A
veces, Rododendro Fernández despertaba en la madrugada y no podía volver a dormirse.
Se desvelaba sin razón aparente conocida y durante ratos interminables le daba
vueltas a situaciones pendientes de resolver, a la familia o a señalados recuerdos. También a sus miedos. El más repetido era el que estaba siendo
perseguido por un toro, toro que jamás lo cogió pues llegado el momento se
despertaba envuelto en una gran agitación. En medio de ese revoltijo de
imágenes e ideas era premio mayor de lotería recuperar
el sueño, lo cual no ocurría siempre. En muchas ocasiones, durante horas, seguía viajando mentalmente desde la
pista de despegue en modo de almohada. En ese estado de somnolencia
semiinconsciente se le ocurrió pensar que imaginando monocolores se dormiría
más pronto, más relajado. Parece ser que el ocupar la mente recreando escenarios
personales la despiertan, la mantienen vigilante y seguramente la secreción de
adrenalina será mayor por la intensidad de la implicación. Pensar en colores es
algo más abstracto pues no tiene nada, o casi nada, de personal porque el
protagonista es el color. En los insomnes entrenamientos su mente funcionaba con
el poder de un prisma óptico y la separación entre colores fue cada vez más nítida.
Aquellos ejercicios de disyunción mental, apoyados por un control respiratorio,
hacían circular mensajes de relajación y bienestar a todos los rincones de su
cuerpo. Esporádicamente se dormía y a veces no, pero su cuerpo flotaba entre
colores capaces de soportar su peso.
Para imaginar el blanco siempre
pensó en la nieve asociada a la cúspide de una montaña clásica en forma de pirámide.
También se detenía en la cal blanca de los pueblos blancos, en los osos polares
y en tiestos de jazmines, lirios y margaritas. Muchas nubes son blancas y
camuflan perfecto a las palomas blancas. Una página en blanco es fuerte
tentación para aquellos que escriben. Si las estatuas hechas con puro mármol
blanco fueran de otro color serían menos hermosas. El blanco es inocencia, paz
y tranquilidad. Ahí estaba el blanco en las negras noches.
En palabras de Nazir Haffar, el
negro no es un color, sino su ausencia. El negro fue siempre carbón negro
bañado en la oscuridad. Rododendro, a veces soñaba con un mar de
carbón líquido donde los peces negros nadaban sin ser
vistos disfrutando el vaivén de grandes olas negras. La noche es negra como lo son las alas de los cuervos en los Pedroches y en ella los tulipanes negros, la reina de la noche, forman parte de ese ambiente invisible. Los
agujeros negros del Universo tienen presa la luz y la materia. Son grandes egoístas. En la vida diaria el color negro simboliza el enigma, el misterio, lo secreto o lo
desconocido. En ropa es elegante y afila la silueta.
El hombre insomne con nombre de
vegetal imaginaba el amarillo de las madrugadas como el Sol radiante de un día
de primavera asociado a unos ojos que se esforzaban en mantenerse abiertos. Un
tono de amarillo era el heno agostado en los Pedroches y en contraste con él,
estaba el amarillo de Van Gogh y sus indescriptibles girasoles. El amarillo de
insectos como abejas y avispas nos reconcilia con el medio ambiente. En la
cocina lo amarillo marca una diferencia: frutas como la piña y el plátano, y
hasta verduras como el maíz y el pimiento amarillo determinan fronteras más que
sólidas. Atardeceres amarillos, dorados, son parte de horizontes canarios donde
el agua del mar parece arder con su hechicero encanto.
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En verde. (María Velasco, 2024) |
El
verde lo hermanaba un poco con su nombre y con el césped de un inmenso e inútil campo de golf sin hoyos. A veces. imaginándose un dron, se situaba en la cima de una montaña para vislumbrar
desde allí las copas verdes de millones de árboles, las cuales simulaban una alfombra gigante. El verde era básicamente,
Naturaleza y el color de algunas letras de canciones que hablaban de esperanza.
Tener esperanza siempre ayuda a dormir. Rododendro, en sus semidormidas ensoñaciones, evocó que recientemente había recibido un cuadro
de su sobrina política, María. Ella había utilizado solamente el color verde, mil
distintos tonos de verde que recordaban a los paisajes de Catamarca. Una
fantástica obra del arte contemporáneo.
En
el caso del rojo le resultaba imposible disociarlo de la sangre, una sangre que
da vida y acude a las heridas para sanarlas. De todas formas, el rojo, lo
utilizaba poco porque se asocia con sombras de peligro, violencia, ira, malicia
y agresión. La pasión, la fuerza, la lujuria, el poder, etc… parejas de lo rojo,
no ayudan a sosegar el espíritu y conciliar el sueño.
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Azul (Ignacio Sabariego, 2024) |
Las
nubes de nivel medio suelen ser grises. También lo son las cenizas. En el libro
de Momo, de Michael Ende, los hombres grises son unas “personas” que intentan,
y consiguen, hacer que los humanos ahorren tiempo para guardarlo ellos. El
maestro Hora les llamaba “parásitos”. Precioso gris cristal es el color del
sulfuro de plomo que desde los tiempos líticos se guarda en las entrañas de los
Pedroches y también el apellido del famoso pintor madrileño, maestro del
cubismo. Aquí vuelven a aparecer los tonos y matices pues resulta imposible admitir
un solo tinte. El naranja y el limón van vinculados con sus propias frutas.
Para el azul estaba la enormidad del cielo y el cuadro de su sobrino,
Ignacio Sabariego, en el espectro de los azules. Una maravilla que solo podía pintar él. Una suerte, pensó, tener dos sobrinos que expresan sus emociones con colores.
Por
fortuna la Naturaleza está llena de multitud de pigmentos, con multitud de tonos.
¿Alguien pensó alguna vez en una Naturaleza en blanco y negro? Qué tristeza
¿verdad? Eso quedó atrás en el submundo de las imágenes, fueran fotos o cine. La vida es de color y los colores nos rodean ……quizás por eso pensar en un color o tener sueños de
colores nos relaja y nos ayuda a dormir.
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Paso de peatones (Bergen, 2024) Foto SMG |
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