30 enero 2022

El ecologista tímido

 

De Pozoblanco a Dos Torres, Los Pedroches. Rafael Redondo, Enero 2022

Su timidez siempre fue superlativa. No era amigo de las multitudes ni de las grandes manifestaciones públicas, aunque eso no le impidió ser un magnífico maestro de primaria. En la escuela, el aula, el patio o los despachos su retraimiento se convertía en arrojo, rozando la osadía cuando de defender alumnos se trataba. En la calle le funcionaba otro chip. Se mostraba tacaño en palabras y gestos. También en la familia y un tanto parecido con los pocos amigos. Con su pareja, maestra ella también, no había ningún problema porque Mari Sol le miraba a los ojos y los leía como si fuera un libro abierto iluminado. La empatía de esta última, también superlativa, compensaba con creces la cortedad absoluta de Fernando.

               Sus padres, campesinos, amigos de la tierra, del esfuerzo y del poco necesitar quisieron que estudiara y él sacó partido de la oportunidad. Terminó magisterio con el trastorno, en palabras de algunos, de una tremenda preocupación por el medio ambiente. Entero decía él, en plan irónico, citando a sus maestras. Desde muy joven tuvo la sensación, y buscó datos, de que la Tierra se moriría algún día debido a la torpeza, ceguera y ambición de unos locos con carnet y decidió hacer algo. Convencido de la potencia de la constancia de una gota de agua se propuso velar por la salud y bienestar de este planeta, siendo siempre consciente de sus limitaciones.

               Pronto, recién llegado a la universidad se apuntó voluntario a un par de verdes ONGs. Su trabajo, híbrido de carácter y formación, siempre fue vanguardista en la retaguardia: pagaba sus cuotas, diseñaba carteles en el anonimato, facilitaba slogans de manifestaciones, con ficticios pseudónimos escribió algún artículo en la prensa local, asesoró a algún líder con citas a escondidas …. Cámaras y micrófonos le producían cierta alergia vital por lo que nunca se vio su rostro en actos públicos y jamás se escuchó su voz como un ecologista intolerante.

               En la escuela su labor se centraba en educar alumnos en el respeto al medio natural, insistiendo en que la Tierra puede ser cualquier cosa menos un basurero. En claustros y reuniones se mostraba pacífico, abandonando toda pretensión acusatoria, cualquier actitud de posesión de la verdad y procurando conciliar posturas aunque para eso tuviera que relajar la suya. Defendía que un logro bajo acordado entre muchos era un enorme logro para todos.

               Partidario del prevenir mejor que del curar y de la opinión que establece que el que contamina lo deja como estaba, ¡se siente!, nunca estuvo en política. ¡Su opción fue la Naturaleza! Pasaba de intenciones de leyes y ministros pues para él prevalecía el concepto: “Dejarlo como estaba antes de la incidencia”…..si tiene que pagar que pague el infractor, pero el concepto es claro: “Dejarlo como estaba”: léase Mar Menor de Murcia, cualquier tipo de incendio intencionado, montaña paseada o playa y botellón. No se trata de descontaminar, se trata de no contaminar y advertía que la ecología no es de derechas ni de izquierdas. La Tierra necesita la colaboración de todos.

               En el ámbito personal su yo resultaba exigente y riguroso: senderista basurero de caminos y cunetas que recogía en una bolsa todo tipo de residuos; paseante urbano recolector que introducía en los contenedores lo que otros habían sacado o dejaban a sus lados; su casa era una colección de selectivos contenedores: orgánica, metal, madera, vidrio, papeles, pilas, envases, ropa, aceite, ….la lavadora siempre la ponía llena y en su lavavajillas no cabía un plato más; cisternas con dos compartimentos eran obligatorias en sus cuartos de baño; la radio siempre baja, folios por los dos lados, cubo para recoger agua de la ducha hasta que llega la caliente, agua de lluvia para la plancha,…Criticaba duramente que con agua potable se regaran las plantas, se lavaran los coches o se usara a diario en el mismo WC. Pagar bolsas de plástico en los supermercados era una absurdez total que nada soluciona…. Lo de comprar cuotas de CO2 a países más pobres era de sinvergüenzas además de insensatos…. La cría de ganado, en su forma intensiva, era calificada como doble maldad por el daño a la tierra y a la especie animal, … avisaba de que una economía mundial basada en el consumismo y en la super – explotación de recursos no puede acabar bien…. La Tierra es un ser vivo y siempre ha respondido a los ataques…..Y recordó a su madre barriendo el empedrado de la puerta de entrada del cortijo en tiempos de su infancia.                            

Publicado en Diario Córdoba 6/10/2021

27 enero 2022

El cántaro de hielo

 

Cántaro tradicional hecho a mano 40 cm de altura y 27 cm de ancho
 alfarería m. zabala (Toledo)

               Estamos ante un humilde cántaro de barro que pasaba las noches al relente. Su agua procedía de una potable fuente pública. Solo, al lado del pozo, debajo de la parra, contra la pared blanca, destacaba su roja silueta. La penumbra, en la noche, lo cubría cuando el aire, el ambiente y el agua de los charcos comenzaban a enfriarse. El mercurio se contraía en el termómetro y una tiniebla, entre azul y morada, conformaba las sombras mientras la luna mostraba el plateado de las hojas de un olivo justo al lado. Era un invierno crudo.

               La frialdad de la húmeda madrugada cuajó la noche y el cántaro de barro crujió, se partió en dos pedazos. Solo lo contemplaron el pozo, la parra, el olivo y la luna, en medio de una estridente soledad.

               Por la mañana el niño salió al patio y ante sus ojos apareció un cántaro de cristal, sólido y transparente, efímeramente bello. La principal diferencia estribaba en la falta de un asa. Parecía mucho más un gran jarrón que un cántaro. Jamás podría llenarse a pesar de su forma. Su alma era sólida.

               ¡Mamá!, gritó, entre espanto y sorpresa: El cántaro se ha roto y en su lugar tenemos un cubito de hielo que ha heredado su forma.

               Pero ¿Qué estás diciendo?, alma de cántaro, le respondió la madre. ¡Tú estás viendo visiones! ¡¡¡ Ya estás desayunando!!!. Aun así, la madre se asomó.

               ¡Anda, pues es verdad! se dijo para sí, maravillada al contemplar la insólita escultura.

               Un rayito de sol, que viajaba en el aire por el este, consciente de la desnudez del hielo, de forma natural, inauguró el combate que luego arreciaría al entrar en el juego un sol de oro brillante. Por el perfil del cántaro de hielo empezaron a deslizarse lágrimas frías. Las gotas, derretidas, parecían manar de aquella piel de hielo cristalino, dando lugar a un charquito en el suelo.

               El niño, con ojos muy abiertos, no se perdía detalle. Tienes que irte ya, le sugirió la madre. Pero es que cuando venga ya no podré mirarlo, ya no estará, le respondió el chaval. Estará de otra forma, las cosas cambian, le respondió la madre. Tendrás que acostumbrarte. ¿Sabes? Al cubito-jarrón lo pondré en un barreño y aprovecharé el agua. En cuanto al barro roto, cogeré los pedazos y los pegaré todos. El niño agarró su cartera y se fue para el cole sin poder desprenderse de la imagen helada de aquel enorme huevo que moría poco a poco. Nada se podía hacer ante aquel sol naciente. Su madre lo besó y le calentó el alma. El chico se fue cole. Sacó su piedra -a modo de balón- y a base de patadas la transportó hasta la misma puerta de la escuela. La recogió, la guardó en su cartera y atravesó la puerta. El maestro ya esperaba.

Interpretación de Goval (Febrero 2022)


19 enero 2022

El naranjo torcido

 


               Cuando era un niño se me quedó grabado aquello de que el árbol desde chiquitito. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de lo frecuente que es repetir frases o refranes legados por nuestros padres y abuelos de tal manera que, al recordarlas, comprendes mucho mejor lo que realmente significan. Además puedes poner a prueba su veracidad: solo tienes que observar lo que sucede a tu alrededor.

               Corría el final del siglo XX cuando descubrí cerca de mi casa un naranjo inclinado hacia el este. Al principio no le eché mucha cuenta, pero me molestaba su visión quizás por la fuerte rutina de estar habituados a que los árboles huyan de sus raíces en vertical. Pasé por su lado muchas veces camino del supermercado. Era una atracción fatal la que la Tierra le producía. Su copa, a modo de cabeza, se humillaba hacia la salida del sol: claramente se podía identificar como una reverencia y un reconocimiento de la autoridad de nuestra estrella Sol. Un día me paré y observé que estaba sano y fuerte, pero su amor por el saliente era más que un deseo. Era una realidad física.

               Me propuse arreglar aquella pertinaz tendencia, anormal para mí. Encontré recias cintas de plástico de embalajes de motos, las cuales, amarradas a unos postes de hierro que impedían el acceso de coches al espacio entre bloques, consiguieron forzar su inclinación hacia la verticalidad. Pasaron unos días sin novedad, pero al quinto o al sexto las cintas se habían roto y el naranjo, como aguja vegetal imantada, volvía a marcar el este con mayor insistencia. Noté que tenía fuerza y no me permitía ponerlo algo derecho. Con varios palos de madera, anclados en el suelo, intenté levantarlo. A duras penas, el árbol, se enderezó un poquito, pero el intenso pulso que mantenía con los extremos de los robustos palos que le obligaban a mantener cierta esbeltez, era demasiado fuerte. Mi interior me decía que era una lucha desigual y costosa, pero no cejé en el empeño.

               Dos días después volví a pasar por allí. Habían regado y los palos, ante la inconsistencia de la tierra mojada, cedieron posiciones. El naranjo exhibía su inclinación como una victoria. Uno de los palos, posiblemente ya bastante cansado, reposaba en el suelo. Los otros dos dudaban si caerse. La impotencia, a veces luminosa, me llevó a pensar que la inclinación no era un defecto, sino algo natural y frecuente que podía hacer de la Naturaleza algo singular, pero mi cerebro no lo aceptaba como tal. Fue entonces cuando con palos y cuerdas, juntos, diseñé un sistema para tirar del dichoso arbolito hacia el oeste. Con periodicidad semanal tensaba las cuerdas y empinaba algo esas maderas que intentaban llevarle la contraria a su obstinada dirección. Pareció corregirse algún centímetro pero alguien cortó las cuerdas y retiró los palos: su tronco recuperó el terreno engañosamente cedido. Me recordó al junco que se curva ante el viento, pero una vez calmado la planta recupera su primitiva posición. El instinto natural de este árbol, cual brújula botánica, era mantener el este como la quilla de un barco encallado en las rocas.

               En primavera atacó la sequía y, semanalmente, lo regué durante varios meses, sobre todo en verano. Mejor un árbol inclinado que seco. El árbol agradecido me ofreció su mejor imagen y me correspondió con un verdor intenso. Sus abundantes hojas brillaban de salud. Pero, una vez nutridas sus raíces, ante la persistente cabezonada oblicua del vegetal me aburrí y poco a poco me olvidé de él. Su destino estaba marcado. Durante años, quizá entre cinco a seis, lo he visto sin mirarlo pero, de repente, hace unos días, volví a caer en la cuenta de su buena salud y de su amor eterno por el naciente sol. Se ha hecho más robusto y está más que frondoso. Su autonomía es total y, como cabra que tira al monte, él sigue apuntando hacia donde lo ha hecho toda su vida.

               ¿Qué me he encontrado ahora? El árbol tiene el tronco más grueso y una i griega, Y, gigante de madera, que alguien le colocó, lucha impotente ahora contra ese apartamiento de la vertical. En su pie le han salido dos hijos muy derechos, perpendiculares al cielo y a la tierra. La convivencia entre los tres es total. Viéndolos se me ocurrió pensar que de progenitores torcidos pueden salir retoños muy derechos y que ideologías extremas – con la lima del tiempo y la experiencia – logran moderación. La Naturaleza y la vida parecen compensar las tendencias de uno y otro lado, dando lugar a una prodigiosa diversidad que alberga lo uno, su contrario y lo del medio. Todo tiene su sitio y nadie es más que nadie. En el escenario del tiempo caben mezclas de eventos y circunstancias – a veces naturales a veces artificiales – y juntos determinan, aliñados con dosis del azar, lo que permanece y lo que se va.

               Inclinados o derechos, todos los árboles tienen la misma oportunidad de existir y no está bien eliminar ninguno. Todos aportan oxígeno y hacen el prodigio de transformar el ceodos (CO2), el agua y las sales minerales en troncos, ramas, hojas y frutos. Lo de la inclinación, realmente, es secundario…. Y al árbol no le importa. en el terreno humano son las inclinaciones las que más nos definen.

               A la vista de los dos vástagos derechos, se me ocurrió pensar en cortar el naranjo sesgado. Desaparecido el principal y antiguo propietario de ese trozo de tierra, sus descendientes aprovecharían sus potentes raíces, formadas con los años, para crecer mejor y más, para consolidar su perpendicularidad, pero deseché la idea. Debe ser la Naturaleza la que solucione el problema que ella misma creó. Será ella quién decida el cómo y el cuándo. De momento siguen creciendo los tres en amor y compaña y a mí me gusta verlos.

               Me equivoqué. Lo natural ha sido interrumpido. La mano del hombre precipitó un fatal tala criminal. Ha pasado un año y alguien ha pensado que, a pesar de su oblicuedad, lo mejor era quedarse con el padre. Los dos vástagos han sido cortados por su pie y dos tocones tímidos indican el lugar donde estuvieron. Al padre no le han preguntado y desde su cruzada posición destila soledad. Ahí sigue, fuerte, vigoroso e inclinado dando fuerza a otros vástagos.




10 enero 2022

Entre locura y realidad

          Es la tercera vez que publico este artículo, cada vez ligeramente corregido y a mi entender, no acaba de perder actualidad. ¡ Salud!



            Entiendo que vivir es un mix de experiencias, desdicha, sentimientos, felicidad y súplicas, trabajo, preocupaciones, viajes, política y salud, contradicciones, lo malo, lo bueno, torpeza, sabiduría, etcétera, etcétera. La mezcla es la esencia de lo cotidiano y a veces nos resulta difícil identificar lo fundamental porque, normalmente, se nos muestra disfrazado. Todo forma parte de todo lo demás. Todo está conectado. Las conexiones, a veces invisibles, dominan los espacios. Las interesadas más. Mientras tanto, las mentiras forman parte de cualquier verdad, lo blanco se combina con lo negro y las sombras se confunden con la luz tejiendo zonas de penumbra. Lo que puede ser bueno para la Naturaleza y para la vida se convierte en un problema a la hora de intentar comprender las realidades social y política. Ante la galaxia de opiniones e intereses, estos escenarios cristalizan en ilusiones mentales difuminadas, en desvanecidas nubes sin perfiles: existen pero nos resulta muy difícil interpretarlos y llegan momentos en los que ¡¡¡Ya no sabes a quién creer ni lo que creer !!! Lo sencillamente complejo ha sido sustituido por lo complicado de la sencillez.

            Entiendo que tanta tergiversación y tanto retorcimiento intentan que no lleguemos a comprender y, en ese maremagnun de falsedades, pretenden que no tengamos elementos de juicio claros para pensar por nosotros mismos. Casi todos nos mienten. Son unos embaucadores que quieren que aceptemos sus mentiras como nuestra verdad y, sobre todo, que seamos obedientes y sigamos sus pautas. Todos trabajan para convencernos no de su bondad, sino de la maldad del otro. La política ha pasado de ser el arte de lo posible al magistral arte de la mentira. En mi opinión, esto explicaría el auge de cualquier populismo: mensajes nuevos, directos y simples, concretos y políticamente incorrectos, aunque en el fondo sean más de lo mismo o incluso peor, porque para entenderlos entran mejor debido a la ley del mínimo esfuerzo al sobreponer las emociones a la razón.

            Armas tradicionales son y han sido: El poder, lo pícaro, lo válido, el implacable tesón, lo práctico, el brillo, la confusión, lo útil, nuestros euros, lo manejable, las imposibles promesas, lo reutilizable, la vivienda necesaria, las trampas, la agresividad disfrazada de pacifismo, el pisotón, la discriminación, el bofetón, la exagerada adjetivación, la envidia, el engaño, la intolerancia, el enfrentamiento, la frialdad, el sentimentalismo, el futuro bienestar, la insensibilidad, el avasallamiento, el aislamiento, la soberbia, el quítate tú que me pongo yo, el engreimiento, lo vacío, la imagen, el marketing, la psicología social, los big – data, el doble rasero, la falta de compromiso, la falsa solidaridad, tusproblemassonmisproblemas, la tergiversación, el puro interés, el chantaje, el ocultamiento, el insulto vestido de alabanza, el sectarismo, etc.

            Resultaría difícil, muy difícil, establecer una priorización y mucho menos una clarificación de estos componentes en una situación cotidiana o ante un problema social o sanitario grave. Intereses e interesados se encargan de que esto nos resulte imposible. Pero es terriblemente fácil darse cuenta de que lo que nos rodea contiene significativos porcentajes de todo lo anterior. Siempre lo hubo en el mundo. Siempre existió. Pero hoy parece estar más presente que nunca.

            Tigres disfrazados de payasos que inauguran cementerios. Reuniones de focas ordenadas y sentadas que se dan la palabra cuando el semáforo se pone verde. Fábrica de ideas enlatadas con precinto de garantía y con fecha de caducidad. Iglesias llenas de pájaros sentados con botellas de butano amarradas a la espalda. Cuerpos acostados en catres sin somier y sin colchón, sólo con sábanas. Pensamiento único. Escuelas llenas de paja esperando que lleguen los burros. Farmacias que venden menús de cócteles venenosos. Gobierno teledirigido desde la cárcel. Barcos con patas de avestruz que sustituyen al metro y al centímetro. Bolígrafos en estado de catalepsia. Uñas que crecen hacia dentro. Ballenas que incendian montes. Partidos de fútbol jugados entre serpientes con pelota de granito. Libertad presa, ministros chatarreros vestidos de alienígenas, odios disfrazados del buen samaritano… ¡No os preocupéis, todo va bien, es normal! ¡ Se avanza!

            Elefantes que caminan por los hilos del teléfono llevando cada uno una palabra. Asesinos que conferencian en universidades. Enamorados condenados a desenamorarse por tribunales de águilas. Latas de comida para el 3.500 donde los conservantes totalizan el 95 % de su contenido. Inútiles que legislan, gobiernan y dicen todo lo que se les ocurre a través de una cebolla microfónica. Robots vestidos con corbatas y papel higiénico haciendo el amor a un bidón de gasolina. Traficantes de droga repartiendo cuadros de Goya y Picassos entre buitres con corbata. Arquitectos que construyen hormigueros y panales para abejas de plástico. Presidentes y ministros vendiendo hamburguesas metálicas caramelizadas con sabor a fresa. Guitarras que tocan cuando se les sopla por una clavija. Manzano repleto de jeringas. Palabras sin letras. Cielo sólido. Políticos que escriben la Historia. Ministerios que no saben sumar muertos del Covid. Fallecidos sin rostro. Contagios virulentos por centenares de miles. Inflacción del 6%. Gigaprecio para la luzy el gas. Homenajes a etarras asesinos. Montañas de mentiras. Moscas que venden el invierno, obispos asimétricos vestidos de Flash Gordon, móviles como camiones colgados de la frente, desiertos de arena en los Polos, despilfarro de agua por el norte que provoca terrenos muy sedientos por el sur, incapacidad para gastar los fondos europeos, crispación interesada convertida en espectáculo,....

            No os preocupéis, todo va bien. Es normal. El tiempo camina a nuestro favor. Nadie quedará atrás,.....

            Hospitales convertidos en supermercados, bancos transformados en cuevas de ladrones para perder miles y miles de patatas en metálico, periódicos con hojas de cemento, luz oscura, sol frio, nieve negra. Mares como sepulcros, llaves de azúcar. Granjas de tijeras medianas y pequeñas que hablan inglés. Mesas sin patas. Palacios de hielo convertidos en morgues. Ojos sin cara. Enanos mentales sinvergüenzas mutados en intelectuales éticos. NO TEMÁIS. TODO VA BIEN. ES NORMAL. EL TIEMPO AVANZA A NUESTRO FAVOR. NO HAY PROBLEMA. ESTAMOS TRABAJANDO. TODO ESTÁ CONTROLADO.

05 enero 2022

Lluvia, farmacia y bar

 

Córdoba: Panorámica (Foto de S. Muriel)

    Llueve. Es noche cerrada en el centro de Córdoba. El bar y la farmacia, objetos de estas líneas están puerta con puerta. Entre el agua que cae y el tinto que bebo, la realidad invita a fantasear: mi bolígrafo aspira a ser  una varita mágica. Es invierno. A causa de la gripe y del Covid, también a resfriados, la gente necesita la ayuda de los fármacos y, por miedo al contagio, hace cola en la puerta. No entran. Todo el que llega pide su vez y aguarda turno religiosamente. En fila india, el personal se refugia en el toldo que la cafetería mantiene desplegado. La dueña, bajita, morena y regordeta, con muy malos modos, increpa a la laica procesión formada por mor de la salud “porque su toldo no está para cobijar a los clientes de otras tiendas” y además, les suelta “Me mancháis los cristales al rozar los abrigos”. La gente con incredulidad la mira, se remueve en el sitio pero no lo abandona. Sigue bajo el toldo.

    Decidida, la montaraz mujer entra en el bar, guarida desde ahora, y con genio gira la manivela que enrolla la loneta. Admito que ese gesto, para un observador casual como yo, me sorprende y perturba. El toldo opone resistencia y chirría pero ante la mano insistente de su dueña no tiene más remedio que ceder y plegarse. Dos chicas, al detectar las gotas, se amparan en la carpa de enfrente y comparten conmigo esa prolongación del bar – con paredes y ventanas de plástico - que en tiempos no lejanos estaba destinada a fumar. Eso también es mío, les dice la señora. Vamos a ver señoritas, o se sientan y consumen o se quitan de ahí. Pago mucho dinero por ocupar ese trozo de calle; además están los calefactores…..así que ¡¡ gilando!! Las chicas le aclaran que allí no molestan a nadie, que la carpa está prácticamente vacía y que serán tan solo dos minutos. ¡Ni dos minutos ni medio… ese espacio es para mis clientes y ¡por favor! un respeto a las canas. ¿Será posible? ¡¡Qué cara más dura tiene la gente joven!! le espeta a una cliente octogenaria que, desde el interior, la observa con ojos muy abiertos bebiendo su cerveza. Asiente pero no dice nada.

San Basilio (Córdoba)
Contrariadas, las jóvenes abandonan la carpa y vuelven a “la fila”, a la húmeda intemperie. ¡¡ Y quitarse de la puerta….que no dejáis entrar a la clientela!! ruge con voz felina desde dentro de aquella “leonera”. Una de las dos jóvenes, encapuchada para evitar la lluvia en su cabeza, no puede aguantar más y exclama: “Discúlpeme señora pero es usted h o r r o r o s a”. ¿Tendremos que desaparecer de Córdoba para que nos deje en paz? “Con que os vayáis de mi acera tengo bastante y para hablar conmigo no te tapes la cara. ¿Por qué te escondes? ¿Es que te da vergüenza? Señora, no me tapo la cara, solo me protejo del agua.

    El único cliente que había bajo la carpa, convidado de piedra hasta el momento, rebotó de su sitio y con tranquilidad, con una voz suave pero determinada, le dijo a la vociferante jefa: “Señora, nunca más volveré por aquí después de lo que he visto: su actitud de hoy forma parte del Everest de la insolidaridad”. “Si fuera inteligente evitaría que la gente se mojara. Conseguiría así nuevos clientes. Pero visto lo visto, seguro que es pedirle demasiado”. “Que tenga buena noche”. La superseñora le respondió que no estaba el horno para bollos, que la dejara en paz, que quién le había dado vela en este entierro y que se fuera con sus sermones a otra parte, que ella tenía mucho que hacer. Que le habían salido los dientes detrás de una barra, que estaba hasta el moño de consejos y que se estaba mojando por su culpa. ¡¡ Que se calle, coño!! terminó por decirle. Tanto se ofuscó la sabihonda mujer que de repente sintió un profundo mareo, sus piernas se aflojaron, la vista se nubló y cuando llegó al suelo ya casi había perdido el conocimiento. Alrededor de ella se formó el típico revuelo. Mientras tanto la lluvia arreció de lo lindo. Rosa, empapada por detrás y por delante tenía la cara lívida, los ojos entornados y balbuceaba algunas palabras que nadie conseguía entender. Una de las chicas abroncadas, con la lluvia corriendo por su cara, solicitó pasar: “Soy médico, soy médico, dejen paso por favor”. De rodillas sobre Rosa le tomó el pulso que notó acelerado. Rosa temblaba como un flan, estaba sudorosa, aturdida. Vomitó un par de veces. La chica médico suplicó: “Que alguien me diga algo sobre esta mujer, llamen al 112 por favor, llamen al 112…”. El tumulto y el alboroto llegaron al interior del bar. “Algo ha pasado en la puerta” comentó una cliente. Pilar, la camarera salió a ver qué pasaba y cuando se encontró a Rosa allí tendida no pudo remediarlo y comenzó a llorar: Pero ¿qué le ha pasado? pudo decir tragándose tres nudos de garganta. Pilar, despierta y avispada gritó: “Rosa padece de diabetes”. La médico miró, se levantó con una agilidad pasmosa, decidida. Las descargas de adrenalina actuaron como cohetes propulsores y con un par de saltos se coló en la farmacia: Por favor, es urgente, un set para diabéticos, glucómetro incluido. Salió. Dejen pasar el aire, le dio tiempo a decir….dejen espacio, por favor dejen sitio….Rosa, desmadejada, permanecía en el suelo. Entre el sudor y el agua de la lluvia su ropa era una esponja. Pinchacito en la yema del dedo, la sangre aflora rauda. La tira reactiva marca una hipoglucemia grave. La joven médico le inyecta un glucagón intravenoso. Todo ha sido muy rápido. Ahora tendremos que esperar unos minutos, dijo la chica. Que alguien traiga algo para abrigar a Rosa. Pilar traía su trenka cuando una ambulancia UCI hizo acto de presencia. Rosa empezó a removerse y abrió sus asombrados ojos ante el círculo de gente que la rodeaba. En medio de su desconcierto y desorientación, absolutos, preguntó: ¿Qué ha ocurrido aquí? Nada, un pequeño mareo, respondieron a coro los sanitarios. Parece que lo peor ha pasado, comentó el conductor y se llevaron a Rosa al hospital. La gente que miraba estalló en un aplauso para la joven médico. Ella, emocionada, no pudo remediar una lágrima y se fue con su amiga. Nadie sabía su nombre.

    Tras una noche en observación, sin mayores problemas, le dieron el alta y Rosa, lo primero que hizo fue volver a su bar. Había dormido bien y estaba relajada. Pilar y Rafael, los camareros, la estaban esperando. Al entrar se abrazaron los tres. Fuera seguía lloviendo. Sin demora, descorrió el toldo hasta que tropezó con la estructura de la carpa. Podría mojarse alguien, murmuró muy bajito. Luego fue a la farmacia a pagar aquel set que le salvó la vida. La farmacéutica no le quiso cobrar. Dijo que no tuvo importancia. Rosa pidió un papel y escribió: “Vale por un año de desayunos al personal de esta farmacia en la cafetería de Rosa. Los clientes de esta farmacia pueden cobijarse en el toldo de Rosa todos los días que llueva y durante el tiempo que necesiten”. Firmado Rosa.” Su ángel de la guarda, testigo de excepción, le había hecho comprender, minuciosamente, todo lo sucedido.

    Ese mismo día, atardecido, el cliente que abroncó a Rosa pasó por allí y vio el toldo echado. La gente que hacía cola para la farmacia disfrutaba de él. Rosa conversaba con ellos como si los conociera de toda la vida. Ángel, así se llamaba aquel hombre, se sentó en una mesa debajo de la carpa y, sonriendo, pidió un café. Rosa lo reconoció y le dijo: “Hoy, paga la casa”.

31 de diciembre de 2021