Desde hacía tiempo los asesores de
Trump, en contra de la opinión de este, le venían aconsejando invertir en
España. Aprovechando la debilidad económica por la coyuntura de un país en
crisis, Trump comenzó a pedir información y tras largas conversaciones evaluando
ventajas e inconvenientes decidieron instalarse en Andalucía, en la Comarca de
Los Pedroches.
El señor Trump no hace favores y sólo
y exclusivamente sus puros intereses económicos determinaron esta decisión. La
situación de la Comarca era idónea para invertir por su estratégica posición
geográfica, su dinamismo y por la hiper-óptima acogida que habían tenido en la
zona los contactos iniciales entre el Delegado de Trump España y los
responsables de la Mancomunidad. Pero lo decisivo fue el alto valor ecológico
del conjunto del territorio: Trump necesitaba bañarse en las puras aguas de un
paisaje purificador y limpio donde la única contaminación del aire es el trino
de los pájaros. Hasta ahora no se habían producido grandes inversiones de
capital extranjero por lo que la marca Trump sería recibida como agua de mayo.
Una noticia de este tipo despertaba la alegría de los habitantes de la zona
después de unos meses de impertinente sequía. Los Pedroches eran una plataforma
de futuro para llegar al resto de Europa y a un tiro de piedra de la inmensidad
de África. Todas las carreteras comarcales serían mejoradas por la Diputación y
el Gobierno Central se había comprometido a convertir en autovías la N-502 y la
N-432 para llegar al aeropuerto de Córdoba en un pis pas, aeropuerto que AENA
doblaría en kilómetros de pistas y en condiciones de seguridad y plantilla. En
Alcaracejos se construiría un helipuerto privado y los trenes AVE irán
aumentando progresivamente en función de la demanda. El recorrido Los Pedroches–Madrid,
y viceversa, se había convertido de repente en el tramo más solicitado del
país. En las inmediaciones de la estación de Villanueva de Córdoba ya se movían
tierras para la construcción de un hotel con servicios de todo tipo.
Con la inversión en la Comarca Trump pretendía diversificar
sus riesgos, por eso se abría a nuevos sectores no trabajados. Su idea era
formar un trust de colaboración con todos los sectores productivos de la zona
para dar salida a la producción íntegra de carne (bovina, porcina y ovina),
leche y queso, jamones, embutidos, artesanía comarcal, gestión de caza y
monterías, turismo rural, etc…..potenciaría productos de calidad de fabricación
“familiar” pero con procesos industriales tales como aceite, aceitunas, huevos,
gallinas, conejos, criaderos de caballos, actividades al aire libre, etc…..y
explotaría el cielo de Los Pedroches como uno de los cielos menos contaminados
del mundo. Hoteles de lujo y exquisitos campos de golf acogerían a turistas
millonarios que enfocarían sus telescopios hasta los confines del universo y al
mismo tiempo podrían disfrutar de las magníficas tradiciones de sus habitantes.
En coordenadas estratégicas de ausencia de luz y transparencia del cielo se
construirían sencillos, pero eficaces, observatorios astronómicos dotados de
las últimas tecnologías. La formación del personal y desarrollo de todo esto
estará supervisado por profesores de la Universidad de Granada especializados
en Astronomía y Astrofísica y técnicos de Calar Alto. ¡¡¡ A Mister Trump esta
mezcla de “business y ecología ” le empezaba a gustar. Le venía como anillo al
dedo para mejorar su imagen y acercarse a un sector y una zona con muy buena
imagen. Además le constaba la cálida, histórica y entrañable hospitalidad de sus
habitantes. El asunto era ganar dinero aunque para eso tuviera que disfrazarse
de ecologista. En dos años deberían plantarse 500.000 mil encinas a lo largo de
toda la comarca para tapar algunos lunares y consolidar, en lo posible, la magnífica
dehesa que Trump había disfrutado desde el aire.
Si todo iba bien, en cinco años la
comarca habría dado un cambio radical y las redes Trump irían invadiendo el
Valle de Alcudia y también La Comarca de La Serena. Con anterioridad a esta
expansión, el Trumpismo había
incorporado a sus planes al Valle del Guadiato. El verdadero objetivo de Trump
era formar una especie de Comunidad
Autónoma Trump uniendo por intensos y múltiples lazos comerciales estos
cuatro territorios que ya la COVAP previó en las últimas décadas del siglo XX.
Ante la sorpresa general Trump llegó
con poca escolta en un tremendo helicóptero que aterrizó en el campo de fútbol
de Alcaracejos, sede de la Mancomunidad. Como tarjeta de visita vestía la
camiseta del C.D. Mojino y un cheque de 50.000 $ para que añadieran a la equipación
habitual “Todos somos Trump”. Como
buen populista, desde el principio atacaba el corazón y la verdad es que ver el
escudo del equipo en el pecho del mandamás fue objeto de miles de fotos que
volaron a todos los rincones del mundo y ocasionaron algunas lágrimas entre los
hinchas del equipo local. El momento de sentimentalismo lo aprovechó para
recordar el proyecto de convertir el merendero del Pozo de la Benita en un futuro
Megaparque de Tecnología Avanzada, BenitaPark,
aún a sabiendas de ciertas reticencias del municipio. Muchos de los presentes
achacaron esta ocurrencia a una ensoñación etílica más que a una meditada decisión.
El despliegue de medios de
comunicación era enorme. Las unidades móviles de TV retransmitían en directo el
acontecimiento a todo el mundo. En el pueblo no cabía un alma más pues había
venido gente de toda la provincia y de toda España. A duras penas se pudieron
aparcar los 545 autobuses venidos de todo el mapa. El Sr. Trump, fiel a su
desprecio por los periodistas, sólo concedió dos entrevistas: una a su propia
cadena de TV y otra al corresponsal local del Diario Córdoba. El resto de sus
impresiones las fue comunicando con algunos Twitter que dictaba a sus tres
secretarias. A los suyos no les dio muchas explicaciones porque de sobra sabían
lo que tenían que decir y las imágenes que tenían que retransmitir. A un “America first” añadió “Los Pedroches, second”, en medio de un
delirio general. La gente aplaudía la magnífica ocurrencia que sus asesores de
imagen le habían preparado y agitaban con entusiasmo una especie de bandera
desconocida, híbrida, diseñada con las banderas de EE.UU., España y Andalucía.
Las estrellas habían cambiado de sitio y ahora se encontraban diseminadas
caóticamente por toda la superficie. Lo mismo le ocurría a las franjas rojas y
blancas que formaban una amalgama multicolor muy vistosa con el verde andaluz y
el amarillo español. Ver aquello desde el aire resultaba espectacular por la
tremenda mezcla de colores entre ropas, cabezas con gorras, banderas, pancartas
y globos. Alguien se atrevió a decir que todo esto estaba escrito desde hacía
tiempo ya que la bandera de EE. UU. siempre lució el blanco andaluz y el rojo
español. El significado de las estrellas desparramadas en la nueva enseña que
acababa de nacer estaba muy claro: Es el cielo de Los Pedroches. Una señora
comentó que se podría añadir una bellota en el centro, pero desistió ante la
perpleja mirada, teñida de reprobación, del marido y de su vecina.
Al corresponsal local no le dejó ni
preguntar. En plan colega, pero con tremenda superioridad, le echó la mano por
encima y directamente leyó – a duras penas en español – una nota en la que se
confesaba fans de todos los clubs de fútbol de la Comarca y enviaba un
afectuoso saludo a los sufridos abuelos y abuelas de la zona: “Gracias por haber conseguido unos Pedroches
grandes, les dijo. Gracias a vosotros estoy yo ahora aquí mejorando vuestra
obra”.
Como si de un secreto se tratase,
Trump les dijo a los alcaldes, en petit comité, que estaba dispuesto a vender
bellotas en conserva con salmuera, como si fueran aceitunas y que un exitoso
laboratorio americano tenía ultimada ya la fórmula de un exquisita cerveza de
bellotas. También se había patentado un licor de bellotas con miel pues había
que mejorar el que se vendía por algunos establecimientos de la zona. El
objetivo final sería la exportación a gran escala. Aparte de todo esto, Trump
traía firmado un contrato con la Coca-Cola. En él se autorizaba su venta con el
logotipo de la Mancomunidad de los Pedroches y nuevo sabor de la marca
enriquecida con esencias de bellota liofilizada. Asesores de su confianza le
tenían al corriente de que la dehesa de Los
Pedroches, llamada por los árabes con el nombre del "Valle de las
bellotas", es un extenso manto de encinas y alcornoques que cubre unas
300.000 hectáreas, lo cual la convierte en la más vasta de la península y, por
tanto, del mundo. Ser el protagonista total en una reserva única en el mundo
era una plusvalía que Trump estaba dispuesto a aprovechar en sus negocios.
Añadir su imagen a un ámbito rural de esta categoría sólo podría acarrearle
beneficios. El asunto de que los árabes estuvieron por aquí no le agradaba demasiado,
pero transigió cuando conoció el estudio de la Universidad Autónoma de
Barcelona[1]. Dicho estudio rechazaba
la hipótesis de una posible asimilación genética de los colonos bereberes
durante el periodo musulmán por parte de los habitantes de la Comarca de los
Pedroches.
A la comitiva le costó llegar desde
el campo de fútbol hasta la plaza. Trump tenía decidido ir andando. Su
populismo así lo exigía y se encontraba a gusto y relajado. La calle San Isidro
era un tsunami de personas que la escasa policía local difícilmente podía
manejar. Menos mal que habían llegado refuerzos de la Guardia Civil de pueblos
próximos. Los alcaldes cogidos de la mano lograron formar una especie de
circunferencia de protección, pero desistieron de ello cuando se percataron que
el propio servicio de seguridad de Trump intentaba romperla para que este
pudiera darle la mano a la gente, hacerse fotos con niños y personas mayores y
entregar billetes de cinco dólares. Llegar al Ayuntamiento fue un esfuerzo
sobrehumano que duró casi hora y media. Apenas 500 metros. A todo el mundo le
dolía el cuerpo de los continuos empujones, a veces casi aplastamiento. La
calle y la plaza eran una especie de gran patera irregular repleta, casi maciza
de cuerpos apretujados. Pero Trump y la comitiva con una voluntad de hierro
lograron atravesar aquella masa haciendo líquida la impenetrabilidad de los
cuerpos.
Subir las escaleras del ayuntamiento
fue mucho peor porque el edificio ya estaba lleno de gente. Al final los
alcaldes decidieron que subiera Trump sólo porque subir todos era prácticamente
imposible. No cabía un alfiler. Las personas no podían ni girarse. A quién le
pilló de espaldas así se quedó. Como mucho olieron el inequívoco y penetrante
perfume[2]
de la marca Trump pero no pudieron ver a su portador. Incluso para Trump solo,
llegar al balcón fue un Vía Crucis suavizado por los seis gigantones que le
acompañaban.
Desorientado
y somnoliento me levanté y busqué a Trump por mi habitación sin diferenciar aún
el sueño de la realidad. Allí estaba. Me estaba mirando y me apuntaba con el
dedo desde la portada del libro de Vicente Vallés. El día anterior había estado
en la presentación del libro.
A modo de epílogo, y ya despierto, imaginé
a mister Trump en Alcaracejos convirtiendo la Plaza de los Pedroches en su
helipuerto particular. Me lo supongo, bañado en multitudes sin dejar de decir “Alcagasegos, vivvva Alcagasegos”.
Dominado por sus caprichos y su tremendo populacherismo no se iría sin probar
un buen plato de lechón –animales felices
en la Comarca- y unas migas tostás,
acompañados de un medio de Montilla–Moriles, wisky espaniol según él. El Ayuntamiento –obnubilado por la
magnitud de la visita y las posibles inversiones– descubriría una placa
conmemorativa de madera de encina que Trump, emocionado, mandaría arrancar para
llevársela de recuerdo y colocarla en el Despacho Oval. Cómo Trump no sabe
castellano y el alcalde no sabe inglés ambos interpretarían a la perfección el
lenguaje de signos, de gestos y sonrisas.
Las cosas empezaron a torcerse
cuando Trump planteó en la Mancomunidad su intención de construir un muro, a
modo de muralla pedrocheña, que aislara la Comarca para protegerla de la posible
llegada de gentuza indeseable. El cambio de la gente fue radical y Trump sintió
una soledad tan pesada como el batolito de granito. No lo pudo soportar y se
marchó por dónde había venido. No aceptaba ni media negativa.
¡Este hombre es más bruto de lo que
parecía! Comentó el conserje al cerrarle la puerta de Alcaracejos. En los
Pedroches no nos gustan las fanfarronadas, remató.
[1] “Y-chromosome Variation in South Iberia:
Insights into the North African Contribution”
LUIS
ALVAREZ, * CRISTINA SANTOS, RAFAEL MONTIEL, BLAZQUEZ CAEIRO, ABDELLATIF BAALI,
JEAN-MICHEL DUGOUJON, AND MARIA PILAR ALUJA Unitat d’Antropologia Biolo `gica,
Departament Biologia Animal, Biologia Vegetal i Ecologia, Universitat Autónoma
de Barcelona, 08193 Cerdanyola del Vallès, Barcelona, Spain.( AMERICAN JOURNAL
OF HUMAN BIOLOGY 2009).
[2]
Donald Trump de Trump es una fragancia de la familia olfativa
Amaderada Aromática para Hombres. Las Notas de Salida son menta, pepino,
albahaca negra y cítricos; las Notas de Corazón son notas amaderadas, notas
especiadas, pimienta y notas herbales; las Notas de Fondo son maderas exóticas,
notas especiadas y vetiver.