24 diciembre 2021

La dehesa transformada


  El mundo de las emociones y de los sentimientos es un vasto misterio: Resultan innumerables por su variedad, orígenes, niveles de intensidad, escenarios en los que se generan y expresiones que puedan concretarlos. ¿Cuántas emociones y sentimientos habitan en los seres humanos y de qué tipos? Al viajar por la red me he tropezado con una lista que describe hasta más de doscientos cincuenta. Seguramente encontraremos más.            

 Hay emociones positivas como son la alegría, la superación, el afecto, la libertad o la empatía. En casa de la negatividad habitan la ansiedad, el odio, la perfección, la venganza, la envidia, el desdén o los celos. En un tercer cajón podríamos encajar emociones y sentimientos ¿más neutros? Tengo mis dudas. Aquí podrían citarse aburrimiento, encanto, timidez, alivio, sorpresa, autonomía, concentración, firmeza, curiosidad, nostalgia, simpatía,….aunque será la intensidad de estos estados la que desplace a la persona hacia su beneficio o perjuicio.

               En todo caso emociones y sentimientos son esenciales para vivir y debiéramos aprender a digerirlos. No estaría mal que en casa y en la escuela se dedicaran diez minutos al día a esclarecer lo que encierra cada uno de ellos analizando situaciones cotidianas, fotos, poesías o pequeños relatos. La inteligencia emocional nos marca, es factor decisivo en nuestras vidas y es soporte para la profesión, en las relaciones humanas y también, por supuesto, para saber aprovechar el tiempo libre.

               Al pasear por la dehesa de La Jara me sorprendió el perfil del desgarro de una encina caída. Mis ojos se quedaron prisioneros en sus entrañas rotas de forma irregular. No pude resistirme y eché las fotos que ilustran estas líneas.




                ¿Qué emociones se adueñaron de mí ante tal infortunio? Mi primer desconsuelo fue pena y desolación. ¡Una enorme desgracia para un árbol¡ pensé, pero seguí mirando. Observé aquellos restos en silencio y descubrí un dragón desmembrado que parecía estar vivo y me miraba agónico, imagen caprichosa natural que el viento cinceló con su empuje asesino. Luego seguí sintiendo abatimiento, aflicción, agobio y amargura; angustia, asombro, ausencia; derrota, desaliento; desasosiego, desesperación, disgusto; estremecimiento, fastidio e impotencia; melancolía, nostalgia, pesadumbre y una tremenda vulnerabilidad. Me había identificado con la encina vencida y sus enormes trozos eran parte de mí. Lo que yo contemplaba era mi cuerpo fragmentado y sentí con terror la imposibilidad de unirlo. Este rompecabezas me generó un enorme dolor, realmente insoportable. Me alejé de allí buscando ayuda. A mi alrededor yacían otras encinas muertas, medio podridas, que imaginé personas. La dehesa había mutado en un gran cementerio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario