31 diciembre 2025

Libros y amigos: Un cincuentenario mágico

 


La Asociación de Amigos de los Libros celebraba su cincuentenario en el mes de noviembre de ese año. Cuatro forofos de la literatura la habían fundado en la ciudad de Alcajaral años atrás, en 1975, fecha de inicio de cambios trascendentales en España. El salón del Teatro Mágico estaba a rebosar: escritores de sueños, titulares de editoriales ilusionantes, periodistas de la certeza, autoridades con ética locales y provinciales, preclaros bibliotecarios, directivos de la Real Academia de las Palabras, Ciencias y Nobles Artes, correctores empáticos de estilo, vocales fecundos de la Federación de Poetas, etc… ocupaban todos los sitios disponibles, de tal manera que la organización tuvo que pedir sillas a los vecinos para que las protestas por la falta de asientos amainaran un poco. Todos se autoestimaban en demasía, muchos peinaban canas, y no estaban dispuestos a estar de pie dos horas, tiempo previsto por los Amigos de los Libros para la duración del acto. Presidía el escenario un atril con un ejemplar del Quijote ilustrado por el universal Dalí. Un foco permanente de luz violeta lo iluminaba como a una diva.

        Semanas atrás, la preparación de la jornada ya había sido un poema, algo dramático, por supuesto. El teatro pertenecía a la comunidad autónoma y su uso había sido cedido previa solicitud escrita precisando día, horas, fines del evento, responsables, etc.… La aprobación de la solicitud la hizo un técnico oralmente que, deprisa y corriendo, con cita previa, les explicó a los tres directivos que acudieron al teatro las condiciones de la cesión.

        Este hombre, de forma mecánica y sin ninguna fibra de humanidad, informó que se cedía el local desde las doce de la mañana hasta las doce de la noche, pero que era imprescindible hacer un seguro de responsabilidad civil, un contrato con una empresa de limpieza para dejarlo todo como se encontró y un guardia de seguridad tenía que estar en la puerta todo el rato. Aclaró que, como local público que era, no se podía impedir el paso a nadie que pretendiera visitar el teatro. Las sillas había que desalmacenarlas, colocarlas y volverlas a almacenar; la megafonía debía alquilarse por cuenta de la asociación; la decoración del escenario, salón, entrada etc… era responsabilidad total de la entidad receptora de la cesión y, en caso de dar aperitivo, la administración requería un contrato de servicios de hostelería donde constaría la empresa responsable y nombres de los trabajadores que harían de cocineros o camareros. Todos debían tener el carné de manipuladores de alimentos y estar dados de alta en la seguridad social. Por fortuna la administración tenía en vigor un seguro contraincendios y no se debía ningún recibo del IBI.

    Algo es algo —dijo la presidenta.

        Conforme escuchaban al funcionario, los tres directivos fueron disminuyendo de estatura al sentir el peso de tanta condición, lo que acorraló claramente su responsabilidad. Pepa, la presidenta se atrevió a preguntar:

    Perdona, ¿Y la administración pone algo más?

    Cede el uso del local que no es poco. Estamos ante un teatro con mucha historia. Aquí se han dado mítines de famosos políticos; se han representado obras de teatro de fama nacional; han expuesto fantásticos pintores y han dado conciertos músicos de casi todo el mundo. Las paredes de este edificio están sostenidas por elocuentes palabras, el eco de ilustres personajes y notas musicales de Beethoven y Bach. En las paredes, en apariencia blancas, muchas personas ven los cuadros de Sorolla, Picasso, Navarrete “El Mojino” y Romero de Torres. De forma inexplicable los muros se impregnaron de sombras, de colores y formas. Cuando un cuadro se expone en este local, permanece colgado para siempre. Es como si sus paredes tuvieran memoria. También es cuestión de sensibilidad del visitante. Hay días que no se ven bien porque aparecen superpuestos ¿De dónde creen que le viene el nombre al teatro? Aquí todo se transforma. Hay gente que de improviso comienzan a explicarse en perfecto inglés, mientras que algunos políticos quedan afónicos. Pueden hablar, pero nadie los escucha. Solamente los entienden los sordomudos. Dicen que son fenómenos psicoparanormales. A veces, los vecinos oyen voces de noche y por las ventanas, desde la calle, se diferencian caras a la luz de una vela.

    Pues me va a perdonar, pero yo no me percato de nada de lo que usted dice —respondió Jacinto— el secretario.

    Es lógico —contestó el funcionario. Es evidente que le faltan conocimientos, imaginación y perspectiva histórica. Por supuesto que su sensibilidad parece situarse por debajo de la media.

Anselmo, el vicepresidente, quedó perplejo y sin palabras ante el cúmulo de datos y dificultades que aquel cumplidor y sabiondo funcionario les exponía. El técnico continuó diciendo:

    Tienen que estar ustedes agradecidos a don Santiago, máxima autoridad política responsable de este teatro. Gracias a él no tendrán que firmar un contrato de cesión y depositar una fianza de cuatro mil euros en el banco. Me ha dicho que son ustedes paisanos y gente de fiar. Es por eso por lo que no le hemos respondido por escrito. Tampoco les vamos a exigir que una empresa desinsecte y desinfecte el local al finalizar el evento ya que lo hizo la última entidad que utilizó el teatro, que por cierto fue un banco, entidades de las que nunca te puedes fiar del todo.

La presidenta aprovechó el instante que se tomó el funcionario para respirar y dijo:

    Dígale a don Santiago, de nuestra parte, que le estamos muy agradecidos por la cesión y que no se preocupe. Todo se hará como usted ha dicho. Los Amigos de los Libros somos gente seria y responsable. Queremos que todo salga bien y que nuestros invitados disfruten. Además, vendrá la prensa local y está en juego nuestra dignidad y nuestra imagen.

    Sobre ese detalle quería aclararle que la nota de prensa que ustedes vayan a publicar sobre el evento debe ser supervisada por don Santiago. Él trabaja hasta muy tarde, así que al finalizar todo le pueden enviar por WhatsApp la crónica del acto. Don Santiago es muy respetuoso y suele corregir muy poco de lo que le envían. Añadirá, seguramente, alguna línea. Me ha dicho que vendrá para la foto oficial, pero que debido a sus múltiples compromisos, no podrá quedarse todo el rato. ¡Ah! Y no olviden enviar, junto con la crónica, dos o tres fotos. Una vez revisado el envío, el periodista que colabora con don Santiago lo remitirá a los diferentes medios de comunicación. Si publican algo en sus redes sociales, les ruego que sean discretos y generosos en sus comentarios sobre la Administración y la persona que les protege.

    ¡Ya! —manifestó la presidenta. Es de bien nacidos ser agradecidos, ¿no?

    Pues si no tienen nada más que decir, este servidor de ustedes los deja. Aquí tienen una llave del local. ¿Quién me firma el recibí? Por favor que alguien me acompañe a la puerta. Le tengo que explicar cómo se quita y se pone la alarma. Las luces del escenario y del salón las controla el señor de megafonía que van a contratar, siempre es el mismo y. Si necesitan alguna cosa más me lo comunican por WhatsApp y les responderé cuando pueda. Para evitar a los impertinentes, tengo bastante restringidas las llamadas de teléfono.

    Le acompaño a la puerta para el asunto de la alarma —le indicó el vicepresidente.

***

Los tres directivos de los Amigos de los Libros quedaron impactados ante los numerosos condicionantes que aquel “mandado” les había comentado. Comprendían que tenían que cuidar lo público, pero siempre pensaron que la Administración se implicaría un poco más, que para eso pagamos impuestos. Que el Teatro Mágico no tuviera megafonía en propiedad les pareció tercermundista y casi una ofensa a la ciudadanía. Que no abriera y cerrara un conserje con nómina indicaba que algo no funcionaba bien. Lo de transportar las sillas y devolverlas a su lugar, rayaba en la humillación. En la asociación todo se hacía por puro voluntarismo, limpio desinterés. Estaba claro que en el sector público funcionaban otras normas. Ese poco apoyo demostrado por “la Administración” les sentó mal a todos, pero no los amilanó.

Al salir, Pepa, la presidenta dijo:

—Esto lo arreglo yo con una reunión. Convocamos a toda la gente de la directiva y repartimos el trabajo. Es la única forma de aligerar tan burda burrocracia.

Acostumbrados a puzlear con sus talantes, los miembros del equipo directivo no tuvieron ninguna dificultad en ponerse de acuerdo. Distribuyeron entre todos las diferentes tareas y unas y otros pusieron en común el resultado de sus gestiones. Lo más complicado fue el catering del aperitivo, pero al trabajo y al conocimiento lo llaman buena suerte. Acaeció que el secretario, por medio de un buen cuñado, tuvo noticias del restaurante familiar El Marquesito, de Pedrera de la Sierra, en plena dehesa patrimonio del mundo. El contacto surtió efecto y la relación calidad/ precio/ responsabilidad/cantidad resultó inmejorable. Se cerró el trato, el precio y la relación de aperitivos. Aparicio y Aparición, dueños del restaurante y algo filósofos de la tierra —como es justo reconocer— tenían entre sus lemas uno que los hizo famosos fuera de sus fronteras: “Nosotros las dificultades las convertimos en bellotas y, como tal, nos las comemos y nos alimentan. Además, en nuestras cocinas, solamente utilizamos leña de encina. Es por eso por lo que el sabor de una carne a la brasa o un huevo frito cambia siempre a mejor. Eso es lo que ocurrirá en el Teatro Mágico el día del cincuentenario”.

***

Pasadas tres semanas de la minuciosa, trabajada y acordada preparación, llegó el día “D” y la hora “H”. Los miembros de la directiva se multiplicaron para atender cuidadosamente a tantos invitados y gracias a su labor y a la infinita paciencia de los de siempre todo el mundo se pudo sentar.

***

Abierto el acto por el socio de mayor edad, intervino en primer lugar la presidenta de los Amigos de los Libros, la cual basó su intervención en el encontronazo —a su juicio— entre el ebook y el libro de papel. Para ella, el tacto de una hoja y el olor a papel siempre han formado parte sustancial de la lectura y de la escritura. “Una pantalla —dijo— puede ser una hermana de luz del añejo papel, pero es una superficie demasiado joven que nunca tuvo vida, mientras que una página de papel, pergamino o papiro, encerró vida y ahora aprisiona siglos de historia; transmite una sensación de vida eterna porque estos materiales están en los anales de la historia de la humanidad”.

La presidenta, Pepa, siguió diciendo que “el papiro tiene unos 5.000 años, ya que el hallazgo más antiguo se remonta al Diario egipcio de Merer, alrededor del 2550-2560 a. d. C. El papiro fue soporte de todo tipo de documentos. Así podemos encontrarlo en jeroglíficos, textos médicos y religiosos que generalizó su uso durante la época de Alejandro Magno”.

        Pepa se había preparado sus palabras a conciencia. Su voz era clara. Siguió leyendo: “Como alternativa al papiro, se cuenta que la ciudad de Pérgamo[1] —al prohibir la exportación de este desde Egipto— desarrolló el pergamino. Básicamente es piel de cordero, limpia de pelo, raída, adobada y estirada. Sirve para escribir en ella y forrar libros. Su durabilidad y resistencia hicieron que su uso se expandiera por toda Europa a partir del siglo III d. d. C., convirtiéndose en el principal soporte material de escritura durante la Alta Edad Media, lo cual ya ocurrió en el Antiguo Egipto”.

        Pepa siguió: “Un primitivo papel apareció en el año 105 d. d.C. gracias al cortesano chino Ts’ai Lun y a la trituración de fibras vegetales, el cual refinó el proceso de fabricación consiguiendo un material de escritura más viable que el bambú o la seda. Avanzar en los procesos de producción permitió la fabricación del papel a gran escala, lo que hizo de este un material accesible. El secreto del papel se extendió a Japón en el siglo VI d. d. C. y a Europa por medio de los árabes. Hablamos de finales del siglo XI”.

        “El ebook —continuó diciendo— es demasiado impersonal. Necesita un dispositivo electrónico, el cual puede averiarse, desconfigurarse o quedarse sin batería. A un libro jamás le puede ocurrir ninguna de esas tres cosas. Para adquirir nuevos títulos digitales necesitas conexión a Internet. El e-book siempre precisa un intermediario y esto te quita libertad y —dado el caso— te sigue la pista. A los libros en papel, una vez comprados o sacados de una biblioteca, jamás le puede ocurrir nada de lo anterior. Ni se desconfiguran ni caducan. El papel soporta el paso del tiempo con una tranquilidad pasmosa. Así lo atestiguan monasterios, bibliotecas y archivos con sus legendarios ejemplares”.

        Pepa insistía: “Hoy la tecnología es potente y efímera a la vez. Su avance es imparable, vertiginoso, lo que paradójicamente la convierte en algo caduco. ¿Quién maneja hoy un disco de 3½? ¿Quién escucha música en un casete? ¿Qué ha sido de los cedés? ¿Cuántos pens almacenamos en el cajón del despacho? ¿A cuántos ordenadores les cabe la tarjeta de fotos de la cámara fotográfica? Frente a esta vorágine, puedo leer un libro en papel escrito hace quinientos años. ¿Qué garantías tenemos de que la nube siga guardando nuestros archivos los próximos 300 años? Con el formato papel tampoco lo podemos garantizar, pero… es mucho más seguro y duradero que cualquier otro soporte. Además, una escritura en papel es incorregible sin que se note. Un archivo Word o una foto digital los podemos tergiversar con tremenda facilidad. El papel permanece como un amigo fiel” dijo para finalizar.

        La genta madura aplaudió con ganas. Los pocos jóvenes que había lo hicieron sin ningún entusiasmo. En sus cerebros tenían arraigadas las ideas de que el papel ocupa mucho espacio, amarillea, se lo comen las polillas y provoca la desaparición de los bosques. ¡El papel no le puede ganar la batalla a los nanochips! —comentó uno de ellos a media voz.

Una socia que ya rozaba los setenta no pudo contenerse y le respondió, también a media voz:

    Evidentemente sois hijos de las nuevas tecnologías y sois rehenes de lo inmediato, desconociendo que el buen vino necesita su técnica y su tiempo. Igual le ocurre a la belleza, así la construcción original de la catedral de Notre Dame tardó en completarse 182 años trabajando sin parar. Seguramente no conocéis el dicho de que “Zamora no se ganó en una hora”. Lo rápido no siempre es lo mejor —remató.

    Usted disculpe señora, la que pasa rápida es la vida y las nuevas tecnologías nos permiten aprovechar mejor el tiempo.

    Ay, hijo, no me hagas reír. ¿Aprovechar el tiempo es comer comida rápida, echar un polvo rápido y desplazarte de un sitio a otro con un estrés que te mata? Aprovechar el tiempo es ser feliz a lo largo de él. Hacer las cosas despacio y bien es la mejor forma de manipular el tiempo. Ya lo dice el refrán: ¡Vísteme despacio que tengo prisa! Y ¡Quién va piano, va lontano! Si tienes una urgencia y la haces deprisa, puedes cometer errores con facilidad y perder así más tiempo al tener que repetirla.

    Dejémoslo señora. Quédese usted con su concepto de tiempo que yo me quedaré con el mío —respondió el joven.

    Precisamente, es cuestión de tiempo que lo comprendas y si no lo haces, será mucho peor para ti. La comida necesita su tiempo; la amistad necesita sus horas; el amor necesita sus ritmos; caminar no es correr; aprender a tocar un instrumento o escribir una poesía son procesos, no son instantes. Todo exige su tiempo y su ritmo. El olivo, la encina, la vid o un embarazo son lecciones de tiempo que nos da el existir. ¡Bájate del vagón de la prisa y todo te irá mejor! La sabiduría y la virtud son hijas de la disciplina y de la reflexión. ¡Moriréis aplastados por una aguja del reloj!

    Señora, que los relojes ya no tienen agujas. ¡Habla usted como mi abuela! Su lenguaje es trasnochado y sus ideas troglodíticas —le espetó el joven.

    Algún día recordaras esta conversación. Me buscarás pero no me encontrarás. Te aseguro que te acordarás de mí en más de una ocasión —respondió la mujer. ¡Solo es cuestión de tiempo!

    Dejémoslo, por favor. Nos estamos perdiendo el desarrollo del acto y estamos interrumpiendo al personal —exigió el joven.

    Ahí llevas razón, pero te aviso. Estás en el Teatro Mágico. Soy plantadora de semillas en cerebros ajenos y en corazones duros. Mis semillas siempre florecen y dan fruto. Debes prepararte para cuando llegue el momento. Ahora no lo estás. Eres demasiado joven para entenderme. Espero que te llegue una segunda oportunidad. Recuerda: Manipular el tiempo te hará más feliz. Si el tiempo te manipula a ti estarás perdido: serás un desgraciado que corre de un sitio a otro como pollo sin cabeza.

    Vale. Entendido. Deje ya de calentarme la olla y no enturbie mis ideas con imágenes tan desagradables.

    ¡Está bien! ¡Me voy! No habrán pasado ni cinco minutos para que me eches de menos. Siempre que pasa igual, sucede lo mismo —remató la señora y desapareció.

***

        En representación de las librerías de Alcajaral tomó la palabra Aureliano Alonso que se centró en la defensa acérrima de los libros ya sean en papel, en papiro, en pergamino o en e-book. “El soporte es indiferente, es un accidente sin importancia. Lo importante es el mensaje, la comunicación entre generaciones, el intercambio de ideas, el diálogo entre civilizaciones y entre personas”.

        En tono solemne, convencido de lo que decía, manifestó:

“Para mí tan importante es el Código de Hammurabi, como la Piedra Rossetta, como los jeroglíficos egipcios o las lápidas de mármol de los romanos. Piedra, papel, pergamino, madera, plástico, metal o papiro, ¿qué más da?

Qué duda cabe que determinados soportes facilitan la comunicación —para nada es lo mismo el tan-tan de una selva que una moderna radio— pero lo esencial sigue siendo el mensaje, sean señales de humo o un email de internet”.

En esto Aureliano Alonso Palomares —así era el apellido del decano de los libreros locales— comenzó a dar golpecitos en la mesa. Hablaba en morse. Cuando le pareció bien cambió a lenguaje de signos —ese que usan los sordomudos— para seguir luego hablando en inglés. Terminó con unas pocas palabras en ruso. La sala entre sorprendida e impactada no supo qué hacer. Todos se quedaron pegados al sillón. Al final Palomares explicó la importancia de los traductores comparándolos con palomas mensajeras de los que hay que cuidarse, al menos un poco… porque ¿Quién no ha oído esta expresión?: “Traduttori, traditori” (Traductores, traidores). No deja de ser una frase, pues a lo que realmente hace referencia es a la dificultad real de trasladar con fidelidad una idea original a otro idioma diferente. Salvo contadas excepciones, los errores son involuntarios. No olviden —terminó Palomares— que el mundo avanzó y se firmaron muchos tratados de paz, gracias a la inconmensurable labor de los traductores. Los escasos aplausos fueron más de compromiso que de convencimiento. Ahora las traducciones son casi simultáneas y existen tecnologías gratuitas que lo hacen al segundo. Un traductor es una máquina más que ni siente ni padece. Realmente las cosas habían cambiado mucho.

***

Igual que en las plazas de toros irrumpen los espontáneos, en esta ocasión salió a escena un desconocido amigo de los libros que, desde mitad del salón, tomó la palabra y dijo:

    Estamos en el Teatro Mágico, por favor no me interrumpan. Les leeré lo que he escrito y si les apetece, me echan, pero antes escúchenme.

En medio de un imprevisto y profundo silencio se oyó:

    Si siembras una palabra saldrá una línea, mientras que si se planta una línea obtendrás un párrafo. Si tus habilidades te dan para cultivar un párrafo generarás una página. La página, bien abonada, dará a luz a un capítulo y de este obtendremos un libro, del cual, con el debido tratamiento, nacerá una biblioteca.

El hombre, más relajado, ante una sala expectante, continuó:

    La biblioteca, por tanto, es hija del libro y nieta del capítulo; biznieta de la página; tataranieta del párrafo; trastataranieta de la línea y cuadrinieta de la palabra.

    La conclusión es clara entonces —prosiguió el hombre. Como el evangelio de San Juan, capítulo 1, versículo 1, establece que: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios”, las bibliotecas son una manifestación directa de la presencia divina porque están repletas de palabras. Entrar en una biblioteca es como si entráramos en un cielo terrenal, casi divino. Escribir, leer y rezar pertenecen al mismo ámbito: el sobrenatural.

    El Nuevo Testamento sigue diciendo que la Palabra es vida y luz, que estaba con Dios desde el principio y fue el medio por el cual todo fue hecho. Más adelante se desvela que “esta Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. La Palabra se identifica con Cristo.

Dado su pequeño mitin, el espontáneo orador pidió disculpas por la interrupción y se marchó, dejando en el ambiente una sensación de sorpresa y perplejidad. Con el ánimo de minimizar el incidente, Pepa, la presidenta, improvisó y le dio las gracias. El acto continuó como si todo ese imprevisto hubiera estado preparado de antemano, lo cual se situaba bastante lejos de la realidad.

***

A continuación, en representación de los escritores intervino Hipólito Dávila, el cual disertó sobre los alrededores de lo que significa escribir.

Comenzó sus palabras haciéndose esta sencilla pregunta: ¿Qué es escribir? ¿Por qué y para qué se escribe?[2] Advirtió que su respuesta correspondía con una síntesis de lo escuchado, leído y reflexionado. Habló así:

“Escribir es una compleja realidad que nació de lo más profundo del ser humano en las primitivas raíces de los tiempos. Su complejidad va pareja con la misma naturaleza de la acción, ya que representar con unos signos ideas, sentimientos, conocimientos, enfermedades, dudas etc… y transmitirlos, requiere tiempo y habilidades extraordinarias que evolucionen positivamente hacia el objetivo. En el mundo hay más de 7.000 lenguas vivas, pero solo entre el 1 y el 3% han desarrollado formas estables de escritura que son utilizadas ampliamente. Existen miles de idiomas hablados, pero la diversidad de sistemas de escritura es mucho menor, apenas un par de cientos: simplemente porque hablar es mucho más sencillo que escribir. Otro matiz que hay que tener en cuenta es que hablar es una acción que se realiza —normalmente— en colectivo, en presencia de otras personas o con otras personas. Sin embargo, escribir requiere mayor concentración y un adecuado escenario; no diré la soledad, pero sí hace falta cierto recogimiento. Escribir es una acción más íntima, más personal, mientras que hablar es una actividad social, aunque a veces a uno lo pillen hablando consigo mismo”.

Hipólito mantuvo la palabra y continuó:

“Son muchos los escritores que se han preguntado lo mismo que nosotros y las respuestas se repiten. He aquí algunas de ellas:

Escribir es una lucha contra el olvido, la pérdida, el paso de los años y la limitación de la vida. Es una forma de resistir, de sobrevivir, de perpetuarse. Cuando la realidad o las preguntas nos abruman, buscamos refugio en un papel y un lápiz, lo que nos permite explorar otras realidades y empatizar con “otras vidas”. Escribir relaja el interior; en cierta forma es un juego que distrae, pura terapia. Está comprobado que sana heridas y limpia la mente. El papel y el boli son objetos mágicos que favorecen ejercitar la imaginación, igual que el cincel y el martillo o un lienzo y un pincel. Redactar es transformar lo efímero en algo concreto que viaja por el tiempo y por el espacio. A la vez es sendero que conduce a tu interior, porque refleja una forma de buscar y buscarse. Escribir es expresión y comunicación. Es viajar, abrir caminos y posibilidades.

Escribir, en fin, es un acto vital de humanidad que da cierto sentido a la fragilidad de la existencia y amplia las posibilidades de conocer y conocerte. Escribir es una especie de salvavidas, un flotador eficaz en aguas tenebrosas.

Esencialmente, escribir es una introspección en la que el papel o la pantalla actúan como un espejo donde la imagen va fraguando con sucesivas reescrituras.

En definitiva, escribir es sangrar por la herida que el lápiz y el papel han consumado, y es una paradoja, pues cuanto más palabras viertes al exterior, más dependiente eres de ellas, tu fortaleza aumenta y te anima a seguir derramándolas. Escribir no deja de ser una estela que permanece después de haber pasado el barco, un intento por conocer tu ser y tu estar, por diferenciarse y ocupar un sitio. Uno se sabe efímero, y frágil, y lucha, vanamente, por perpetuarse. Finalmente, escribir se encuadra dentro de los misterios. Otro más que las mujeres y los hombres intentan descifrar.

En esta ocasión los aplausos fueron más y más sonoros. Varias personas se pusieron de pie y gritaron ¡Bravo, Hipólito! ¡Bravo!

***

Como invitado especial la presidenta cedió el micrófono a Cándido Esdrújulo[3], director del recién inaugurado Museo de las Palabras que comenzó su discurso aclarando que su apellido fue un capricho de su padre, escritor aficionado amante de las esdrújulas, lo cual le costó innumerables visitas al Registro Civil.

Contó Cándido que su querido padre era bibliófilo, es decir, un forofo coleccionista de libros que los valoraba por su contenido y belleza. El caso de su madre fue diferente pues era bibliómana. Sufría un trastorno obsesivo – compulsivo por coleccionar libros, sin necesidad de leerlos. En ese ambiente, él había salido bibliotecario. Después de graduarse en la Facultad de Psicopedagogía se presentó a una plaza, como auxiliar, en la Biblioteca de los Libros Abandonados y allí desarrolló su trabajo. En realidad -explicaba- esta biblioteca funciona más como almacén. Es una nave enorme donde adoptamos, y fichamos, a todos los libros que nos llevan. Tenemos una pequeña sala de lectura —solo cincuenta plazas— y funcionamos también como tienda de segunda mano. Bajo pedido, exportamos libros a África, América y Asia. Evidentemente, la relación de libros es accesible por internet. El país o institución que hace el pedido solo paga los portes; los libros se distribuyen gratuitamente. En la venta directa al público nacional, se cobra un euro por libro. Hay verdaderas gangas.

Cándido, en su infinito amor por las personas y los libros, llegó a fusionarlos de tal manera que, para él, cada persona alberga dentro una valiosa y complicada historia, “aún más que un libro”— decía.

    Con seguridad, la historia interior de cada uno es más profunda que su apariencia externa. La portada de un libro es importante, pero para opinar, hay que leerlo. Igual ocurre con las personas: antes de hablar de nadie hay que escanear su interior o esperar que lo vierta.

Siguió contando que cuando las autoridades decidieron crear el Museo de las Palabras contactaron con él para ver si podía simultanear los dos trabajos. Aunque Cándido resumió esta historia, la incluimos aquí con detalle para que los lectores se hagan una mejor idea. Estas líneas son las que Cándido tenía escritas:

“El Museo de las Palabras necesitaba mi supervisión, no mi presencia física. Era un trabajo que podía hacer on-line. Habían nombrado una gerente y una auxiliar administrativa, ambas con puestos fijos. Yo actuaría como supervisor y director artístico, habida cuenta que manejar palabras era considerado un noble arte que enmarca la fantasía, la realidad y la imaginación.

Desde el principio tuve muy claro que el museo contaría con una serie de salas fijas, exposiciones temporales, salón de actos, tienda de regalos, sala de lectura, etc. Entre los espacios fijos consideré oportuno dedicar una sala a las palabras de la Biblia y del Corán; otra al vocabulario de don Miguel de Cervantes; otra -compartida- por la Real Academia de la Lengua y el Instituto Cervantes, como entidades de promoción y defensa de las palabras en español. Fundamental sería la Estantería de los Diccionarios donde tendrían cabida, en papel, los diccionarios de todo el mundo. Cada uno de los 14 ordenadores -disponibles en la sala- contendría la información de todos ellos. La Sala de los Refranes y los Proverbios, aparte de los volúmenes correspondientes, sería enriquecida con piezas musicales en donde los citaran. La suite de honor estaría dedicada -de forma permanente- al humor. Se trabajaría en recopilar nombres de cómicos y sus correspondientes actuaciones grabadas; obras de teatro que lleven a la risa; libros de palabras deformadas con humor, como El Vocaburlario de José Luis Blasco, periodista local ya fallecido. La obra, joya entre joyas del imaginativo juego de modificar palabras y significados y de las posibilidades de imaginar. Lenguaje y ficción en estado puro. Como guardián de la suite estarían los trabajos que José Luis Coll desarrolló con su famoso diccionario.

Las exposiciones temporales variarían su contenido con bastante frecuencia. A pesar del tremendo trabajo que esto implicaba, se propuso que fueran mensuales, bimensuales o trimestrales, dependiendo del tema y del interés suscitado. Habría una sala que contendría libros que hablan de libros como por ejemplo “El infinito en un junco” de Irene Vallejo o “La biblioteca de los sueños imposibles” de Lin Rina. Contigua a esta funcionaría un proyector para ver películas basadas en libros, es decir, obras literarias llevadas al cine. Allí estarían El Señor de los Anillos (J.R.R. Tolkien); Orgullo y Prejuicio (Jane Austen) o Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll) entre otras muchas. Otra sala que cambiaría periódicamente era la dedicada a la prensa. En ella colaborarían todos los periódicos del país”.

Todo esto era su proyecto, pero la idea fundamental era buscar apoyos para crear un equipo de personas inquietas y preocupadas por las palabras. Sus líneas estaban abiertas a impregnarse de sugerencias, propuestas de mejora y exhaustivos análisis que condujeran a la mejor instalación donde la palabra sería la reina.

Cándido Esdrújulo no quería dejar pasar la ocasión sin hablar de su afición preferida: escribir a mano. Empezó con una frase: “Escribir a mano es dibujar ideas, es dibujarte, como si fuera un autorretrato”. En ese marco, continuó:

Desde la invención de la imprenta —por Gutemberg en 1440— después de una gran controversia por disputarse la gloria entre alemanes, franceses, italianos y holandeses— se dotó a la humanidad de la posibilidad de escribir, al menos en la forma, con rasgos despersonalizados.

Los variados e intensos avances hasta la impresión digital actual han dejado a Gutemberg en pañales, aunque su idea, su enorme y genial idea fue la gran madre de todo lo que vino después.


Escribir a mano es primitivo y antiguo, pero a fecha de hoy lo considero una innovación y un placer, una importante e innovadora faceta del desarrollo personal. El simple hecho de poner unas letras en un papel en blanco es relajante, te identifica y aumenta tu actividad cerebral. Solamente escribir despierta ya tus neuronas. Además, intentas evitar errores y tachones y luchas por mantener la horizontalidad de las líneas. Tener un bolígrafo -o una pluma- entre las manos es una experiencia tranquila y entrañable que te permite un reencuentro con tu interior. Sin intención de comparar ni de despreciar las ilustraciones hechas con ordenador, … ¡Que le digan a un pintor —amigo de óleos— que pinte según los cánones de un programa! Es indudable que el arte tiene infinitos caminos, pero la belleza de un Velázquez o de un Goya —en mi opinión— no tiene parangón”.

Embelesado en su propio discurso y pensando que la gente disfrutaría tanto como él, prosiguió leyendo sus cuartillas:

“Emborronar un papel con nuestra letra es una experiencia similar a la que pudo sentir el hombre o la mujer de Altamira al plasmar un bisonte en la pared rocosa o Picasso creando su don Quijote: las tres son obras originales, únicas. ¡No hay dos pintores iguales ni tampoco dos caligrafías! La grafología en esto es determinante. Los rasgos de tus letras, aparte de personalidad, marcan ideas, sentimientos, estados de ánimo, creatividad, gusto por la estética, etc. ¡Hasta reflejan tu subconsciente y tus deseos más profundos! En tus escritos está presente un ADN gráfico irrepetible, el cual desaparece cuando escribimos las mismas ideas con un Toshiba o una Underwood. Escribir a mano es un proceso más íntimo. Quizás por eso lo hicieron muchos escritores y prefirieron mojar la pluma en un tintero o dejarse guiar por una estilográfica, práctica que empezó a decaer cuando el periodista húngaro László József Bíró, en 1938, algo cansado de las dificultades de la pluma, inventó el bolígrafo.

Cándido Esdrújulo se había preparado su discurso a conciencia. Sabía que se estaba extendiendo demasiado, pero un impulso irrefrenable le impulsó a continuar. Estaba decidido a terminar, así que persistió:

“Me encantan las palabras caligrafía y manuscrito, porque ambos —por medio de libros y papeles— dan cuerpo y perfil a singulares obras de arte que resultan atractivas por su impecable belleza. Como el fuego, el mar o las cambiantes dunas de un desierto, es relajante observar el punto flotante de la “i”, la ligera inclinación de la “l”, las barriguitas de la “g” o de la “p” o los puentecitos de la “m” y la “n”. ¿Qué decir de la fuerza de la “z” o del derecho de primogenitura de la “a”? ¿Y la suerte que tienen las letras gemelas de ir siempre por parejas para que diferenciemos “un carro” de lo “caro” y una “llama” de un “lama”?

Entrando en otra conexión, siempre me molestó la nefasta diferenciación entre letras y números, ya que ambos son pilares de todas las culturas y su relación es íntima, casi amorosa diría. En todos los alfabetos del mundo letras y números son dibujos, líneas, trazos, siluetas. ¿Hay mucha diferencia entre inventarse la “m” o un “3”? ¿Y entre un cero y la “O”? ¿Y entre la “B” y un “8”? La “x” [equis] la utilizamos para multiplicar y los dos puntos, “:”, para dividir. A los lados de un triángulo las matemáticas los suelen llamar a, b, y c, dejando las mayúsculas A, B, C, para sus vértices opuestos. Eso sí, cuando el triángulo es rectángulo podemos encontrarnos con “c”, “c’” y “h” para nombrar los catetos y la hipotenusa. X, Y y Z siempre serán incógnitas y, curiosamente, la letra “h” la hemos elegido para nombrar la altura de una figura plana o de un cuerpo geométrico, palabra que no la lleva. La abstracción es fantástica pues una “V” con visera se lee como raíz cuadrada y una “S” estirada simboliza una integral.

A todo esto añadimos la paradoja de diferentes números que se nombran con letras: El “número e” = 2’718281828459…, es la base de los logaritmos neperianos. El “número pi” =3,1415926535… sale de la relación constante entre la longitud de la circunferencia y su diámetro. Arquímedes de Siracusa fue el primero en calcular su valor y Euler lo popularizó como π siglos después. Respecto al “número áureo”, fi en griego, φ = 1,6180339887498…, se obtiene como una proporción entre dos segmentos de una recta, es decir, una construcción geométrica. Tanto e, como π, como φ son números irracionales. Aparte queda el casi mágico “número i”, que nace del análisis complejo y del álgebra. Se define por “i2= —1”.

Escribir hoy a mano números y letras pone de actualidad el antiguo oficio de escribano que daba fe, por medio de escrituras, de actos que se desarrollaban ante él. Atrás quedan también la redacción de cartas y testamentos. Hoy día las nuevas tecnologías nos permiten escribir con la voz. Su posible generalización acabaría con el uso del papel y la posibilidad de escribir del ser humano. Para mí sería una grave pérdida: los seres humanos no tendrían letra. Reclamo la letra de cada uno de nosotros como Patrimonio de la Humanidad, antes de que sea demasiado tarde. Muchas gracias por su atención.

Esdrújulo pidió disculpas por haberse alargado más de la cuenta. Pepa dio por terminado el acto e indicó a los invitados que era hora del merecido aperitivo. Los camareros tenían ya preparada una primera ronda de bebidas con unas aceitunas y unos taquitos de queso.

Y ¡por fin!, el sorteo

Un cincuentenario que se precie debe tener una buena comida. Los Amigos de los Libros no escatimaron recursos para estar a la altura en una celebración tan histórica como esa. Así que corrió la bebida y hubo muy buenas rondas de exquisitos productos.

Los asistentes comieron y bebieron a su antojo en medio de un ambiente relajado y familiar. Ya en los postres, Pepa, la presidenta, indicó que como colofón de aquella magnífica jornada se iba a proceder a un singular sorteo.

Pepa explicó que como asociación se recibían regalos. Aclaró que, la mayor parte de ellos eran acordes con nuestros fines. La Junta Directiva, con buen criterio, había decidido sortear los regalos entre los socios, aprovechando el evento de los 50 años de historia.

Se repartieron varias listas donde los socios aparecían numerados. Previamente —para ganar tiempo— se trajo preparado un bombo de bingo que contenía 89 números, que era el total de socios que tenían actualizada su cuota anual. Número sacado no regresaba al bombo, lo que significaba que a un socio solamente podría corresponderle un premio. Pepa solicitó la presencia del socio-secretario para que actuara como supervisor de todo el proceso y diera fe de que allí no había ni “trampa ni cartón”, dicho que da a entender que algo es legítimo, sin engaños ni trucos. El dicho está vinculado con el teatro y con la caza. En el primer caso, la “trampa” es un truco escénico y el “cartón”, el material de falsos decorados. En el segundo, hay autores que refieren que un antiguo sistema de caza ha sido cubrir las trampas con cartón para engañar así a los animales.

        Ayudándose del micro, Pepa solicitó la presencia de Ángela, única niña presente en el evento, para que una mano inocente diera vueltas al bombo. La Directiva no cayó en el detalle de que el sorteo se iba a celebrar en el Teatro Mágico y que allí podría ocurrir cualquier cosa.

        El primer regalo consistía en una caja de diez libros, todos del siglo XXI, en excelente estado. Ángela giró el bombo por primera vez. Paró. Entregó la bolita al secretario y este cantó: “Número treinta y tres”. Los socios que tenían la relación leyeron el mismo nombre. El afortunado era el abuelo de Ángela. Ligero rumor en la sala. Foto para la historia con su nieta y la presidenta.

        El vicepresidente anunció el segundo premio. En esta ocasión se trataba de un grueso diccionario de la Real Academia de la Lengua. Mirando a la sala dijo:

    Todo está en internet, pero el gustazo de utilizar papel es muy satisfactorio. A ver, Ángela, unas vueltecitas al bombo.

    Número cincuenta y ocho —comunicó el secretario.

Felisa no pudo contenerse y gritó: ¡Soy yo, soy yo! Pepa, la presidenta, se quedó estupefacta. En esta ocasión la premiada era la madre de la niña. Al percatarse del vínculo, sin darle importancia, comentó por el micro: ¡Vaya tela! ¡Qué familia más afortunada! Entregó el premio el vicepresidente. Foto del mismo acompañado por la niña y su madre.

        Y vamos a por el tercero —comentó el secretario. En este caso es un fabuloso poster, enmarcado, de la película “La ladrona de libros”. Un cuadro que quedará precioso en el dormitorio de los niños o en alguna salita destinada a despacho. A ver, a ver, Ángela y su manita, ¿Hacía donde se dirige la suerte ahora? La niña sacó la bolita y directamente anunció el quince. Había pasado de cargos directivos. El secretario, mirando la bolita, confirmó el número: “Efectivamente, tenemos el quince”. El afortunado —sigue diciendo— es el socio Leal Caballero, Francisco, que… curiosamente… el secretario titubea un poco… se para, la gente espera, es, es… el padre de Ángela y marido de Felisa, la afortunada del segundo premio. ¡Pero bueno… es increíble! Va a resultar que la mano de esta niña no es tan inocente: solo saca bolitas de su familia. Foto de rigor: dos miembros de la directiva, niña y familia premiada. Felisa cogió el micrófono y sintió la necesidad de aclarar:

    Nunca nos había tocado nada. Debe ser que la suerte estaba esperando un evento como este. Si alguien quiere sustituir a mi hija en el bombo, ahora es el momento.

    Felisa, respondió la presidenta— la chiquilla lo está haciendo muy bien. El azar es muy caprichoso. Dejémoslo fluir. Las sorpresas son jugadas del destino.

Un grupo de socios se mostró de acuerdo y propuso un aplauso para Ángela:

    Venga Ángela vamos a por el cuarto.

Ahora el premio es un juego de seis copas de vino tinto. La expectación es total. La gente se lo estaba pasando muy bien. Silencio atronador. De fondo, solamente se escuchan las bolitas rodando por el interior del pequeño bombo. El secretario, con un rápido movimiento, le quita la bolita a la niña. Esta no dice nada, pero lo mira con cara de pocos amigos. La voz del directivo resuena en el ambiente: “Amigos ha salido el treinta y siete, tres - siete” y la afortunada es… ¡Pepa, la presidenta! La gente no se lo puede creer. Los miembros de la Junta Directiva se miran con cara de ¡tierra trágame!

        El tesorero —invisible hasta ahora— se levanta y toma la palabra.

    Está claro que las musas de este Teatro Mágico están jugando con todos nosotros. Estas coincidencias solo se producen una vez en la vida. Mis compañeros de la Directiva y yo estamos desconcertados y sentimos enormemente que los premios no recaigan en cualquiera de ustedes.

    Me sumo a lo que dice nuestro tesorero —intervino Pepa. Personalmente, renuncio a mis copas de vino y ruego que se sorteen otra vez.

    No me parece justo lo que propones —respondió el socio Rafael Escribano. La suerte es la suerte y las copas son tuyas. Lo que está ocurriendo es lo que tenía que ocurrir. ¡Las excepciones también existen!

El siguiente premio era cuatro entradas para un espectáculo flamenco, donado por la Federación de Peñas, anunció el secretario. Venga Ángela, sorpréndenos y que le toque a alguien menos conocido. La niña daba vueltas y vueltas a aquel bombo y más vueltas y otra vuelta… como si tuviera miedo de parar. Alguien del público le gritó:

    Ángela, para ya, que nos van a dar las uvas aquí!

La niña paró. Pepa tomó el número y dijo: “El siete” … a ver, a ver… Se oyeron voces al fondo de la sala. De allí emergió la figura de Amancio Bravo, la persona más protestona del mundo y la más exigente. Por una vez puso su mejor cara y recogió sus tiques. De vuelta para su sitio pidió silencio al público y, en voz alta, dijo: “Yo solo necesito dos entradas, si a alguien le interesan las otras dos se las puedo vender”.

Como si tuviera un resorte en el trasero, se levantó el vocal de viajes y expresó que no le parecía bien vender lo que las Peñas nos habían regalado. Amancio se revolvió con rapidez y le respondió:

    A ver, tesorero, dime: ¿de quién son las entradas?

    Evidentemente tuyas —afirmó el ángel custodio del dinero.

    Pues si son mías, haré con ellas lo que me dé la gana. Lo único que faltaba que me digáis lo que tengo que hacer con mis cosas. A este paso, ¡No sé a dónde vamos a llegar! ¡Un poco de respeto, por favor!

    ¡Punto final! —zanjó la presidenta.

El sorteo siguió. Ahora le toca el turno a una fantástica mochila regalada por una agencia de viajes. Estamos en el penúltimo regalo —prosiguió Pepa.

Manivela, bombo, bolita, manita y el secretario diciendo: “Ochenta y dos”. La estela de personas premiadas había cogido un rumbo que no pensaba abandonar. La mochila fue para el querido expresidente que dirigió la asociación con mucho éxito durante veinte años. Seguía la racha de gente conocida.

        Y llegó el último sorteo. Se trataba de un ejemplar titulado “Incunable. La imprenta llega a España”, editado por la Biblioteca Nacional en el año 2022, con texto de Fermín de los Reyes Gómez, en el 550 aniversario de la llegada del invento a España. El proceso siguió los cauces previstos y terminó adjudicando el libro a la socia número 13, cuñada del secretario.

        Las malas lenguas dijeron que los sorteos estaban invisiblemente amañados. La relación de premiados era inexplicable. Algo insólito.

Premiados, premiadas y Junta Directiva se hicieron una foto final como recuerdo. Detrás, en el fondo, por el juego de luces, apareció la imagen clara de un duende sonriente con cara de travieso. Entre lo ocurrido, y lo visto en la foto la gente empezó a comentar que habían asistido a un intrigante y asombroso sorteo en el Teatro Mágico. Un espectáculo inaudito e irrepetible que solo se puede ver una vez en la vida. Nadie se percató de que un fantasma de carne y hueso había pintado con pintura magnética transparente determinadas bolas. El pequeño cubilete que las recogía ajustado en el bombo, en realidad, era un imán de neodimio. Una vez metidas en el bombo, las bolitas pintadas no tenían escapatoria. Toda la operación —indetectable a simple vista— fue un experimento organizado por Jorge, marido de la presidenta, propietario del mágico bingo y experto en biopinturas, pinturas fotocatalíticas y materiales autorreparables. En el ambiente del salón quedó flotando una nebulosa de dudas y de sospechas. ¡Eran demasiadas las coincidencias!

El edificio multiplicó su magia.

En la mesa presidencial, Pepa, en voz baja y con precaución le dijo a su marido:

—¡Júrame que tú no has tenido nada que ver en esto ¡

Jorge no respondió. Se limitó a mirarla, bajó los ojos y sonrió.

—Tengo que ir al servicio. Ahora te busco.

 

 

 

 

 



[1] Antigua ciudad griega, actualmente en Turquía, frente a la isla de Lesbos. En su antigua acrópolis alberga valiosas ruinas que la situaron como una de las urbes más brillantes y potentes del imperio de los Atálidas.

[2][2] Para personas muy interesadas existe un volumen titulado ¿Por qué escribo?, cuyo autor es Jesús Ruiz Mantilla, periodista en EL PAÍS, 2011. Se trata de una recopilación de respuestas de 50 autores a esa pregunta tan básica. Muy interesante.

[3]Esdrújulo no era ningún apellido. Es un término que viene del italiano sdrucciolo, derivado de sdrucciolare, (resbalar o deslizarse). Se refiere a las palabras cuya acentuación cae en la antepenúltima sílaba (como p. e. "esdrújulo" o "cántaro"), y se les llama así porque se "resbalan" hacia atrás en la pronunciación. En español siempre se tildan.

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