31 mayo 2024

Alcaracejos y Trump

            

Alcaratrump

            Desde hacía tiempo los asesores de Trump, en contra de la opinión de este, le venían aconsejando invertir en España. Aprovechando la debilidad económica por la coyuntura de un país en crisis, Trump comenzó a pedir información y tras largas conversaciones evaluando ventajas e inconvenientes decidieron instalarse en Andalucía, en la Comarca de Los Pedroches.

            El señor Trump no hace favores y sólo y exclusivamente sus puros intereses económicos determinaron esta decisión. La situación de la Comarca era idónea para invertir por su estratégica posición geográfica, su dinamismo y por la hiper-óptima acogida que habían tenido en la zona los contactos iniciales entre el Delegado de Trump España y los responsables de la Mancomunidad. Pero lo decisivo fue el alto valor ecológico del conjunto del territorio: Trump necesitaba bañarse en las puras aguas de un paisaje purificador y limpio donde la única contaminación del aire es el trino de los pájaros. Hasta ahora no se habían producido grandes inversiones de capital extranjero por lo que la marca Trump sería recibida como agua de mayo. Una noticia de este tipo despertaba la alegría de los habitantes de la zona después de unos meses de impertinente sequía. Los Pedroches eran una plataforma de futuro para llegar al resto de Europa y a un tiro de piedra de la inmensidad de África. Todas las carreteras comarcales serían mejoradas por la Diputación y el Gobierno Central se había comprometido a convertir en autovías la N-502 y la N-432 para llegar al aeropuerto de Córdoba en un pis pas, aeropuerto que AENA doblaría en kilómetros de pistas y en condiciones de seguridad y plantilla. En Alcaracejos se construiría un helipuerto privado y los trenes AVE irán aumentando progresivamente en función de la demanda. El recorrido Los Pedroches–Madrid, y viceversa, se había convertido de repente en el tramo más solicitado del país. En las inmediaciones de la estación de Villanueva de Córdoba ya se movían tierras para la construcción de un hotel con servicios de todo tipo.

            Con la inversión en la Comarca Trump pretendía diversificar sus riesgos, por eso se abría a nuevos sectores no trabajados. Su idea era formar un trust de colaboración con todos los sectores productivos de la zona para dar salida a la producción íntegra de carne (bovina, porcina y ovina), leche y queso, jamones, embutidos, artesanía comarcal, gestión de caza y monterías, turismo rural, etc…..potenciaría productos de calidad de fabricación “familiar” pero con procesos industriales tales como aceite, aceitunas, huevos, gallinas, conejos, criaderos de caballos, actividades al aire libre, etc…..y explotaría el cielo de Los Pedroches como uno de los cielos menos contaminados del mundo. Hoteles de lujo y exquisitos campos de golf acogerían a turistas millonarios que enfocarían sus telescopios hasta los confines del universo y al mismo tiempo podrían disfrutar de las magníficas tradiciones de sus habitantes. En coordenadas estratégicas de ausencia de luz y transparencia del cielo se construirían sencillos, pero eficaces, observatorios astronómicos dotados de las últimas tecnologías. La formación del personal y desarrollo de todo esto estará supervisado por profesores de la Universidad de Granada especializados en Astronomía y Astrofísica y técnicos de Calar Alto. ¡¡¡ A Mister Trump esta mezcla de “business y ecología ” le empezaba a gustar. Le venía como anillo al dedo para mejorar su imagen y acercarse a un sector y una zona con muy buena imagen. Además le constaba la cálida, histórica y entrañable hospitalidad de sus habitantes. El asunto era ganar dinero aunque para eso tuviera que disfrazarse de ecologista. En dos años deberían plantarse 500.000 mil encinas a lo largo de toda la comarca para tapar algunos lunares y consolidar, en lo posible, la magnífica dehesa que Trump había disfrutado desde el aire.

            Si todo iba bien, en cinco años la comarca habría dado un cambio radical y las redes Trump irían invadiendo el Valle de Alcudia y también La Comarca de La Serena. Con anterioridad a esta expansión, el Trumpismo había incorporado a sus planes al Valle del Guadiato. El verdadero objetivo de Trump era formar una especie de Comunidad Autónoma Trump uniendo por intensos y múltiples lazos comerciales estos cuatro territorios que ya la COVAP previó en las últimas décadas del siglo XX.

            Ante la sorpresa general Trump llegó con poca escolta en un tremendo helicóptero que aterrizó en el campo de fútbol de Alcaracejos, sede de la Mancomunidad. Como tarjeta de visita vestía la camiseta del C.D. Mojino y un cheque de 50.000 $ para que añadieran a la equipación habitual “Todos somos Trump”. Como buen populista, desde el principio atacaba el corazón y la verdad es que ver el escudo del equipo en el pecho del mandamás fue objeto de miles de fotos que volaron a todos los rincones del mundo y ocasionaron algunas lágrimas entre los hinchas del equipo local. El momento de sentimentalismo lo aprovechó para recordar el proyecto de convertir el merendero del Pozo de la Benita en un futuro Megaparque de Tecnología Avanzada, BenitaPark, aún a sabiendas de ciertas reticencias del municipio. Muchos de los presentes achacaron esta ocurrencia a una ensoñación etílica más que a una meditada decisión.

            El despliegue de medios de comunicación era enorme. Las unidades móviles de TV retransmitían en directo el acontecimiento a todo el mundo. En el pueblo no cabía un alma más pues había venido gente de toda la provincia y de toda España. A duras penas se pudieron aparcar los 545 autobuses venidos de todo el mapa. El Sr. Trump, fiel a su desprecio por los periodistas, sólo concedió dos entrevistas: una a su propia cadena de TV y otra al corresponsal local del Diario Córdoba. El resto de sus impresiones las fue comunicando con algunos Twitter que dictaba a sus tres secretarias. A los suyos no les dio muchas explicaciones porque de sobra sabían lo que tenían que decir y las imágenes que tenían que retransmitir. A un “America first” añadió “Los Pedroches, second”, en medio de un delirio general. La gente aplaudía la magnífica ocurrencia que sus asesores de imagen le habían preparado y agitaban con entusiasmo una especie de bandera desconocida, híbrida, diseñada con las banderas de EE.UU., España y Andalucía. Las estrellas habían cambiado de sitio y ahora se encontraban diseminadas caóticamente por toda la superficie. Lo mismo le ocurría a las franjas rojas y blancas que formaban una amalgama multicolor muy vistosa con el verde andaluz y el amarillo español. Ver aquello desde el aire resultaba espectacular por la tremenda mezcla de colores entre ropas, cabezas con gorras, banderas, pancartas y globos. Alguien se atrevió a decir que todo esto estaba escrito desde hacía tiempo ya que la bandera de EE. UU. siempre lució el blanco andaluz y el rojo español. El significado de las estrellas desparramadas en la nueva enseña que acababa de nacer estaba muy claro: Es el cielo de Los Pedroches. Una señora comentó que se podría añadir una bellota en el centro, pero desistió ante la perpleja mirada, teñida de reprobación, del marido y de su vecina.

            Al corresponsal local no le dejó ni preguntar. En plan colega, pero con tremenda superioridad, le echó la mano por encima y directamente leyó – a duras penas en español – una nota en la que se confesaba fans de todos los clubs de fútbol de la Comarca y enviaba un afectuoso saludo a los sufridos abuelos y abuelas de la zona: “Gracias por haber conseguido unos Pedroches grandes, les dijo. Gracias a vosotros estoy yo ahora aquí mejorando vuestra obra”.

            Como si de un secreto se tratase, Trump les dijo a los alcaldes, en petit comité, que estaba dispuesto a vender bellotas en conserva con salmuera, como si fueran aceitunas y que un exitoso laboratorio americano tenía ultimada ya la fórmula de un exquisita cerveza de bellotas. También se había patentado un licor de bellotas con miel pues había que mejorar el que se vendía por algunos establecimientos de la zona. El objetivo final sería la exportación a gran escala. Aparte de todo esto, Trump traía firmado un contrato con la Coca-Cola. En él se autorizaba su venta con el logotipo de la Mancomunidad de los Pedroches y nuevo sabor de la marca enriquecida con esencias de bellota liofilizada. Asesores de su confianza le tenían al corriente de que la dehesa de Los Pedroches, llamada por los árabes con el nombre del "Valle de las bellotas", es un extenso manto de encinas y alcornoques que cubre unas 300.000 hectáreas, lo cual la convierte en la más vasta de la península y, por tanto, del mundo. Ser el protagonista total en una reserva única en el mundo era una plusvalía que Trump estaba dispuesto a aprovechar en sus negocios. Añadir su imagen a un ámbito rural de esta categoría sólo podría acarrearle beneficios. El asunto de que los árabes estuvieron por aquí no le agradaba demasiado, pero transigió cuando conoció el estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona[1]. Dicho estudio rechazaba la hipótesis de una posible asimilación genética de los colonos bereberes durante el periodo musulmán por parte de los habitantes de la Comarca de los Pedroches.

            A la comitiva le costó llegar desde el campo de fútbol hasta la plaza. Trump tenía decidido ir andando. Su populismo así lo exigía y se encontraba a gusto y relajado. La calle San Isidro era un tsunami de personas que la escasa policía local difícilmente podía manejar. Menos mal que habían llegado refuerzos de la Guardia Civil de pueblos próximos. Los alcaldes cogidos de la mano lograron formar una especie de circunferencia de protección, pero desistieron de ello cuando se percataron que el propio servicio de seguridad de Trump intentaba romperla para que este pudiera darle la mano a la gente, hacerse fotos con niños y personas mayores y entregar billetes de cinco dólares. Llegar al Ayuntamiento fue un esfuerzo sobrehumano que duró casi hora y media. Apenas 500 metros. A todo el mundo le dolía el cuerpo de los continuos empujones, a veces casi aplastamiento. La calle y la plaza eran una especie de gran patera irregular repleta, casi maciza de cuerpos apretujados. Pero Trump y la comitiva con una voluntad de hierro lograron atravesar aquella masa haciendo líquida la impenetrabilidad de los cuerpos.

            Subir las escaleras del ayuntamiento fue mucho peor porque el edificio ya estaba lleno de gente. Al final los alcaldes decidieron que subiera Trump sólo porque subir todos era prácticamente imposible. No cabía un alfiler. Las personas no podían ni girarse. A quién le pilló de espaldas así se quedó. Como mucho olieron el inequívoco y penetrante perfume[2] de la marca Trump pero no pudieron ver a su portador. Incluso para Trump solo, llegar al balcón fue un Vía Crucis suavizado por los seis gigantones que le acompañaban.

            Iba a dirigir unas palabras a la multitud allí reunida cuando sonaron las campanadas de un reloj. Por un momento pensé que se trataba del reloj del Ayuntamiento, una pieza antigua y preciosa que adorna su fachada. Pero no, era mi móvil que en modo “campanadas antiguas de reloj de pueblo” me avisaba de que eran las ocho y me tenía que levantar.

Desorientado y somnoliento me levanté y busqué a Trump por mi habitación sin diferenciar aún el sueño de la realidad. Allí estaba. Me estaba mirando y me apuntaba con el dedo desde la portada del libro de Vicente Vallés. El día anterior había estado en la presentación del libro.

            A modo de epílogo, y ya despierto, imaginé a mister Trump en Alcaracejos convirtiendo la Plaza de los Pedroches en su helipuerto particular. Me lo supongo, bañado en multitudes sin dejar de decir “Alcagasegos, vivvva Alcagasegos”. Dominado por sus caprichos y su tremendo populacherismo no se iría sin probar un buen plato de lechón –animales felices en la Comarca- y unas migas tostás, acompañados de un medio de Montilla–Moriles, wisky espaniol según él. El Ayuntamiento –obnubilado por la magnitud de la visita y las posibles inversiones– descubriría una placa conmemorativa de madera de encina que Trump, emocionado, mandaría arrancar para llevársela de recuerdo y colocarla en el Despacho Oval. Cómo Trump no sabe castellano y el alcalde no sabe inglés ambos interpretarían a la perfección el lenguaje de signos, de gestos y sonrisas.

            Las cosas empezaron a torcerse cuando Trump planteó en la Mancomunidad su intención de construir un muro, a modo de muralla pedrocheña, que aislara la Comarca para protegerla de la posible llegada de gentuza indeseable. El cambio de la gente fue radical y Trump sintió una soledad tan pesada como el batolito de granito. No lo pudo soportar y se marchó por dónde había venido. No aceptaba ni media negativa.

            ¡Este hombre es más bruto de lo que parecía! Comentó el conserje al cerrarle la puerta de Alcaracejos. En los Pedroches no nos gustan las fanfarronadas, remató.

 



[1] “Y-chromosome Variation in South Iberia: Insights into the North African Contribution”

LUIS ALVAREZ, * CRISTINA SANTOS, RAFAEL MONTIEL, BLAZQUEZ CAEIRO, ABDELLATIF BAALI, JEAN-MICHEL DUGOUJON, AND MARIA PILAR ALUJA Unitat d’Antropologia Biolo `gica, Departament Biologia Animal, Biologia Vegetal i Ecologia, Universitat Autónoma de Barcelona, 08193 Cerdanyola del Vallès, Barcelona, Spain.( AMERICAN JOURNAL OF HUMAN BIOLOGY 2009).

[2] Donald Trump de Trump es una fragancia de la familia olfativa Amaderada Aromática para Hombres. Las Notas de Salida son menta, pepino, albahaca negra y cítricos; las Notas de Corazón son notas amaderadas, notas especiadas, pimienta y notas herbales; las Notas de Fondo son maderas exóticas, notas especiadas y vetiver.

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