oído que el barco se movía mucho y con esa enorme facilidad para el mareo, dudaba sobre su incorporación al evento. Por otro, el avistamiento de ballenas era algo extraordinario y así lo vendía, a lo largo del bus una pintura marketing con sonriente ballena incluida y su correspondiente columna de aire húmedo. Una experiencia única. La idea de quedarse en tierra y solo, en Reikjavik, le atraía. No tenía ganas de ponerse malo en un barco que danza con el vals que las olas le marcan. Además, una semana de actividades colectivas dirigidas y miles de kilómetros sentados en el bus, necesitaba un contrapeso: pasear a su aire. El plan de ver ballenas zambullirse a distancia era muy tutelado. Demasiada pasividad. Quedarse en tierra firme le sonaba a pequeña aventura, le conquistaba. ¿Qué hacer? ¿A dónde iría? ¿Sabría desenvolverse en una ciudad desconocida por completo tras décadas de hacerlo acompañado? La noche anterior, el grupo había dado un pequeño paseo con el bus alrededor del puerto y poco más. Luego, camino del hotel, la sensación de estar perdido resultó colosal. Una avenida, un giro hacia la izquierda, doscientos metros recto, iglesia a la derecha, otra calle a la izquierda, semáforo, glorieta, zona universitaria, cuesta, un parque enorme y verde, otro giro y, por fin, la llegada al hotel en un barrio con pinta de terreno industrial. En recepción pudo encontrar un plano y el you are here le situó, pero siguió perdido.

    El microbús llegó a la zona del puerto. El Andrea, barco de cierto tonelaje, blanco y azul, con su “whale watching” los esperaba ya con mucha gente dentro. Jesús asumía que avistar consistía en alcanzar con la vista un objeto lejano. Esa separación, la bastante cantidad de gente, recordar que la gran mayoría de fotos de ballenas eran solo su cola y la posibilidad de marearse, le hicieron desistir. Una chica, a golpe de contador, saludaba al personal que descendía hacía el barco por la rampa con el logo de una detallada rosa de los vientos. Jesús se quedó el último y le dijo que no subiría. La chica lo agradeció. Sin saber bien porqué, Jesús le preguntó por una librería. La mujer le sugirió visitar el Museo Marítimo, señalando hacia el final del puerto, por la izquierda. Jesús se alejó de la rampa. El grupo se había ido y de repente tuvo la sensación de ser un visitante paracaidista. Allí estaba él solo, como caído de un avión. Se conectó a san Google sin tener ni la más remota idea de hacia dónde encaminar sus pasos. Ante unos nombres impronunciables, ilegibles y con significados desconocidos le iría mejor el arrugado plano de papel. Enfrente del barco había un restaurante, el Höfnin. Le hizo una fotografía. Su nombre, ese característico color azul turquesa y sus tres ventanales mirando al mar le servirían de pistas para volver a encontrarse con los suyos una vez terminada la observación cetácea. Recordó que Pulgarcito fue dejando caer pequeñas piedras blancas para marcar el camino de regreso a su casa. En este caso, las fotos sustituirían a las piedras.

    La chica del embarcadero, una típica nórdica, había señalado hacia la izquierda. Él pensó que era al noroeste y hacia allí dirigió sus pasos buscando el Museo Marítimo. Salió del puerto, justo por Tommi’s Burger Joint. Estaba en la calle Geirsgata. Siguió andando hacia el oeste. A su izquierda dejó The House of Icelandic (Design-Food-Art&Music). Todas las pistas le resultaban pocas. A su derecha seguía el puerto, con algunos barcos en dique seco para ser reparados. Poco más adelante cambió el nombre de la calle. Ahora era Mýrargata. Llegado un punto, según su instinto, giró a la derecha por una calle que se abría perpendicular a la que llevaba. Al par de minutos descubrió el centro de Auroras Boreales; lo superó por la derecha y se dirigió hacia el edificio que creyó podría ser el Museo Marítimo. Ciertamente no se había equivocado. Miró el reloj. Eran las nueve menos veinte y no abrirían hasta las diez. Decidió regresar sobre sus pasos y conocer el centro de la ciudad. Por fortuna el planito de papel lo delimitaba en un rectángulo no demasiado grande. City Center, decía. Tenía poco más de hora y media para recorrer parte de él, así que apretó sus pasos. El aire en Reikiavic era fresco.

    Casi al finalizar la calle Mýrargata, intuyó que tenía que desviarse. A la derecha se iniciaba la calle Triggvagata con el Exeter Hotel. Recordó que el hijo de un amigo había colaborado con la Universidad de Exeter, centro público del Reino Unido situado en la antigua ciudad, en Devon, en el sur-oeste de Inglaterra. Cualquier conexión le serviría. Siguió hasta tropezarse con la parte trasera del Museo de Arte, edificio de moderna construcción. En su media fachada inferior observó una composición geométrica de letras en diferentes posiciones, “LISTASAFN ART MUSEUM”. No entró. Quería ver la ciudad, edificios, jardines, esculturas, etc. Le llamó la atención y plasmó en una foto la marquesina del museo –muy inclinada- que parecía nacer de la pared, encima de la puerta. Una pequeña penetración a la derecha, por la calle Naustin, le permitió ver una serie de típicas casas islandesas de madera, de colores muy vivos, totalmente rehabilitadas y dedicadas a negocios, sobre todo bares, pubs y restaurantes. En un cristal, como reclamo publicitario, pudo leer: “Two beers or not two beers. That is the question”. Sonrió. Por la tarde se percató de que esa zona era centro, centro. Jesús volvió sobre sus pasos y siguió recto por la calle Triggvagata. Su ávida mirada se desvió hacia unos murales grandes alargados de vivos colores. Estaban situados en la parte inferior del edificio, mientras que la parte de arriba eran dos filas largas de cristales. Se trataba del Tollhúsid, un edificio destinado a la administración pública terminado en 1971. Los murales aludían al puerto mediante una original combinación de rayas horizontales y verticales, barcos, y un sol enorme en el segundo tramo.

    En la misma esquina del Tollhúsid, Jesús giró a su derecha, tenía que alejarse del puerto. Comprobó que estaba en la calle Pósthússtrꬱti, avanzó y vio a su izquierda un edificio rojo ferruginoso, el Hitt Húsid. La impresión de un Reikiavk moderno, pero con señales del pasado y edificios adecuados al clima era la que predominaba en aquella ciudad. Anduvo un poco más y desembocó en la gran plaza de Austurvöllur, donde descubrió etapas de la historia de la ciudad y del país. Según una placa, esta plaza fue el mejor campo de hierbas de la zona y ocupaba una extensión mucho mayor, pero eso fue cuando Reikjavik era una simple granja. En el centro de la plaza está la estatua de Jón Sigurðsson, líder independentista islandés. Jesús, sensible a la gravedad de unas voces, vibró al comprobar que junto a la estatua, un coro de veinticinco hombres, tres filas de ocho más el director, encorbatados y con traje negro, ensayaban canciones que sonaban a folk del lugar. Atando cabos supuso que con motivo de la fiesta nacional habría algún evento en esta histórica plaza. Por cierto que esta amplia explanada es el lugar tradicional de las grandes protestas islandesas. Aquí se reunieron miles de personas en 1905 para denunciar la ubicación prevista de torres de radio en todo el país. Lo mismo ocurrió en 1949 ante la entrada de Islandia en la OTAN y en el 2008-09, debido a la enorme crisis financiera que machacó al país. Singular repercusión tuvo esta última protesta que consiguió las renuncias del gobierno, el Banco Central de Islandia y la junta de la Autoridad de Supervisión Financiera. Las manifestaciones, lideradas por “Voces del Pueblo”, se identificaron en parte con la destrucción de propiedades y la violencia contra los agentes de policía. Jesús se sintió absorbido por todas esas historias y sacó en conclusión –aunque no lo pudo comentar con nadie- que cuando un islandés se cabrea, se cabrea de verdad. Esta forma de entender las cosas confirma también nuestro famoso dicho de que “más vale una vez colorado que cien amarillo”.

               Jesús siguió recto hacia la otra esquina de la plaza y se encontró con un cartel informativo sobre Svava Jakobsdóttir, una de las más prominentes escritoras islandesas del siglo XX fallecida en el 2004. Svava escribió historias cortas, novelas, piezas de teatro, etc. Sus trabajos están considerados como los más significativos de la historia de la literatura islandesa. En la calle Skólabrú había una unidad móvil de televisión y por allí salió Jesús sin tener claro a donde le llevaría. Volvía a dejarse llevar por un instinto premonitorio positivo. No lo esperaba nadie ni tenía prisa. Consultó el teléfono móvil y el plano. No había duda. Estaba en la avenida de Laekjargata. Justo enfrente, en una pequeña loma, se topó con un edificio de tejado gris, algo herreriano, y una bandera de Islandia en su centro. Delante, una enorme explanada de césped le daba majestuosidad al conjunto. Tenía pinta de algo gubernamental. Se trataba del Junior College, Secundaria Menntaskolinn en islandés. A la derecha, en el césped, una extraña escultura metálica, con aires de frialdad, adornaba el entorno. Era una escultura muy técnica, pura geometría, propia de alguien de ciencias.

               Jesús subió un poco por el terraplén y desde allí echó una foto a la zona de dónde provenía. La imagen tomada resultó muy curiosa pues, contra el cielo, apareció un cartel con letras en rojo del Hotel Borg, situado en la plaza Austurvöllur, icono de Reikiavik, con elegante fachada y Art Deco en el interior. El rótulo se situaba prácticamente a la altura de una chimenea de una de las casas de la avenida. Varios edificios, característicos islandeses hacían un conjunto encantador con sus formas y colores. Un restaurante que respondía al nombre de Icelandic Street Food tenía como logo una enorme oveja pintada en su lateral. Justo debajo aparece un motorista policía –especie poco vista con una valla que corta la calle, LOKAD pone. A la derecha un Fish and Chips en un azul típico de Óbidos (Portugal) destaca, aparte de por su color, por un inmenso anuncio de Coca Cola que te anima a beberla tan fría como el hielo. La imagen del conjunto se disuelve ante la visión de otras similares.

               Al mirar hacia el fondo de la calle Jesús advierte que, aunque aún queda algo lejos, avanza hacia el mar. Más casas islandesas por la izquierda siguen dando color a un cielo algo grisáceo. Por la derecha continúan los grandes edificios, arquitectura tradicional de aquí. Uno de ellos, aparece cerrado. Da la impresión de ser un restaurante y en sus cristales un cartel indica que se alquila: “Til leigu”. Ciertamente los traductores son un avance inconmensurable, dice Jesús para sus adentros. A la derecha hay una tierna estatua en bronce del reverendo Friᵭrik Friᵭriksson (1868-1961) sentado, con los brazos apoyados sobre un niño, de pie, a su lado. El niño mira ligeramente a la derecha, mientras que Friᵭriksson parece concentrado en algo cercano por su izquierda. La obra es de Sigurjon Olafsson, 1952.

               Poco más adelante Jesús se encontró con la escultura de un aguador que porteaba dos cubos. La cabeza torcida, la expresión de la cara y toda la figura daban la sensación de cansancio, pesadez. Por un momento Jesús pensó en el universo femenino de Fernando Botero, pero resultó ser varón al observar mejor. Se trataba de una escultura modernista creada por el islandés Ásmundur Sveinsson (1893-1982). Fue entonces cuando este guiri paseante empezó a pensar en esculturas como señal de identidad de la ciudad de Reykjavik.

    Al final de la calle Laekjargata continuaba la pequeña loma que corre paralela a la vía y al contraluz, desde lejos, Jesús vio la figura de lo interpretó como un guerrero potente, poderoso. Decidió acercarse para verlo mejor. Son ya las nueve y media. Hasta ahora el paseo ha sido entretenido e instructivo. Jesús, ya más seguro, se lanzó a disfrutar el tiempo que quedaba, antes de que regrese el grupo. Hacia la estatua de Ingólfur Arnarson serpenteaba un camino gris que destacaba entre el verde del césped. Estamos en verano y hay césped en Reykjavik. Jesús quiere saber alguna cosa sobre este hombre y extracta de internet que Ingólfur Arnarson (849-910) fue un explorador y caudillo vikingo de Sogn, Noruega, considerado el primer colono nórdico de Islandia. Era hijo de Örn Brynjólfsson (nacido en 823). Sin embargo, no fue el primer escandinavo en visitar la isla y vivir en ella, ya que el primero fue el sueco Gardar Svavarsson, que permaneció un invierno en la que hoy es la localidad de Húsavik. En el año 874, Ingólfur desembarcó en el cabo Ingólfshöfᵭi, pequeño promontorio y reserva natural privada debajo del Parque Nacional de Skaftafell, en la costa sur de Islandia. Unos meses después estableció su hacienda en Reykjavik, lo que supuso el comienzo de la colonización de la isla. La leyenda narra que, al acercarse a tierra desconocida, Ingólfur ordenó arrojar los postes de su sillón de caudillo vikingo al mar, como era tradición. Su intención era establecer el asentamiento allí donde fueran a parar los postes. Según el libro de los asentamientos, dos de sus esclavos tardaron tres años en encontrarlos en una pequeña bahía. De este modo, nació Reikiavik.

               Desde la estatua de Ingólfur, Jesús tenía una magnífica panorámica: un modernista edificio en obras, algo de mar –muy poco- y el espectacular edificio Harpa, centro de conciertos y conferencias. En su diseño participaron el estudio de arquitectura Henning Larsen, el artista Olafur Eliasson y Artec Consultants Inc. Se ubica frente al mar. Aquella impresionante obra se comportó como un potente imán para Jesús. Mientras más se acercaba, más le atraía. Su boca, con mente casi en éxtasis, no podía abrirse más. Era algo sobrenatural que irradiaba belleza y admiración por todos lados. Edificio polémico, futurista, multiuso y por encima de todo, emblemático para la ciudad. Ante aquella inmensidad, Jesús se emocionó ante la visión de una estatua de un pequeño violinista situado en un estanque. Entró en el interior. La sensación de pequeñez se apoderó de él. Jesús era realmente pequeño en el intestino de un edificio mágico. Rememoró el pasaje del profeta Jonás dentro de la ballena, aunque en este caso se trataba de una ballena de acero y de cristal y líneas rectas. Jesús completó lo anterior con una información algo más técnica, pero de total interés: “Superada la fase de las críticas a un proyecto demasiado enorme para la economía islandesa, nadie puede negar que el Harpa se ha convertido en el edificio emblemático y capital del sentir cultural y musical de la ciudad. La obra contiene una cualidad poética, que le ha convertido en el emblema del país que se negó a sacrificar la cultura por la crisis económica. El cristal poliédrico que Eliasson ha utilizado en la fachada, supuso un complejo proceso de construcción. El artista intencionalmente trató de imitar estructuras matemáticas y geológicas de las columnas de basalto de Islandia, que a modo de ladrillos vidriados reflejan diferentes paletas de colores en los lados norte y sur del edificio. Los colores dentro del edificio cuentan con diferentes tipos de iluminación tanto natural como artificial. De día, los cristales registran todos los cambios de matices de la increíble luz de la isla, al tiempo que ofrece majestuosas vistas del mar, de Reikiavik y del paisaje del volcán. Por la noche se iluminan suavemente con leds de colores diferentes”.

               Salió de aquel inmenso vientre –muy calculado- y a la derecha, como orilla del mar, se encontró con una enorme extensión de cantos rodados de todos los tamaños. Era una playa de chinos redondeados por la erosión. La gente había construido multitud de equilibradas columnitas de 30-40-50 centímetros. Jesús siguió caminando. La bahía quedaba a su izquierda. Sabía que le faltaba poco para llegar al Viajero del Sol, Sólfar en islandés. Su creador fue Jón Gunnar Árnason, ganador de un concurso en 1986, para conmemorar el 200 aniversario de la ciudad. Es una especie de esqueleto de barco vikingo, una oda al sol que evoca un territorio aún por descubrir, un sueño de esperanza, progreso y libertad. Una sugerente maravilla que te transporta y te eleva. Esa es la capacidad que tienen los artistas. Jesús le dio la espalda al barco. Eran casi las diez.

    La vuelta la hizo deprisa. Ya se sabía el camino. Tenía que atravesar todo el puerto. Únicamente se paró ante la escultura de dos pescadores que miraban al mar, en el barrio del Harpa. Fue creada por Ingi P. Gislasoney. Eran las diez y cuarto cuando entró en el Museo Marítimo de Reykiavik. Pidió reducción del precio de la entrada por ser mayor de 65 años pero la encargada le respondió que solamente existía una modalidad.

    La visita la inició con la visión del vídeo “Somos tierra, somos agua”, el cual nos recuerda nuestros orígenes y los incontables cambios naturales que nos han conducido hasta aquí. Habla de la Naturaleza como maestra de vida y nos advierte de nuestra responsabilidad en el calentamiento global. Con claridad, manifiesta que, “No solo conocemos los cambios, sino que los sentimos. Vemos que los glaciares retroceden, sufrimos cambios inusuales en el clima y vemos cambiar los ecosistemas. Muchos de nosotros nos sentimos impotentes porque no sabemos que podemos hacer para prevenir, o disminuir, el calentamiento global.”

               El Museo Marítimo no le pareció gran cosa. Jesús los había visto mejores, pero era bastante completo en su información, contenidos y las fotos resultaron muy interesantes. En conjunto le resultó entretenido. Todo está relacionado con el mar: instrumentos y máquinas, la pesca, la vida en los barcos y profesiones e industrias relativas a ese mundo. A Jesús el tiempo se le pasó volando. A las doce menos cuarto estaba entrando en el Rost, restaurante-pub, en el muelle, frente al Andrea. Pidió un té y se puso a revisar las decenas de fotos que había hecho. Se sentía satisfecho y no borró ninguna. A las doce en punto le sorprendió la presencia de su mujer. Lo había localizado sin necesidad de utilizar el teléfono. Sabía de sobra el tipo de locales que le gustaban. ¿Nos vamos? El grupo nos espera.

    Habrá una segunda parte del resto de la jornada, pero esa es otra historia.


Museo Marítimo (Reikiavik, junio 2023)



26 mayo 2023

La digestión del tiempo

 


Silvestre estaba supercansado de que le hicieran algunas sugerencias y que le atosigaran con frecuentes consejos. Todos iban en el mismo sentido. Desde que se jubiló, la gente que lo rodeaba no paraba de decirle: ¡Disfruta! ¡Tienes que aprovechar ahora que tienes salud y tiempo! ¡Has de darle salida a tus deseos, ya no tienes edad de reprimirte! ¡Conoce mundo! ¡Viaja! ¡Hay que apuntarse a todo! ¡Has de exprimir los días! Él escuchaba con estoica paciencia todas aquellas proposiciones y durante callados años no entró en aclaraciones ni explicaciones, pero esas continuas y repetidas advertencias desataban en su ánimo una notoria tempestad de diferencias. La mayor parte de las veces se quedaba con ganas de objetar, pero algo le decía que era mejor callarse.

            Para Silvestre el mundo de hoy en día era vértigo, rapidez, apresurados cambios sociales, innovaciones técnicas, adelantos científicos, stress y persistentes y activos movimientos en todos los aspectos. Ese incesante ir y venir le producía una negra congoja y un gris desasosiego. A lo largo de su vida, había dedicado largas horas a la introspección. Meditar, reflexionar, abstraerse, observar, releer y escribir habían sido sus puntos fuertes. A veces dialogaba con una trascendencia que no entendía del todo. Era un hombre tranquilo que saboreaba cultivar el espíritu, pero conocía la importancia y la necesidad de compartir su tiempo. Así que la familia, la casa, salir con los amigos, viajar, pasear, colaborar en proyectos colectivos, etc. formaban parte también de su menú vital. Siempre creyó en los equilibrios, lo cual requería la presencia de una dualidad armónica que posibilitara las palabras y el silencio, la derecha y la izquierda, trabajar y el descanso, tener calor o frio, a sabiendas de que la virtud no es ningún punto medio, porque hay asuntos en los que tienes que elegir, tales como la libertad–esclavitud, el amor frente al odio, lo justo ante lo injusto, la paz frente la guerra, la democracia frente a pseudodemócratas, respirar o morir. Silvestre tenía claros unos valores y unas directrices. Era evidente que sus criterios, sus códigos para entender la vida y seguir disfrutándola, no coincidían con el surtido de indicaciones que brotaban desde las mentes e inquietudes de sus personas próximas. Cada cual, a lo largo de la vida, se había forjado unos métodos, unas maneras de invertir el tiempo, unos caminos para subir montañas. Cada cual tenía sus herramientas. Silvestre comparaba a las personas con orzas, con tinajas o con cántaros. Cada uno de ellos tiene una forma, un material de construcción, un tamaño y cada cual se llena de un contenido o contenidos diferentes. A las personas nos ocurre igual, aprendemos a ritmos diferentes asuntos muy distintos porque filtramos diferente. Lo que a uno le gusta, para otra persona es una tontería. Igual ocurre con las preocupaciones, inclinaciones o con la fruta fresca. Los artesanos que dan forma a los humanos, y llenan nuestra oquedad como vasijas son los fracasos, los éxitos, las experiencias, los libros, las creencias y, sobre todo, el ejemplo de las personas que nos rodean. A su vez, todos los contenidos interactúan entre sí, dando lugar a contenidos nuevos que a veces nos sorprenden. La interacción del hombre con sí mismo y con el universo –sea próximo o lejano- es la piedra angular de nuestra vida. El interior del hombre y la mujer es complicado y cambia. Cada grano que cae en el reloj de arena, salvando las distancias, configura el espíritu.

            Un día Silvestre, quizás por el brusco cambio de tiempo, ante las persistentes consignas de su amigo Torcuato “tienes que disfrutar”, “tienes que aprovechar el tiempo” le preguntó:

-                        ¿Y quién te ha dicho a ti que no estoy disfrutando? ¿Tú crees que no aprovecho bien el tiempo? ¿Piensas que no le doy salida a mis deseos? Pero ¿En qué mundo vives? te pregunto yo a ti. Porque, vamos a ver, ¿Qué es aprovechar? ¿Qué es conocer el mundo y cómo se disfruta?

            Torcuato se fue a la RAE y encontró: “Aprovechar: emplear útilmente algo, hacerlo rentable o sacarle el máximo rendimiento”. Sobre disfrutar leyó que se puede disfrutar de una amistad, de una buena comida, de un viaje o del desarrollo de una destreza (escalar, escribir, cocinar, cultivar un huerto, pensar, etc).

            Silvestre, no pudo más y le espetó: ¿Has comprendido lo que has leído? ¿No ves las infinitas posibilidades que la vida te ofrece? Como decía el torero ¡Hay gente pa tó! Hay personas que disfrutan mientras ven una película, otras con la lectura de un libro, casi todas sirviendo a los demás y algunas otras practicando yoga. Las hay que se relamen tomando una cerveza o tienen por pasión ejercer en política. Cada cual aprovecha su tiempo como mejor lo cree y no existe una opción que sea mejor que otra. Tu decisión es la mejor para ti, para llenar tu cántaro o tu orza. Tú eliges el cómo, el qué y el cuándo y no hay que empujar a la gente ni a tus actividades ni a tus pasiones. Tampoco a tus inclinaciones políticas o religiosas. Entiendo que uno se manifiesta, se deja ver, comparte y se pone a andar. Cuando te das cuenta tienes acompañantes que dejan huérfana a la soledad. Dejas de ser individuo para ascender a grupo. El amor es la libertad de vivir acompañado, dijo don Gabriel G.M.

            Torcuato rebatió que algunos son unos ensimismados de sí mismos, que no comparten nada ni se asoman a ninguna ventana que no sea de su casa. ¡Hay que zamarrearlos para que se despierten! Son unos narcisos reconcentrados.

-                                         Como te he dicho tiene que haber de tó, le contestó Silvestre. El ermitaño debe estar en su ermita, el jugador de fútbol ha de tener equipo y al militante político lo arropa su partido. Buscar es una decisión personal. El encontrar es patria compartida entre el azar y tú. Con frecuencia, el camino se muestra más dichoso que la meta. Cada cual tiene que recorrerlo con sus pros y sus contras. Normalmente es quebrado, aunque para mí, tengo que matizar que mis escasos hallazgos no son mis soluciones, sino la convergencia de los descubrimientos de todos aquellos con los que me crucé y compartí. Por fortuna, creo que ni la verdad ni la felicidad gozan de una ubicación única. Ambas suelen ser caprichosas y no abrigan geografía conocida.

            Torcuato, ante tal avalancha, manifestó que para él aprovechar era estar siempre fuera de su casa, viajar, salir, pasear, buscar amigos en países remotos, probar sabores nuevos, ir al cine, al teatro, conferencias, reuniones, conciertos, senderismo, deporte, etc. y que no pensaba dejar de hacerlo pues de sobra sabía que llegará una época en la que todo eso sería imposible. Tenía que acumular vivencias, situaciones, nuevas sensaciones…Además es mejor no pensar. El movimiento me da vida, afirmó.

            A veces el tiempo se convierte en una pesada digestión. Si esa es tu forma de digerirlo, todo irá bien, le respondió Silvestre. Lo importante es que extiendas tus alas y te des cuenta de lo alto y lejos que puedes volar. 

 

 

 

02 mayo 2023

El relato del relato (nueva versión)

 

Objeto de un relato ( I )

Estoy enamorado del relato, no de uno en especial sino de todos. Saboreo con frecuencia su lectura y, al escribirlos, desempolvo neuronas, ordeno la cabeza y exprimo mi ficción. Los relatos ayudan a construir, y descubrir, la propia identidad, ya sea de una nación como de las personas o de los pueblos. En mi escenario como juntapalabras, apenas he completado uno cuando ya inicio mi relación con otro. Ante esa dualidad, me califico infiel con el primero y vuelvo a retocarlo.

    Cualquier relato, por simple que parezca, alimenta y despierta mi adicción al conseguir que cuanto más los trato, más necesito de ellos. Hay días que inicio dos, a veces tres. Muy pocas veces cuatro. En medio de esas horas, párrafos y palabras se van depositando como hojas en otoño, y el papel, como el suelo, recoge sus mensajes, aunque la diferencia es amplia: las palabras dan vida a un texto virgen, nuevo, mientras las hojas muertas recuerdan al ocaso y a la melancolía. Ambas, las hojas y palabras, configuran un puzzle, caótico o reglado, en el que siempre cabe alguna pieza más.

    El relato se nutre de experiencias contadas o vividas, viajes realizados y alguna otra leyenda que el viento o imaginógrafos nos hicieron llegar. Este encadenamiento me recuerda al atleta que cada día recorre algunos metros más y un poco más difíciles; a aquel lector que añade cada día una página extra, porque un día sin leer es una etapa hueca y sin fecundación. Narrar es parecido. Un día sin escribir te genera ansiedad porque el papel y el boli, o el ruido de un teclado de una vieja Underwood, te permiten plasmar tu mente en un papel. Es un extraño scanner. El portátil o el móvil, hijos de la fusión progreso-inteligencia, digitalizan tus neonatas ideas en insólitas frases para la eternidad. Sea mecánico o magnético, los dos procesos te ofrecen la posibilidad de confinar esa energía mental, a veces en desorden, en los límites físicos de un papel o una pantalla en blanco. En cualquier caso, palabras enjauladas que ayudan a fijar mundos originados en las profundidades del cerebro y que el ensueño amamantó, de tal manera, que no pierdes el hilo y encuentras el ovillo.

Objeto de relato ( II )

El relato es un amigo fiel. Conoce mis paradas y mis vacilaciones. Con frecuencia me espera a que busque un final y en silencio me habla y me anima a seguir. Es un gran ayudante para reflexionar y poder ver más claro. Es paciente y amable. Él comprende las dudas y las incertidumbres y aguarda complacido la esdrújula oportuna, las mejores palabras y la coma en su sitio. Lo breve lo disfruta tanto como lo extenso. Por momentos, sospecha que escritor y algunos escultores, de madera o de mármol, son entes antagónicos a la hora de crear: el escritor es un pegapalabras -encaja ideas en un espacio en blanco- que viaja de lo párvulo a entidades mayores como serían las frases, los párrafos y páginas; el escultor en cambio, a base de golpes de martillo y cincel –o de gubia en su caso– transita de una considerable masa a otra más reducida: con sus precisos golpes desprende lo pequeño para llegar al alma que la materia encierra y su mente previó. Quizás el escritor pudiera definirse como un imaginero que esculpe con palabras.

    Se podría construir un relato uniendo emoticonos. Las imágenes hablan y conversan mejor que las palabras, de ahí el famoso dicho. Las Meninas o el cuadro de Las Lanzas convierten a Velázquez en un pintor enorme porque Velázquez narra al transformar sus pinceles en plumas que escriben con colores. Picasso y su Guernica nos introducen en un relato mudo de una enorme tragedia que grita hasta atronar y Klimt, con su famoso Beso, nos sumerge en un mundo de calidez y amor. Hay cuadros que inspiran a escritores y escritos novelescos que originan pinturas, estableciendo así una simbiosis cómplice.

    Los relatos han existido siempre. Hemos crecido juntos y nos escoltan desde nuestra niñez: seguro que más de una vez nos hemos dormido con los cuentos –leídos o contados– de nuestros padres y/o abuelos en los que príncipes, enanitos, brujas o fantasiosos personajes desfilaron por nuestra imaginación. Animales que hablaban, niños voladores, personas con superpoderes, viajes increíbles… En los pueblos siempre hubo historias de amores imposibles entre moras y cristianos, de casas encantadas, curanderas osadas, atrevidos bandidos, bienhechores anónimos o ruidos increíbles .... No deja de embaucarme la sorprendente idoneidad de los niños para este tipo de narraciones, donde la inocencia es cómplice imprescindible de lugares y tiempos.

    Llegado este punto yo distinguiría el relato literario, la creación, del relato que califico como social, más ligado este último a los intereses de la vida cotidiana. Aunque hoy siguen existiendo los cuentos de toda la vida, y otros más actuales, los relatos han proliferado en todos los sectores y se utilizan como herramienta para convencer, lo cual se traduce , a veces, en sutiles engaños. Así, hoy cuentan “cuentos” los banqueros y asesores; abogados y dietistas; entrenadores, vendedores, gestores, titulares de fondos de inversión, agentes de bolsa y de seguros, compañías de electricidad, políticos, periodistas, ... En realidad lo que cuenta este personal no son relatos, son historietas-consignas de empresas y marketing, al buscar el beneficio personal o institucional. El relato es una herramienta muy poderosa para promocionar cualquier tipo de compraventa y ahí estamos rodeados de narradores y narrativas –con psicólogos y sociólogos detrás- que rozan lo perverso o se sumergen en las profundidades de lo obsceno. El problema es grave porque, ante profesionales, resulta muy difícil separar el trigo de la paja, la manipulación de lo que no lo es. Según Ignacio Urquizu "estamos en una época en la que el hecho no es más creíble que el relato".

En cualquier caso, el relato o sus transformaciones (historias, leyendas, narraciones, cuentos, parábolas, novelas...) constituyen crisoles gráficos de la imaginación y han ocupado, y ocuparán, un lugar destacado en nuestra vida porque el relato, escrito, leído o escuchado, como colega cómplice perfecto, es parte sustancial de la existencia.

 

Objeto de relato ( III )

31 marzo 2023

Karim y Clara

 


Karim[1] pasó indeciso entre el bar y las mesas. Alejado de ellas, algo bisbiseó. Con su media sordera para algunos sonidos Paco no le entendió. Le había pedido un café. Clara[2], despierta, empática y sonriente le dijo que pasara al bar y que lo pidiera con tostada. Ella se lo pagaría. Karim dudó. Paco le aseguró que no le daría dinero. Sólo quiero un café, … si puede ser. Pasa, pasa, ve a la barra y pídete un café con leche y con tostada, le confirmó Clara. El chico, más bien alto, desgarbado, delgado, con vaqueros prestados y muy amplios, con mirada profunda que inquietaba, desapareció. Se metió en el bar. Ni Clara ni Paco volvieron a nombrarlo. Al cabo de un buen rato terminaron sus tés y él se levantó para pagar. Karim seguía en el bar. El último bocado de la tostada lo tomaba con agua. Un vaso, al lado, sin café, era testigo mudo de la escena. El muchacho dio las gracias a las camareras y salió.

¿Cuánto es? preguntó Paco. Lo nuestro y lo de este chaval que acaba de salir. Siete euros con cincuenta. ¿Todo? Todo. Paco sacó un billete de diez. Mientras tanto Karim se había parado con Clara. Te quiero hacer un regalo, tú buena gente. Clara le dijo que no tenía por qué, pero Karim insistió. Toma, cógelo, le dijo abriendo una pequeña bolsa de plástico. Clara lo miró y decidió coger lo que Karim, sin tocarlo, le ofrecía manteniendo la distancia. Al joven se le iluminó la cara. Su mirada mostraba un agradecimiento infinito. ¡Gracias! Le dijo. Clara había cogido una especie de llavero, dorado y brillante, propaganda de unos laboratorios, con forma de corazón. Después de pagar, Paco salió del bar. Vio que Karim se alejaba. Clara le comentó: Me ha dado lo único que tenía y me ha dicho que soy buena gente. A lo lejos, Paco observó que Karim se paraba en un contenedor de envases. Tras una ojeada rápida, de experto, se fue. La Tierra siguió girando. Paco, deslumbrado por el reflejo del sol de una inmensa ventana, tuvo que desviar la mirada. Volvió la vista y el muchacho ya no estaba. Decías que….?

Córdoba 14 de marzo de 2023



[1] Karim, nombre de origen árabe que significa generoso, noble, honorable.

[2] Clara, nombre propio femenino que proviene del latín clarus que significa brillante, luminoso.

20 marzo 2023

Chacun son boulot

Horizon brisé pyrénéen

Para nuestros amigos Colette y Manuel

Es mi trabajo

            Pedro era un profesor español becado en Francia temporalmente. Se había trasladado allí con su familia. Los objetivos del proyecto que se traía entre manos eran conocer el sistema educativo francés, convivir con profesores franceses y mostrar algunas pinceladas de la educación en España. Estamos a mediados de los 90 del siglo XX, en un pequeño pueblo del departamento Haute-Garonne, en la región de la Occitanie.

            Pedro était un professeur stagiaire en France où il s’ était installé avec sa famille. Il avait un but en tête, c’ètait de connaître le Système Éducatif Français, partager sa vie avec des profs français et montrer en même temps un petit aperçu du Système Éducatif Espagnol. On est dans les années 90 du XXe siècle, dans un petit village du département Haute-Garonne, en Occitanie.

            Todos los días Pedro acompañaba a su compañero francés al instituto. Iban en coche. Pedro aún no lo sabe, pero Antoine es todo un personaje. Pudo quedarse en la universidad, a investigar, en la década de los sesenta, pero no aguantó el politiqueo barato que se traían en el departamento de Física Nuclear. El jefe era el jefe y el mérito y la capacidad no formaban parte de su baraja. El as preferido para imponer su criterio era “París ha dicho”, “Me han llamado de París”, “según comentan en París”, “instrucciones recibidas de París”, etc. Vamos que era un mero transmisor de las órdenes recibidas. Sabía que la obediencia a los superiores, siempre, con el tiempo, sería recompensada.

            Pedro accompagnait son collègue français au Lycée tous les jours. En voiture. Antoine était quelqu’un de très spécial mais à ce moment-là, Pedro ne s’en était pas encore aperçu. Antoine aurait pu continuer la recherche dans le département de Physique nucléaire, mais il l’ avait quité par des raisons “politiques”. Le chef restait toujours le chef, pas de questions de mérites ou de capacité. L’atout majeur était “Paris a dit”, “On m’a téléphoné de Paris”, “On dit à Paris”…Donc, il ne faisait que recevoir et transmettre des ordres. Il savait bien qu`être obéissant aurait un jour sa récompense.

            El expediente de Antoine, doctor en física nuclear, era inmejorable. Aparte de inteligente, como trabajador resultaba incansable, pero tenía el defecto de llamar a las cosas por su nombre. A los dos años de estancia en la “uni” llegó la primera posibilidad de ascender. Antoine era el mejor colocado pero su jefe propuso a Didier, científico mediocre, poco brillante, pero con matrícula de honor en adulación y vaselinas. Didier, premio extraordinario, varios años, en la categoría de estar de acuerdo con su jefe, le chivateaba cualquier información, por pequeña que fuera, que circulara por el departamento. Antoine, políticamente incorrecto, fue víctima de cierta incontinencia verbal y el ascenso se lo llevó Didier en medio de una brutal discusión. Antoine, dolido, no pudo remediarlo y en la reunión mantenida le preguntó a Jules Bernard, su jefe:

            Le dossier d’Antoine, docteur en Physique nucléaire, était insuperable. Intelligent et  travailleur infatigable, il avait un seul défaut, être trop sincère et appeler les choses par leur nom. Deux ans après son arrivée à l’Université, il a eu sa première chance de promotion. Antoine était le premier mais le chef a proposé Didier, mediocre et peu brillant scientifique, mais doué de hautes distinctions en flatterie et vaseline. Didier, avait eu le prix extraordinaire pendant des années pour être d’accord avec son chef, il lui soufflait toutes les informations du département Antoine, Antoine, politiquement incorrect, a été victime d'une incontinence verbale et Didier a décroché la promotion au milieu d'une violente dispute. Antoine, blessé, n'a pas pu s'en empêcher et en réunion il a demandé à Jules Bernard, son chef:

-        Jules, ¿por qué me haces esto? Es mi trabajo le respondió con sequedad.

-        Jules, pourquoi tu me fais ça ? C'est mon boulot, répondit-il sèchement.

            Antoine se levantó y sin decir palabra salió de aquella pocilga de intereses dando un portazo. Fuera de sí, se dirigió directamente a su despacho. Entre una caja de cartón y un par de bolsas de basura, tuvo bastante para meter sus pertenencias. Buscó el coche y se largó de allí.

            Antoine se leva et sans dire un mot , il est sorti de cette porcherie d’intérêts, en claquant la porte. Hors de son esprit, il se dirigea directement vers son bureau. Entre une boîte en carton et quelques sacs de poubelle, il en avait assez pour ranger ses affaires. Il a cherché sa voiture et il est parti.

            Al llegar a Mont, la aldea donde vivía se lo contó a su mujer. Brigitte lo escuchó en silencio. Sabía que era lo que Antoine necesitaba.

            Arrivé à Mont, le village où il habitait, il a tout raconté à sa femme. Brigitte l'a écouté en silence. Elle savait ce dont Antoine avait besoin.

-        Has hecho bien, le dijo al terminar.

-        T’as bien fait, dit-elle à la fin.

-        Sí, pero no hay derecho, le respondió él. Mañana buscaré trabajo en algún liceo [instituto] de la zona. No me será difícil. He decidido que mis clases sean para jóvenes, en un centro de secundaria. La universidad no es para mí. No soporto el tráfico de intereses. Tampoco en la empresa privada estaría bien. Mi sitio es alguna cosa pública.

-        Oui, mais ce n’est pas juste, répondit-il. Demain, je chercherai un emploi dans un lycée de la région. Ce ne sera pas difficile pour moi. J'ai décidé que mes cours seront destinés aux jeunes, dans un lycée. L’Université n'est pas pour moi. Je ne supporte pas le trafic d'intérêts. Ce serait pareil l'entreprise privée. Ma place est dans l’enseignemnet publique.

-        En el instituto, tendrás que tener mucha paciencia con los jóvenes, manifestó Brigitte. La juventud es inmadura y atrevida. Hace de la rebeldía un valor y no sabe graduar el daño de una crueldad.

-        Au lycée, il va falloir être très patient avec les jeunes, dit Brigitte. La jeunesse est immature et audacieuse. Il Font de la rébellion une valeur et ils ne connaissent pas la mesure de la cruauté.

-        Lo he pensado. Con mi carácter tendrás que ayudarme.

-        J’ai bien réfléchi. Tu devras m’aider , tu connais mon caractère.

-        No tendrás problemas porque tu corazón es tan grande como tu genio. Salvado el segundo, los chavales se quedarán con el primero. Fue lo que yo hice y ya sabes que no me suelo equivocar.

-        Tu n'auras pas de problèmes car ton cœur est aussi grand que fort est ton caractère. Les jeunes garderont le premier. C'est ce que j'ai fait et tu sais bien que je ne me trompe généralement pas.

            Uno de los días del trayecto al lycée Pedro le preguntó a Antoine que como un físico nuclear, con un doctorado cum laude de por medio, podía aguantar la inmadurez de unos adolescentes e impartir unos conocimientos tan básicos.

            Un jour, sur le chemin du lycée, Pedro a demandé Antoine qu'en tant que physicien nucléaire, avec un doctorat cum laude, comment pouvait-il supporter l'immaturité des adolescents et transmettre ces connaissances de base.

-        Tú te has preparado para otra cosa, le dijo.

-        Tu as étudié pour faire une autre chose, lui dit-il.

- Es cierto. Al principio me costó bastante, pero las personas tenemos una tremenda capacidad para reinventarnos. Ese potencial de adaptación es la clave del progreso y de la supervivencia. Te lo planteas, lo haces y, al repetirlo, ya forma parte de ti. Lo asumes, le sacas partido y ves que tus alumnos te acompañan en ese recorrido. Te sientes útil y hay muchos momentos en los que eres feliz.

- C'est certain. Au début, c'était difficile pour moi, mais les gens ont une formidable capacité à se réinventer. Ce potentiel d'adaptation est la clé du progrès et de la survie. Vous y pensez, vous le faites et, en le répétant, il fait déjà partie de vous. Vous l'assumez, vous en profitez et vous voyez que vos élèves vous accompagnent dans ce cheminement. Vous vous sentez utile et il y a de nombreux moments où vous êtes heureux.

- Ya, dijo Pedro, pero descendiste en el escalafón profesional y seguro que también en el sueldo.

- Oui, dit Pedro, mais tu as descendu l'échelle professionnelle et je suis sûr que le salaire aussi.

- Es verdad, pero al elegir, mejoré como persona. Mi autoestima, al principio dañada, subió como la espuma. Te advierto que un profe de la “uni” no es más que uno de secundaria. Son solo niveles diferentes de conocimientos, pero las personas están a la misma altura. Además, para demostrar que no guardaba ningún rencor y que había superado mis rencillas en la universidad, un día pedí permiso y fui a tomar un café con mis excompañeros. Al final comimos juntos. Lo pasamos muy bien. Nos reímos del pasado. Ahora no podría vivir sin mis alumnos de secundaria. Es mi trabajo e intento hacerlo lo mejor posible.

- C'est vrai, mais le choix m’a fait améliorér en tant que personne. Mon estime de moi, abîmée au départ, est montée en flèche. Je vous préviens qu'un enseignant "uni" n'est rien de plus qu'un enseignant de lycée. Ce sont simplement des niveaux de connaissances différents, mais les gens sont au même niveau. Aussi, pour montrer que je ne gardais pas de rancune et que j'avais surmonté mes querelles à l'université, un jour j'ai demandé la permission et je suis allé prendre un café avec mes anciens camarades de classe. Finalement, nous avons partagé un bon repas, on s’est bien amusés et on a ri  du passé. Maintenant, je ne pourrais plus vivre sans mes élèves du secondaire. C'est mon boulot et j'essaie de le faire au mieux de mes capacités.

            Pedro, a pesar de su madurez, no dejaba de aprender de un Antoine catedrático en vida modelado por Brigitte. Desde que llegó a Mont tuvo una sensación de plenitud que solo la montaña y la buena gente puede dar. El aire fresco y un horizonte quebrado y lejano reconfortaban más que cualquier vitamina. Él y su familia habían tenido suerte con el intercambio. Su olfato, al leer los papeles previos a la experiencia, no le había engañado: un pueblito en mitad de los Pirineos, montañas, nieve, bosques, lluvia y una familia encantadora que se deshacía por el bienestar de él, de su esposa y el de sus dos hijos. La gite[1] cedida era un hogar de película, quizás demasiado grande, pero se adaptaron y en tres días la encontraron cómoda. El terminado de paredes, maderas, azulejos y suelo era algo basto. La explicación fue que estaba hecha por Antoine, familia y algún vecino “manitas” para los detalles más finos. Pero no faltaba de nada. Lo más era su enorme chimenea a la que Antoine alimentaba con árboles casi enteros. Hay mucha leña por aquí y mucho frio, solía decir.

            Pedro, malgré sa maturité, n'a pas cessé d'apprendre d' Antoine, maître de la vie, modelé par Brigitte. Depuis qu'il est arrivé au Mont, il a eu un sentiment de plénitude que seuls la montagne et les bonnes gens peuvent donner. L'air frais et un horizon brisé et lointain réconfortaient plus que n'importe quelle vitamine. Lui et sa famille avaient eu de la chance avec l´echange. Son oeil, à la lecture des journaux précédant l'expérience, ne l'avait pas trompé: un petit village au milieu des Pyrénées, des montagnes, de la neige, des forêts, de la pluie et une charmante famille qui avait tout fait  pour son bien-être. , sa femme et l'un de ses deux enfants. Le gîte prêté était une maison de cinéma, peut-être trop grande, mais ils l'ont adaptée et l'ont trouvée confortable en trois jours. La finition des murs, du bois, des carreaux et du sol était quelque peu grossière. L'explication était qu'elle avait été réalisée par Antoine, famille et un voisin "bricoleur" pour les détails les plus fins. Mais rien ne manquait. Le plus était son immense cheminée qu'Antoine alimentait avec des arbres presque entiers. Il y a beaucoup de bois par ici et il fait très froid, disait-il.

            Brigitte era la humanidad personificada. A pesar de que Marisa, esposa de Pedro, tenía poca base de francés, siempre estaba dispuesta a charlar un rato con ella e invitarla a tomar un café mientras Antoine y Pedro estaban en el instituto. Si no se entendían con las palabras lo hacía con gestos o con dibujos. Brigitte había sido maestra y ya disfrutaba de su jubilación. Le contaba a Marisa que durante los últimos ocho años había sido maestra en un pueblo cercano, a unos ocho kilómetros. Como no sabía conducir y Antoine iba en dirección contraria, se iba andando. Con frio, nieve, lluvia o sol bajaba por la carretera y luego solía tirar por un camino que acortaba el trayecto. A veces la nieve le llegaba a la rodilla pero Brigitte nunca faltó y siempre llegó puntual. Sabía que sus catorce alumnos, escuela unitaria, la esperaban y además era mi trabajo, le comentó a Marisa. Sí, realmente Brigitte era una bellísima persona, una estrella del cielo transformada en humana que irradiaba dulzura y un saber estar sobresaliente, con el aliño de no darle importancia, jamás, a nada de lo que hacía. Estaba profundamente enamorada de Antoine.

            Brigitte était l'humanité personnifiée. Malgré le fait que Marisa, la femme de Pedro, avait peu de connaissances en français, elle était toujours prête à discuter un moment avec elle et à l'inviter à prendre un café pendant qu'Antoine et Pedro étaient au Lycée. Si elles n’arrivaient pas à se comprendre par des mots, elles le faisaint par des gestes ou des dessins. Brigitte avait été enseignante et elle était déjà à la retraite. Elle racontait à Marisa que, pendant les huit dernières années, avait été enseignante dans une ville voisine, à environ huit kilomètres. Comme elle ne savait pas conduire et qu'Antoine allait en sens inverse, elle a  marché. Avec le froid, la neige, la pluie ou le soleil, elle descendait la route puis elle empruntait un chemin qui raccourcissait le trajet. Avec la neige ça lui arrivait au genou mais Brigitte n'était jamais absente et arrivait toujours à l'heure. Elle savait que ses quatorze élèves, une école unitaire, l'attendaient et c'était aussi son travail, dit-elle à Marisa. Oui, Brigitte était vraiment une belle personne, une étoile du ciel transformée en un humain qui rayonnait de douceur et d'un savoir-être hors du commun, avec l'assaisonnement de ne pas accorder d'importance, jamais, à tout ce qu'elle faisait. Elle était profondément amoureuse d'Antoine.

-        A Antoine hay que darle tiempo, hay que conocerlo, le advirtió a Marisa el primer día, recién llegados.

-        Il faut laisser le temps à Antoine, il faut apprendre à le connaître, prévint-elle Marisa le premier jour, à peine arrivée.

            Los miércoles Antoine y Pedro se quedaban a comer en el comedor del instituto. Antoine tenía clase por la tarde. Pedro siempre entraba en sus clases, asistía a las reuniones del Departamento de Ciencias y a las sesiones de evaluación, siempre presididas por el Director del centro. Había un comedor para los alumnos. Otro para el profesorado. El Director, cargo profesional dependiente de Paris directamente, comía en la cocina, solo. No estaba bien visto relacionarse con los profesores. En caso de llamada de atención era un grave inconveniente. Aquel día había lentejas. El comedor estaba muy animado. Fueron muchos los profesores que se quedaron a comer. En un momento dado Pedro se levantó, cogió su plato, y los de un par de compañeros, y los metió en el torno que daba a la cocina. Los tres habían terminado. Una de las camareras llamó la atención a Pedro y le dijo:

            Le mercredi, Antoine et Pedro restaient manger au réfectoire du Lycée. Antoine avait cours l'après-midi. Pedro entrait toujours dans ses cours, assistait aux réunions du département des sciences et aux séances d'évaluation, toujours présidées par le Proviseur. Il y avait une salle à manger pour les étudiants. Une autre pour les professeurs. Le Proviseur, un poste professionnel dépendant directement de Paris, mangeait en cuisine, seul. Il n'était pas bien vu d'interagir avec les enseignants. En cas de sanction, c'était un sérieux inconvénient. Ce jour-là, il y avait des lentilles. La salle à manger était très animée. Beaucoup d'enseignants étaient restés pour manger. À un moment donné, Pedro se leva, prit son assiette et celles de quelques collègues et les mit dans la roue qui menait à la cuisine. Ils avaient fini tous les trois. L'une des serveuses , surprise, a dit:

- Por favor, señor, siéntese.

- Asseyez-vous, s’il vous plaît Monsieur!

- Solo quería poner los platos en el torno.

- Je ne voulais que placer les assiettes sur la roue.

- Ya, lo entiendo, pero….usted debe descansar, estará fatigado de toda la mañana dando clase y además, debe de continuar esta tarde. Ser profesor es una labor que necesita de toda su energía y de toda su concentración. Poner y recoger los platos es mi trabajo. Cada cual debe estar en su puesto.

- Je comprends, mais vous devez vous reposer. Vous seres surêment fatigué de travailler toute la matinée  et en plus, vous devez continuer cet après-midi. Être prof  est une misión qui  réclame  toute votre énergie et votre concentration. Mettre et débarraser la table est mon boulot. Chacun a sa place.

- Disculpe no era mi intención entrometerme en su labor. Solo quería ayudar.

- Excusez-moi, je ne voulais pas me mêler dans votre travail. Je voulais juste aider.

- Sin duda. No se preocupe. Lo entiendo, pero siéntese.

- Sans doute. Ne vous inquiétez pas. Je comprends, mais asseyez-vous.

La sonrisa cómplice de Antoine y el ligero movimiento de cabeza, lo terminaron de descolocar.

Le sourire complice d'Antoine et le léger mouvement de sa tête, ont contribué à le déséquilibrer définitivement.

- Has metido la pata, siéntate. Aquí las fronteras laborales están muy claras. Para botón de muestra observa donde come el Director, le dijo.

- Tu te trompes là, assieds-toi. Ici, les frontières du travail sont très claires. Comme exemple , tu vois bien où le directeur mange, a-t-il dit.

- Ya, ya me he dado cuenta.

- Ouais, j'ai déjà remarqué.

            Para Marisa, Pedro y los dos hijos la experiencia fue un regalo increíble. Les fue tan requetebién que durante diez años pasaron unos días en la gite. Por allí pasó toda la familia: padres, hermanos, cuñados y sobrinos. Los franceses devolvieron las visitas a España acompañados de familia o amigos, siempre con el mayor respeto y un trato cariñoso y cordial.

            Pour Marisa, Pedro et leurs deux enfants, l'expérience a été un cadeau incroyable. Ils  sont revenus pendant  passer  quelques jours au gîte. Toute la grande  famille est passée par là: parents, frères, beaux-frères et neveux. Les Français rendaient à leur tour les visites en Espagne accompagnés de leur famille ou d'amis, toujours avec le plus grand respect et une aproche affectueuse et cordiale.

            Pedro y Marisa aún recuerdan la máquina quitanieves que subía por una ladera y bajaba por la opuesta. Por un lado permitía que subieran a Mont panadero y cartero; por el otro desbloqueaba la carretera que Antoine tenía que recorrer todos los días, camino del liceo. Panadero, cartero y conductor de la quitanieves velaban para que los 17 habitantes de Mont pudieran hacer una vida normal. ¡¡¡Era su trabajo!!!

            Pedro et Marisa se souviennent encore de la souffleuse à neiges qui montait une pente et descendait l'autre. D'une part, il permettait au boulanger et au facteur de Monter à Mont ; d'autre part, elle débloquait la route qu'Antoine devait parcourir chaque jour, pour se rendre au lycée. Boulanger, facteur et chauffeur ont fait en sorte que les 17 habitants de Mont puissent mener une vie normale. C'était leur boulot !!!

Nota: Muchas, muchas gracias a Manuela Gómez Camacho por esta traducción. Manuela es amiga, compañera de trabajo durante casi treinta años y profesora de francés.