07 abril 2024

Al margen de la guerra * Lo que sé por mí

 

Portada de la obra

Se trata de un librito de setenta y tres páginas, algo extraño. Su autor es José Fernández Escribano “Juan de los Pedroches”, durante cuarenta y un años Jefe de Telégrafos de Pozoblanco. Licenciado en Derecho. Autor de poesías y de diversas colaboraciones. Sobre todas sus actividades valora la de haber sido durante muchos años profesor de la academia Santo Tomás, en Pozoblanco, a cuyos alumnos dedica algunos de los relatos contenidos en este pequeño gran libro.

En mi opinión, el librito es un ejemplo raro. No habla de buenos ni de malos, ni de batallas ni de estrategias. Al margen de la dureza de lo que acontece cuenta cosas sencillas, aunque es inevitable que refleje el ambiente que se vive de intranquilidades, penurias, necesidades y sufrimientos.

Afinando la crítica, incluso lo podíamos clasificar de un libro un poco soso. De su lectura se desprende que el autor debió de ser una buena persona, no hizo daño a nadie y supo vivir con los unos en la guerra y con los otros en la postguerra.

El libro lo dedica a Pozoblanco y a sus vecinos que sufrieron, como él, en esa época, la maldad de los hombres. Está publicado en 1985. Lo escribe por un deseo vehemente de dar a conocer como fueron los personajes, de uno y otro bando, que se citan en la contienda. Dice actuar por un imperativo de conciencia. En medio de tanto horror, las páginas están llenas de sana humanidad. Quiere decir la verdad, su verdad.

Estamos seguros que la libertad para escribir sobre la maldita Guerra Civil del 36 ha ido aumentando con el paso de los años. Así los hijos de la guerra tenían muy poco margen porque eran prisioneros de la proximidad, de todo lo que habían visto, oído y sufrido en primera persona. Para los nietos aumentó la libertad y por tanto el espacio del relato, disminuyeron las ataduras. Lo sabido fue por leído y contado pero no por sufrido, aunque algunos si fueron privados de derechos y libertades por ser familia o simpatizantes de la causa, mal llamada a mi juicio, republicana. Si sufrieron, su desgarro fue menor porque nada es comparable con la dureza vivida en los frentes o con las imágenes de cadáveres semienterrados entre las ruinas de un bombardeo. La carga emocional, por lógica y fortuna, ha ido disminuyendo a pesar de que algunos se empeñan en alimentarla y son más guerracivilistas que los que combatieron en primera fila hace ya casi noventa años. Me sumo a las palabras de David Uclés (Úbeda, 1991) que asegura que “los biznietos podemos escribir con más libertad sobre aquella guerra que partió España en dos en 1936”. Me gustaría añadir que seguramente con mayor objetividad también.

Es por todo eso que me asombra que José Fernández Escribano, testigo directo de los tres años de guerra en Pozoblanco encontrara su margen durante la propia guerra y escriba sobre la humanidad de personajes decisivos en el desarrollo de las hostilidades en aquella zona. Asegura que “su amistad fue tan íntima con el Aquiles como con el Héctor de aquella contienda. Amigos entrañables fueron Juan García y Joaquín Cabrera, nacionalistas. Igualmente se encontraban entre sus amigos Joaquín Pérez Salas, Rafael Rodríguez, Emiliano Mascaraque, Manuel Castro Molina e Ildefonso Castro, republicanos. Con todos ellos conviví, comenta, y todos me tuvieron por cordial amigo”.

Achaca a su buena suerte, y sobre todo a la Providencia, el haber podido desempeñar el cargo de telegrafista en Pozoblanco durante más de cuarenta años, puesto de máxima confianza, desde antes de la guerra, durante la guerra y después de la guerra. Por su mano pasaron documentos vitales e históricos secretos. Él siempre mantuvo el secreto profesional.

Su afición literaria le llevó en 1985 a narrar y valorar lo que “a su entender” debe ser contado. Además, está seguro, que si vivió y sobrevivió, si conservó cierta ecuanimidad y libertad de espíritu –en circunstancias tan críticas- debe hacer partícipes de sus conocimientos a quienes así lo deseen.

Termina su pequeño prólogo con un párrafo que se me antoja delicioso. Dice así: “Si el lector encuentra demasiado bondadoso a algún personaje que creyó malvado, o viceversa, debe recordar la frase del clásico que hace suya: “Amigo de mis amigos, pero más amigo de la verdad”. Esta frase en los tiempos que corren de fake, postverdades, medias verdades, baratos politiqueos y mentiras galácticas es un torpedo en la línea de flotación de ese perverso mundo que tantas falsedades e intereses esconde.

El libro es una pequeña colección de valores éticos y morales. Está lleno de buenas y bonitas enseñanzas cualitativamente importantes.

Sus coordenadas temporales se sitúan entre el 17 al 30 de marzo de 1937, fecha en la que los nacionales lanzaron una tremenda ofensiva sobre los Pedroches y en concreto sobre Pozoblanco, plaza que se les resistió por el buen trabajo de Pérez Salas.

Tiene observaciones realmente interesantes sobre las condiciones de vida que atravesó la gente durante la guerra y primeros años de postguerra: comidas, pueblos evacuados (Pozoblanco sin tarugos), clima de ciertos días, reflexiones sobre lo que estaba ocurriendo, ambiente alrededor de los pueblos (mucha gente se fue a vivir a las huertas, al campo, a los cortijos para evitar los bombardeos), soledad, impunidad de la soldadesca, miedo …..

A pesar de los años, por los temas que toca y el tremendo humanismo del autor es un libro que transmite paz y serenidad. ¡Lástima que no tuviera más páginas!

Contraportada


23 febrero 2024

Mónica, Enzo y Antonio

 

Enzo en L'Aquila, cerca de Roma, disfrutando de una beca, 2022

ANTONIO y ENZO[1]: bisoñez y experiencia

               Miércoles, veintinueve de enero del dos mil veinte. Era ya anochecido cuando me tropecé con Mónica por la “Puerta Almodóvar”, en Córdoba. Desde hacía un par de años no nos veíamos. Me alegró comprobar que sigue conservando sus buenas vibraciones: cariñosa y simpática. No sé cómo lo hace pero transmite una dulzura próxima que te inunda y que te hace “dejarte querer”. Debe ser natural. Todo su yo te seduce tranquilamente. Te atrapa. Va con su tímido hijo Enzo, 13 años. Conversamos sobre las compartidas clases en las que intentábamos aprender inglés, … me recuerda que yo hablaba de mis trabajos sobre el pueblo... le digo que sigo con ellos pero el inglés lo dejé debido a esa manifestada incapacidad de hacerlo mío. Por la acera de al lado pasa un hombre con prisa y Mónica lo llama… Antonio… Antonio... Volviendo su mirada hacia nosotros don Antonio se para. Mónica lo presenta: Antonio Prieto “El Cordobés de la guitarra”, hombre de fama, catedrático en mundología, cordobés y flamenco de pura cepa, un “pata negra”.

               Hablamos y me entero que Antonio le da clases al hijo de Mónica, clases de guitarra ¡claro!… Mónica propone tomar una cañita… le digo que no….pero en unos segundos me dejo llevar... Entramos en la Taberna Casa Bravo, antiguo despacho de vinos, donde “lo flamenco” y un sano tipismo cordobés lo destila el ambiente … Antonio se mueve a sus anchas … conoce al tabernero y a parte de la gente que se apoya en la barra… les dice que viene con un niño, “un monstruo de la música, un guitarrista nato”, un nuevo “Paco de Lucía”, pero en este caso de Córdoba y muy joven…

Antonio Prieto "El Curri", El Cordobés de la Guitarra

               Pasamos y tomamos asiento. El local se ensancha en un salón con abundante gente. La mayoría son guiris y Mónica contenta, llamando al camarero, pide que nos invite. Antonio no deja de hablar de sus años de guitarrista en Venezuela, de que – siendo muy joven - actuó para Frank Sinatra y realizó varias giras con orquestas sinfónicas, comenta con orgullo. Explica que conoció cinco presidentes venezolanos... y recuerda el comentario que le dedicó Hugo Chaves “como El Cordobés que hacía llorar a las guitarras”. También actuó con Raphael en una ocasión. Se queja un poco de que, después de haber cotizado un montón de años, el gobierno venezolano le niega su pensión ……y exalta con entusiasmo la cultura del esfuerzo y del sacrificio. “El que quiera ser artista, ya sabe…..”. Va enlazando recuerdos y habla de sus inicios en Barcelona dónde ganaba más dinero con trece o catorce años que toda su familia junta. Su padre estaba “con la mosca detrás de la oreja” pensando que el niño hacía algo raro por allí, hasta que un día los dueños del tablao lo invitaron para ver lo que su joven hijo hacía: “Tocar la guitarra como los ángeles apasionados. Eso era todo.” Fue una noche feliz, bastante larga, recuerda Antonio. Sigue diciendo que ha trabajado con bailaoras y cantaoras, ellos y ellas... Él siempre su guitarra procurando sacar lo mejor de sí mismo. Con emoción comenta que Rocío Jurado era una señora y una dama de la canción arrebatada por todo lo andaluz… Sus comentarios le salen a borbotones con un acento desenvuelto lleno de gracia andaluza, ocurrente e ingenioso. Tengo la sensación de que podría estar hablando semanas enteras sin aburrir al personal. ¡Es un artista!

               De repente deja de hablar y llama al tabernero. El tabernero mira y Antonio como tomando con sus dos manos una invisible guitarra mueve todos sus dedos. El cantinero entiende que traiga la guitarra y en medio del barullo de la gente que hay, con suavidad precisa, don Antonio la comienza a afinar. Él tiene una cejilla. Por si le hiciera falta siempre la lleva encima. Su experiencia le dice que guitarra suele haber, cejilla a veces no… Y comienza a tocar….

               La verdad es que lo hace muy bien, lo siente… alguna gente mira, otros pocos nos graban y yo me empiezo a preguntar qué puñeta hago aquí. Me veo fuera de sitio pero la tranquilidad de Mónica me facilita seguir… ella está feliz… contenta… segura…. reparte las tapitas entre nuestros platitos... Antonio llama a Enzo y con su voz quebrada le dice convencido: ¡Niño, tócate argo! Es casi una orden cantada. El chaval, a pesar de las tapas ya comidas tiene la cara pálida… deben de ser los nervios. Ante la insistencia de su madre y del maestro toca algunas escalas. Suena bien, algo bajito… Es muy joven pero suena bien. La gente lo mira con cara de perplejidad. En sus rostros puedo leer: ¿Pero cómo es posible que siendo tan niño, toque tan estupendamente? Con voz casi apagada bisbisean: no quieren que se rompa el duende del momento ni que el joven maestro pierda su conexión con él. En sus fibras sensibles guardan la admiración que sus caras reflejan. No saben que detrás se acumulan seis años de Conservatorio, cientos de horas de trabajo y varios meses con don Antonio y su duende. El Niño sigue con lo suyo impregnando el ambiente de castizas notas aflamencadas con sabor a Cuevas de Sacromonte. “A este niño hay que darlo a conoser …poquito a poco ….pero que la gente lo conozca”…le dice don Antonio al tabernero: “Vendrá alguna tarde….cuando pueda….”. El tabernero, “Encantao….que venga cuando él quiera”… Enzo se anima un poco, se relaja, va calentando ….”Toca un poquito más fuerte, que la gente te oiga”… A Mónica se le quieren salir los ojos de la cara y lanza besos imperceptibles a su hijo, lo arropa con la mirada… el chiquillo se percata del apoyo de la madre y se va soltando… se atreve a hacer cosillas más difíciles aunque se atasca un poco….”Eso es normá” dice el maestro. La mesita de al lado pregunta: ¿Qué edad tiene este niño? Trece, tiene trece, dice la madre.

               Mis sensaciones son de un privilegiado. El destino me está regalando un ratazo estupendo, imprevisto. Parezco flotar en un ambiente al que no pertenezco. La presencia de Mónica, su delicado tacto social –pero seguro- y la veneración que muestra por su hijo me hacen sentirme bien. “Este niño promete” "¡Y está empezando!””! Si sólo lleva cormigo seis meses la criaturita¡”…”Demasiao”….Son las 21’12, horario capicúa. Le pongo un Whatsapp a Elvira diciéndole que esté tranquila, que luego se lo explico, que tardaré un ratillo. Ante mí, un escenario impensable apenas media hora antes… un encuentro gustoso, inesperado. Asisto a un espectáculo natural y sencillo, familiar y entrañable. Estoy alucinando.

               La gente escucha atónita. Una señora, sorprendida y pasmada nos confiesa sincera: “Por Dios, que yo no me esperaba esto” ¡Tenemos un artista, un artista muy joven! ¡Una bendición!

               Nos tenemos que ir. Mónica nos invita. Está feliz. Saliendo por la puerta, Antonio, por su notoriedad se para a saludar. ¿Qué hacemos por aquí? preguntan unos sénecas con la copa en la mano. “Trabajando un poquito, bueno disfrutando esta joya... joya que poco a poco habrá que abrillantar”. Pues eso habría que verlo… Antonio, sin dudar, le solicita al niño que busque la guitarra. Otra vez esa funda y otra vez rasguear.

               Enzo, envuelto en su timidez, es un niño seguro y comienza de nuevo y con las vibraciones que le manda su madre, su maestro y la guitarra –ya bastante más suya– hace temblar los tímpanos de estos clientes asiduos que han hecho de la tasca su visita diaria. Un poco displicentes, porque un séneca no puede exhibir nunca demasiado entusiasmo, asienten con la cabeza apretando los labios. Uno de ellos se lanza y afirma sorprendiendo: “Pues sí que lo hace bien este muchacho”. Enzo no dice nada, pero entró siendo un niño y ha ascendido a muchacho. Algo es algo, se dice para dentro.

               Antonio con sus tablas echa el invisible telón en forma de palabras: “Ustedes disculpen pero es que el guitarrista tiene que madrugar. Nos tenemos que ir. Niño… ¡ Ve recogiendo!”.

               Los tres desaparecen con el deber cumplido. El maestro contento, la madre satisfecha y el niño, algo cansado, quiere llegar a casa. Sus largos dedos jóvenes continúan punteando un mástil que no existe dentro de sus bolsillos y con su mente clara sigue una partitura guardada en un cajón de la mesa de estudio. Ha sido una experiencia que nunca va a olvidar. Improvisar guitarra en un espacio público es un hecho importante. La simiente está echada. La planta, crecerá.

Antonio y Enzo

Córdoba, veintinueve de enero del año veinte veinte, para Mónica y Enzo.



[1] Género: Masculino. Origen del nombre Enzo: Germano.

                    Enzo es de origen germano, aunque es una adaptación medieval al italiano de Heinz. Su significado es 'príncipe de sus tierras', 'El amo de la casa' 'El señor de su morada'. Era un nombre particularmente utilizado en Italia que se hizo más popular cuando se eligió como Rey de Cerdeña a Enzio, hijo de Federico II de Hohenstaufen, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

                    Los varones llamados Enzo son particularmente inteligentes, astutos y vivarachos. Desbordan energía y saben adaptarse a los cambios, pero son sensibles y se toman las cosas demasiado a pecho. En cuanto al amor, los Enzo son sentimentales y apasionados. Cuando conocen a alguien y sienten que es una persona especial, ponen toda la carne en el asador por su amor. Siempre dan lo mejor de sí mismos, por lo que quien esté con un Enzo disfrutará de un romance dorado.

                    Aunque sí lo es en América Latina y en Italia, en España el nombre de Enzo no era muy habitual, aunque en la segunda década del siglo XXI se ha popularizado entre las celebrities. Así, el futbolista Guti y Romina Belluscio llamaron de esta forma a su hijo, nacido en 2013. Ese mismo año, Borja Thyssen y Blanca Cuesta llamaron a su tercer vástago Enzo. En 2016, el jugador del Fútbol Club Barcelona Sergio Busquets se convirtió en padre por primera vez junto a su pareja, Elena Galera; el bebé fue llamado Enzo.

05 febrero 2024

Uno se cansa

 

Agua y sequedad. El Guadalquivir desde Doñana, 2015.

               “Uno se cansa de nadar a contracorriente, de pretender que el hombre no sea como es, de que la vida sea lo que no es… Uno se cansa de hablar para nada, de vivir para nada, de soñar para nada, de trabajar … Uno se cansa, como Ocnos, de trenzar primorosamente el heno que se van a comer los asnos, porque a los asnos les da igual… Uno se cansa de vivir en un mundo que no le gusta, rodeado de gente que no le gusta… Uno se cansa de navegar en un mundo a la deriva… Uno se cansa, pero no porque sea propenso al cansancio, sino porque hay que ser de cemento armado para no cansarse de mentirosos, de aprovechados, de corruptos, de maleantes, de pícaros, de incompetentes, de ignorantes, de necios, de tipos zafios y vulgares. Uno se cansa de que siempre sean ellos los que nos hagan el mundo a su medida, no a la nuestra”.

Quintero J., Memoria del silencio. El mundo desde la colina. Edición de Rosa Ponce, 2023, página 99.

               Jesús, con ese aroma de distancia y soledad, rodeado de silencios, nos introduce en un mar de desánimo, impotencia, cansancio y cierto abatimiento. Estamos en momentos de bajón y de botellas medio vacías. Es humano. Somos humanos. Se desprende fracaso de esas líneas, al menos transitorio.

               Traer a colación estas pensadas palabras se debe a que somos muchos los que con frecuencia caemos en ese desconsuelo. Nos identificamos plenamente con esas líneas, las hacemos nuestras y las convertimos en pesadas losas que nos lapidan. Pero no puedo renunciar a una evidencia y es que en medio de la gran oscuridad se ve mejor la luz. Es en la noche cerrada donde se observan las estrellas titilar con claridad.

    En medio de tanta confusión, de tanta turbiedad y de tanta penumbra –en definitiva de tanto egoísmo- brilla la luz de la entrega desinteresada y de la generosidad. Se observa inteligencia y gente competente. Hay personas que no se aprovechan ni de sus conocimientos ni de su posición y que detestan la corrupción. Existen hombres y mujeres que buscan la verdad y aprecian el primor del heno trenzado y el olor de un jazmín. Hay palabras que calan, soñar abre caminos, trabajar te hace mejor y se puede combatir la necedad y la zafiedad con el ejemplo, la formación y la cultura. No está bien alimentar con margaritas a los cerdos, pero está bien criarlas porque su sola presencia embellece el paisaje y alienta la esperanza.

Vivir cuesta trabajo y el camino es quebrado, pero el mundo sería mucho peor sin la presencia de mujeres y hombres de buena voluntad. Y haberlos, hailos, aunque sus actuaciones no se  conozcan demasiado. Las buenas noticias nunca fueron noticias.

Termino con unas frases de Benedetti que nos reafirman en "el camino".

"No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento, porque no estás solo, ¡porque yo te quiero!" Mario Benedetti

No está mal ser la zona central del bocadillo Quintero - Benedetti.

22 enero 2024

La tita Mari Luz

 


            A Anselmo le gustaba merendar siempre su té con algo sólido. Sin darse mucha cuenta, observó que llevaba varias semanas degustando una torta de Inés Rosales[1]. A sus sesenta y tres le seguían cautivando su sabor y textura. Con el primer bocado resonaba en su mente un huracán de recuerdos que lo trasladaban raudo a los años sesenta en el pasado siglo.

-        Hay que ver lo que son las cosas. Se me acaba un paquete y con azul irreflexión me proporciono otro, se decía para sí. Parezco programado.

Consciente del elevado nivel de azúcar del delgado cilindro, era rara la tarde en la que Anselmo disfrutara de un ejemplar entero. Lo normal son dos días para una sola torta, le explicaba a su mujer.

Pero, recientemente, en una de esas tardes inesrosaleada, después de unos bocados, esperando que el agua temblara en el microondas para extraer el té que la bolsa protege cual cofre de papel, el dique cerebral que encierra los recuerdos sembrados se le ha venido encima. Inspirado por la matalahúva que adereza las tortas, le ha llovido en la mente un alud de nostalgias impregnado de imágenes.

 Foto de Ismael Sánchez Aparicio
(Cruces de Añora, Ismael Sánchez Aparicio y Alejandro
 López Andrada, 2011, pág 57)

            Una mujer mayor, con el pelo canoso, piel blanca, ojos azules, voz aterciopelada, el rostro bondadoso, sonrisa entrecortada, delantal gris rayado y manos por delante, con tierna timidez le ofrece, candorosa, una torta de aceite: “Cógela. Están muy buenas. A los niños os gusta”. La casa era muy grande, con el suelo de piedras, chineros a los lados y bóvedas de arista. La mujer, ya viuda, no había tenido hijos. Anselmo, en su niñez ingenua, nunca supo entender aquella esplendidez. Una magnificencia en la que no indagó por ser muy natural, aunque tuvo presente que su padre, a la tía Mari Luz, la tenía en gran estima y la consideraba parte de la familia. Aquella gran señora, con cierta distinción, repitió muchas veces sus redondos regalos que Anselmo, como niño, siempre aceptó gustoso. Resultaba imposible negarse a sus deseos y rechazar la torta. Era mucho su amor y la envolvente cálida que su voz de jazmines propagaba era pura caricia.

            Con el tiempo averiguó que la tía Mari Luz, cuñada de su abuelo, fue esposa cariñosa de Antonio Salvador y que este, a pesar de su comprometida militancia política y sus grandes esfuerzos, no pudo hacer honor a su nombre y no logró impedir que, en el aciago agosto del triste treinta y seis, la malvada ruleta de la mala fortuna adjudicara el premio de una muerte arbitraria a su querido hermano, Juan. Tras varios días de encierro obligatorio, con guardias en su puerta, Salvador salió presto pidiendo explicaciones a los suyos. Se le recomendó que no insistiera nada.

            Esas tortas de aceite, que la valiente Inés comenzó a fabricar allá por los albores del denso siglo veinte, eran la conexión de la tía Mari Luz con la familia de su eterno marido. Que unos sobrinos nietos -a los que la guerra privó, igual que a muchos otros, de conocer a su abuelo- comieran aquellas tortas revitalizaban sus lazos con el cónyuge muerto y su infeliz cuñado.

Quizás aquellos sobrinos políticos sustituyeron a los nietos que nunca consiguió; quizás su instinto maternal se prolongó en el tiempo; quizás su corazón guardó alguna sacudida de culpa atragantada; quizás, quizás su soledad de hielo le obligaba a salir a la puerta y como sin querer, pero con voluntad inconsciente, buscaba aquellos niños en la calle. Ya nunca lo sabremos. Pero el recuerdo de esas tradicionales tortas, que ayudaron a Inés a remediar su hambre, Anselmo con sus primos lo mantendrán unido a una sonrisa amable, a un regalo imprevisto, a un cariño callado, a una niñez de aldea y a un juego de canicas que cada tarde–noche los juntaba en la puerta de la tía Mari Luz ante la enorme losa cuadrada y de granito, tablero imprescindible de sueños infantiles, y una luz amarilla que el viento columpiaba con un chirrido suave.

            Hoy, demasiado tarde, quieren decirte ¡¡ Gracias, tía Mari Luz!! ¡Mensaje comprendido! Tortas de Inés Rosales hacen del pasado presente. Realmente son tortas únicas



[1] Inés Rosales, una mujer valiente y trabajadora comenzó a hacer unos dulces tradicionales del Aljarafe, llamados 'Tortas de Aceite', siguiendo una receta tradicional que se había ido transmitiendo de generación en generación. Castilleja de la Cuesta, 1910.

 

14 enero 2024

Cifras y Letras


 


Desde mi infancia y adolescencia me hicieron convivir con la desacertada idea de que la cultura se dividía en Ciencias y Letras. Lo frecuente es que academias y asociaciones se establezcan por especialidades, excepto la Real Academia Española. Por fortuna la Lengua es una herramienta común. Eso la convierte en lugar de encuentro y le da una potencia enorme, aparte de que hablar y escribir se identifican con la vida. En las universidades españolas los planes de estudio están muy especializados: los grados de Letras, Ciencias y Tecnología parecen cuñados enfadados. En la sociedad -salvo honrosas excepciones- lingüistas e historiadores saben poco o nada de Ciencias, viven en mundos inconexos con científicos que tampoco acaban de relacionarse del todo con la Lengua, la Historia o la Filosofía. Ciencias y Letras eran, y hoy casi son, dos líneas paralelas en las que además se observa un invisible muro entre ellas, muro creado por los hombres, pero al fin y al cabo, muro. Esta frontera real responde mas a limitaciones o vanidades del ser humano que a la historia de la humanidad pues no siempre fue así. Algo parecido ocurre con las fronteras entre países, razas o lenguas. Las razas siempre se mezclaron, las fronteras entre países siempre sufrieron modificaciones por guerras o acuerdos y los políglotas, el comercio y los viajes evaporan –afortunadamente- las diferencias entre idiomas. En pleno siglo XXI considero inadecuado que una lengua se mantenga en un territorio por la alimentación artificial política y con leyes férreas de vigilancia. ¡¡¡Las lenguas no tienen dueños!!!

La historia de la humanidad está llena de transgresores. Aristóteles (384 a.C.–322 a.C.) destacó en Ética, Política, Astronomía, Biología, Botánica, Zoología y Antropología. San Isidoro de Sevilla (560-636), pedagogo y profesor de filosofía aristotélica, conectó la herencia que griegos y romanos nos habían dejado con los visigodos. El saber de San Isidoro fue universal y abarcó todas las materias de las ciencias y las letras. Averroes (11261198), filósofo y médico andalusí, maestro de filosofía y leyes islámicas, matemáticas, astronomía y medicina. Maimónides (1135-1204.) filósofo, jurista, médico y algo poeta. Leonardo da Vinci (1452–1519) fue a la vez artista, científico, ingeniero, inventor, anatomista, escultor, arquitecto, urbanista, botánico, músico, poeta, filósofo y escritor. Goethe (1749-1832 ) fue poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán. Humboldt (1769 - 1859) geógrafo, naturalista , explorador y poeta, influenciado por la Ilustración y la Revolución Francesa, afirmó que para abarcar toda la Naturaleza como un Todo, es necesario contemplarla bajo dos aspectos, el científico y el literario. José Echegaray (Madrid, 1832-1916) matemático, dramaturgo, político y Premio Nobel de Literatura en 1904. Gregorio Marañón (Madrid,1887-1960) desarrolló importantes trabajos como médico, científico, historiador, escritor y pensador. La lista sería interminable.

           La cita de estos extraordinarios personajes pretende poner de manifiesto que la especialización de saberes no es la única salida, existen otras. La opción es clara: la integración de las distintas ramas del conocimiento es una visión más completa y enriquecedora del ser humano. La sociedad de hoy necesita especialistas, es cierto, pero no podemos ignorar que el ser humano tiene y puede desarrollar muchas dimensiones simultáneamente. Todo depende de las ocasiones que se presenten, de la educación, de la motivación, de la curiosidad… Un niño puede expresarse bien y con relativa facilidad en dos idiomas a la vez aunque la mayor parte de los mortales dominemos sólo uno. Retomando el título de estas líneas y su principal idea subyacente podemos afirmar que Cifras y Letras son caminos complementarios en el sendero del saber humano. Letras y Cifras convergen hacia el ser humano. Lo explican, lo definen y lo enriquecen. Simplemente adornan el universo en un plano de igualdad y a los humanos, tanto unas como otras, nos hacen mejores y más sabios.