La Asociación de Amigos de los Libros celebraba su cincuentenario en el mes de noviembre de ese año. Cuatro forofos de la literatura la habían fundado en la ciudad de Alcajaral años atrás, en 1975, fecha de inicio de cambios trascendentales en España. El salón del Teatro Mágico estaba a rebosar: escritores de sueños, titulares de editoriales ilusionantes, periodistas de la certeza, autoridades con ética locales y provinciales, preclaros bibliotecarios, directivos de la Real Academia de las Palabras, Ciencias y Nobles Artes, correctores empáticos de estilo, vocales fecundos de la Federación de Poetas, etc… ocupaban todos los sitios disponibles, de tal manera que la organización tuvo que pedir sillas a los vecinos para que las protestas por la falta de asientos amainaran un poco. Todos se autoestimaban en demasía, muchos peinaban canas, y no estaban dispuestos a estar de pie dos horas, tiempo previsto por los Amigos de los Libros para la duración del acto. Presidía el escenario un atril con un ejemplar del Quijote ilustrado por el universal Dalí. Un foco permanente de luz violeta lo iluminaba como a una diva.
Semanas
atrás, la preparación de la jornada ya había sido un poema, algo dramático, por
supuesto. El teatro pertenecía a la comunidad autónoma y su uso había sido
cedido previa solicitud escrita precisando día, horas, fines del evento,
responsables, etc.… La aprobación de la solicitud la hizo un técnico oralmente
que, deprisa y corriendo, con cita previa, les explicó a los tres directivos
que acudieron al teatro las condiciones de la cesión.
Este
hombre, de forma mecánica y sin ninguna fibra de humanidad, informó que se
cedía el local desde las doce de la mañana hasta las doce de la noche, pero que
era imprescindible hacer un seguro de responsabilidad civil, un contrato con
una empresa de limpieza para dejarlo todo como se encontró y un guardia de
seguridad tenía que estar en la puerta todo el rato. Aclaró que, como local público
que era, no se podía impedir el paso a nadie que pretendiera visitar el teatro.
Las sillas había que desalmacenarlas, colocarlas y volverlas a almacenar; la
megafonía debía alquilarse por cuenta de la asociación; la decoración del
escenario, salón, entrada etc… era responsabilidad total de la entidad
receptora de la cesión y, en caso de dar aperitivo, la administración requería
un contrato de servicios de hostelería donde constaría la empresa responsable y
nombres de los trabajadores que harían de cocineros o camareros. Todos debían
tener el carné de manipuladores de alimentos y estar dados de alta en la
seguridad social. Por fortuna la administración tenía en vigor un seguro
contraincendios y no se debía ningún recibo del IBI.
— Algo es algo —dijo la
presidenta.
Conforme
escuchaban al funcionario, los tres directivos fueron disminuyendo de estatura
al sentir el peso de tanta condición, lo que acorraló claramente su
responsabilidad. Pepa, la presidenta se atrevió a preguntar:
— Perdona, ¿Y la
administración pone algo más?
— Cede el uso del local
que no es poco. Estamos ante un teatro con mucha historia. Aquí se han dado
mítines de famosos políticos; se han representado obras de teatro de fama
nacional; han expuesto fantásticos pintores y han dado conciertos músicos de
casi todo el mundo. Las paredes de este edificio están sostenidas por
elocuentes palabras, el eco de ilustres personajes y notas musicales de
Beethoven y Bach. En las paredes, en apariencia blancas, muchas personas ven los
cuadros de Sorolla, Picasso, Navarrete “El Mojino” y Romero de Torres. De forma
inexplicable los muros se impregnaron de sombras, de colores y formas. Cuando
un cuadro se expone en este local, permanece colgado para siempre. Es como si
sus paredes tuvieran memoria. También es cuestión de sensibilidad del visitante.
Hay días que no se ven bien porque aparecen superpuestos ¿De dónde creen que le
viene el nombre al teatro? Aquí todo se transforma. Hay gente que de improviso
comienzan a explicarse en perfecto inglés, mientras que algunos políticos
quedan afónicos. Pueden hablar, pero nadie los escucha. Solamente los entienden
los sordomudos. Dicen que son fenómenos psicoparanormales. A veces, los vecinos
oyen voces de noche y por las ventanas, desde la calle, se diferencian caras a
la luz de una vela.
— Pues me va a perdonar,
pero yo no me percato de nada de lo que usted dice —respondió Jacinto— el
secretario.
— Es lógico —contestó el
funcionario. Es evidente que le faltan conocimientos, imaginación y perspectiva
histórica. Por supuesto que su sensibilidad parece situarse por debajo de la
media.
Anselmo, el
vicepresidente, quedó perplejo y sin palabras ante el cúmulo de datos y dificultades
que aquel cumplidor y sabiondo funcionario les exponía. El técnico continuó
diciendo:
— Tienen que estar
ustedes agradecidos a don Santiago, máxima autoridad política responsable de
este teatro. Gracias a él no tendrán que firmar un contrato de cesión y
depositar una fianza de cuatro mil euros en el banco. Me ha dicho que son
ustedes paisanos y gente de fiar. Es por eso por lo que no le hemos respondido
por escrito. Tampoco les vamos a exigir que una empresa desinsecte y desinfecte
el local al finalizar el evento ya que lo hizo la última entidad que utilizó el
teatro, que por cierto fue un banco, entidades de las que nunca te puedes fiar
del todo.
La presidenta
aprovechó el instante que se tomó el funcionario para respirar y dijo:
— Dígale a don Santiago,
de nuestra parte, que le estamos muy agradecidos por la cesión y que no se
preocupe. Todo se hará como usted ha dicho. Los Amigos de los Libros somos
gente seria y responsable. Queremos que todo salga bien y que nuestros
invitados disfruten. Además, vendrá la prensa local y está en juego nuestra
dignidad y nuestra imagen.
— Sobre ese detalle
quería aclararle que la nota de prensa que ustedes vayan a publicar sobre el
evento debe ser supervisada por don Santiago. Él trabaja hasta muy tarde, así
que al finalizar todo le pueden enviar por WhatsApp la crónica del acto. Don
Santiago es muy respetuoso y suele corregir muy poco de lo que le envían.
Añadirá, seguramente, alguna línea. Me ha dicho que vendrá para la foto
oficial, pero que debido a sus múltiples compromisos, no podrá quedarse todo el
rato. ¡Ah! Y no olviden enviar, junto con la crónica, dos o tres fotos. Una vez
revisado el envío, el periodista que colabora con don Santiago lo remitirá a
los diferentes medios de comunicación. Si publican algo en sus redes sociales,
les ruego que sean discretos y generosos en sus comentarios sobre la
Administración y la persona que les protege.
— ¡Ya! —manifestó la
presidenta. Es de bien nacidos ser agradecidos, ¿no?
— Pues si no tienen nada
más que decir, este servidor de ustedes los deja. Aquí tienen una llave del
local. ¿Quién me firma el recibí? Por favor que alguien me acompañe a la
puerta. Le tengo que explicar cómo se quita y se pone la alarma. Las luces del
escenario y del salón las controla el señor de megafonía que van a contratar,
siempre es el mismo y. Si necesitan alguna cosa más me lo comunican por
WhatsApp y les responderé cuando pueda. Para evitar a los impertinentes, tengo
bastante restringidas las llamadas de teléfono.
— Le acompaño a la
puerta para el asunto de la alarma —le indicó el vicepresidente.
***
Los tres directivos de
los Amigos de los Libros quedaron impactados ante los numerosos condicionantes
que aquel “mandado” les había comentado. Comprendían que tenían que cuidar lo
público, pero siempre pensaron que la Administración se implicaría un poco más,
que para eso pagamos impuestos. Que el Teatro Mágico no tuviera megafonía en
propiedad les pareció tercermundista y casi una ofensa a la ciudadanía. Que no
abriera y cerrara un conserje con nómina indicaba que algo no funcionaba bien.
Lo de transportar las sillas y devolverlas a su lugar, rayaba en la
humillación. En la asociación todo se hacía por puro voluntarismo, limpio
desinterés. Estaba claro que en el sector público funcionaban otras normas. Ese
poco apoyo demostrado por “la Administración” les sentó mal a todos, pero no
los amilanó.
Al salir, Pepa, la
presidenta dijo:
—Esto lo arreglo yo
con una reunión. Convocamos a toda la gente de la directiva y repartimos el
trabajo. Es la única forma de aligerar tan burda burrocracia.
Acostumbrados a
puzlear con sus talantes, los miembros del equipo directivo no tuvieron ninguna
dificultad en ponerse de acuerdo. Distribuyeron entre todos las diferentes tareas
y unas y otros pusieron en común el resultado de sus gestiones. Lo más
complicado fue el catering del aperitivo, pero al trabajo y al conocimiento lo
llaman buena suerte. Acaeció que el secretario, por medio de un buen cuñado,
tuvo noticias del restaurante familiar El Marquesito, de Pedrera de la Sierra,
en plena dehesa patrimonio del mundo. El contacto surtió efecto y la relación
calidad/ precio/ responsabilidad/cantidad resultó inmejorable. Se cerró el
trato, el precio y la relación de aperitivos. Aparicio y Aparición, dueños del
restaurante y algo filósofos de la tierra —como es justo reconocer— tenían
entre sus lemas uno que los hizo famosos fuera de sus fronteras: “Nosotros las
dificultades las convertimos en bellotas y, como tal, nos las comemos y nos
alimentan. Además, en nuestras cocinas, solamente utilizamos leña de encina. Es
por eso por lo que el sabor de una carne a la brasa o un huevo frito cambia siempre
a mejor. Eso es lo que ocurrirá en el Teatro Mágico el día del cincuentenario”.
***
Pasadas tres semanas
de la minuciosa, trabajada y acordada preparación, llegó el día “D” y la hora
“H”. Los miembros de la directiva se multiplicaron para atender cuidadosamente
a tantos invitados y gracias a su labor y a la infinita paciencia de los de
siempre todo el mundo se pudo sentar.
***
Abierto el acto por el
socio de mayor edad, intervino en primer lugar la presidenta de los Amigos de
los Libros, la cual basó su intervención en el encontronazo —a su juicio— entre
el ebook y el libro de papel. Para ella, el tacto de una hoja y el olor a papel
siempre han formado parte sustancial de la lectura y de la escritura. “Una
pantalla —dijo— puede ser una hermana de luz del añejo papel, pero es una
superficie demasiado joven que nunca tuvo vida, mientras que una página de
papel, pergamino o papiro, encerró vida y ahora aprisiona siglos de historia;
transmite una sensación de vida eterna porque estos materiales están en los
anales de la historia de la humanidad”.
La presidenta, Pepa,
siguió diciendo que “el papiro tiene unos 5.000 años, ya que el hallazgo más
antiguo se remonta al Diario egipcio de Merer, alrededor del 2550-2560
a. d. C. El papiro fue soporte de todo tipo de documentos. Así podemos
encontrarlo en jeroglíficos, textos médicos y religiosos que generalizó su uso durante
la época de Alejandro Magno”.
Pepa
se había preparado sus palabras a conciencia. Su voz era clara. Siguió leyendo:
“Como alternativa al papiro, se cuenta que la ciudad de Pérgamo[1]
—al prohibir la exportación de este desde Egipto— desarrolló el pergamino. Básicamente
es piel de cordero, limpia de pelo, raída, adobada y estirada. Sirve para
escribir en ella y forrar libros. Su durabilidad y resistencia hicieron que su
uso se expandiera por toda Europa a partir del siglo III d. d. C.,
convirtiéndose en el principal soporte material de escritura durante la Alta
Edad Media, lo cual ya ocurrió en el Antiguo Egipto”.
Pepa
siguió: “Un primitivo papel apareció en el año 105 d. d.C. gracias al cortesano
chino Ts’ai Lun y a la trituración de fibras vegetales, el cual refinó el
proceso de fabricación consiguiendo un material de escritura más viable que el
bambú o la seda. Avanzar en los procesos de producción permitió la fabricación
del papel a gran escala, lo que hizo de este un material accesible. El secreto
del papel se extendió a Japón en el siglo VI d. d. C. y a Europa por medio de
los árabes. Hablamos de finales del siglo XI”.
“El
ebook —continuó diciendo— es demasiado impersonal. Necesita un dispositivo
electrónico, el cual puede averiarse, desconfigurarse o quedarse sin batería. A
un libro jamás le puede ocurrir ninguna de esas tres cosas. Para adquirir
nuevos títulos digitales necesitas conexión a Internet. El e-book siempre precisa
un intermediario y esto te quita libertad y —dado el caso— te sigue la pista. A
los libros en papel, una vez comprados o sacados de una biblioteca, jamás le
puede ocurrir nada de lo anterior. Ni se desconfiguran ni caducan. El papel
soporta el paso del tiempo con una tranquilidad pasmosa. Así lo atestiguan
monasterios, bibliotecas y archivos con sus legendarios ejemplares”.
Pepa
insistía: “Hoy la tecnología es potente y efímera a la vez. Su avance es
imparable, vertiginoso, lo que paradójicamente la convierte en algo caduco.
¿Quién maneja hoy un disco de 3½? ¿Quién escucha música en un casete? ¿Qué ha
sido de los cedés? ¿Cuántos pens almacenamos en el cajón del despacho? ¿A cuántos
ordenadores les cabe la tarjeta de fotos de la cámara fotográfica? Frente a
esta vorágine, puedo leer un libro en papel escrito hace quinientos años. ¿Qué
garantías tenemos de que la nube siga guardando nuestros archivos los próximos
300 años? Con el formato papel tampoco lo podemos garantizar, pero… es mucho
más seguro y duradero que cualquier otro soporte. Además, una escritura en
papel es incorregible sin que se note. Un archivo Word o una foto digital los
podemos tergiversar con tremenda facilidad. El papel permanece como un amigo
fiel” dijo para finalizar.
La
genta madura aplaudió con ganas. Los pocos jóvenes que había lo hicieron sin
ningún entusiasmo. En sus cerebros tenían arraigadas las ideas de que el papel
ocupa mucho espacio, amarillea, se lo comen las polillas y provoca la
desaparición de los bosques. ¡El papel no le puede ganar la batalla a los
nanochips! —comentó uno de ellos a media voz.
Una socia que ya
rozaba los setenta no pudo contenerse y le respondió, también a media voz:
— Evidentemente sois hijos
de las nuevas tecnologías y sois rehenes de lo inmediato, desconociendo que el
buen vino necesita su técnica y su tiempo. Igual le ocurre a la belleza, así la
construcción original de la catedral de Notre Dame tardó en completarse 182
años trabajando sin parar. Seguramente no conocéis el dicho de que “Zamora no
se ganó en una hora”. Lo rápido no siempre es lo mejor —remató.
— Usted disculpe señora,
la que pasa rápida es la vida y las nuevas tecnologías nos permiten aprovechar
mejor el tiempo.
— Ay, hijo, no me hagas
reír. ¿Aprovechar el tiempo es comer comida rápida, echar un polvo rápido y
desplazarte de un sitio a otro con un estrés que te mata? Aprovechar el tiempo
es ser feliz a lo largo de él. Hacer las cosas despacio y bien es la mejor
forma de manipular el tiempo. Ya lo dice el refrán: ¡Vísteme despacio que tengo
prisa! Y ¡Quién va piano, va lontano! Si tienes una urgencia y la haces
deprisa, puedes cometer errores con facilidad y perder así más tiempo al tener
que repetirla.
— Dejémoslo señora.
Quédese usted con su concepto de tiempo que yo me quedaré con el mío —respondió
el joven.
— Precisamente, es
cuestión de tiempo que lo comprendas y si no lo haces, será mucho peor para ti.
La comida necesita su tiempo; la amistad necesita sus horas; el amor necesita
sus ritmos; caminar no es correr; aprender a tocar un instrumento o escribir
una poesía son procesos, no son instantes. Todo exige su tiempo y su ritmo. El
olivo, la encina, la vid o un embarazo son lecciones de tiempo que nos da el existir.
¡Bájate del vagón de la prisa y todo te irá mejor! La sabiduría y la virtud son
hijas de la disciplina y de la reflexión. ¡Moriréis aplastados por una aguja
del reloj!
— Señora, que los
relojes ya no tienen agujas. ¡Habla usted como mi abuela! Su lenguaje es
trasnochado y sus ideas troglodíticas —le espetó el joven.
— Algún día recordaras
esta conversación. Me buscarás pero no me encontrarás. Te aseguro que te
acordarás de mí en más de una ocasión —respondió la mujer. ¡Solo es cuestión de
tiempo!
— Dejémoslo, por favor.
Nos estamos perdiendo el desarrollo del acto y estamos interrumpiendo al
personal —exigió el joven.
— Ahí llevas razón, pero
te aviso. Estás en el Teatro Mágico. Soy plantadora de semillas en cerebros
ajenos y en corazones duros. Mis semillas siempre florecen y dan fruto. Debes
prepararte para cuando llegue el momento. Ahora no lo estás. Eres demasiado
joven para entenderme. Espero que te llegue una segunda oportunidad. Recuerda:
Manipular el tiempo te hará más feliz. Si el tiempo te manipula a ti estarás
perdido: serás un desgraciado que corre de un sitio a otro como pollo sin
cabeza.
— Vale. Entendido. Deje
ya de calentarme la olla y no enturbie mis ideas con imágenes tan
desagradables.
— ¡Está bien! ¡Me voy!
No habrán pasado ni cinco minutos para que me eches de menos. Siempre que pasa
igual, sucede lo mismo —remató la señora y desapareció.
***
En
representación de las librerías de Alcajaral tomó la palabra Aureliano Alonso
que se centró en la defensa acérrima de los libros ya sean en papel, en papiro,
en pergamino o en e-book. “El soporte es indiferente, es un accidente sin
importancia. Lo importante es el mensaje, la comunicación entre generaciones,
el intercambio de ideas, el diálogo entre civilizaciones y entre personas”.
En
tono solemne, convencido de lo que decía, manifestó:
“Para mí tan
importante es el Código de Hammurabi, como la Piedra Rossetta, como los
jeroglíficos egipcios o las lápidas de mármol de los romanos. Piedra, papel,
pergamino, madera, plástico, metal o papiro, ¿qué más da?
Qué duda cabe que
determinados soportes facilitan la comunicación —para nada es lo mismo el
tan-tan de una selva que una moderna radio— pero lo esencial sigue siendo el
mensaje, sean señales de humo o un email de internet”.
En esto Aureliano
Alonso Palomares —así era el apellido del decano de los libreros locales—
comenzó a dar golpecitos en la mesa. Hablaba en morse. Cuando le pareció bien
cambió a lenguaje de signos —ese que usan los sordomudos— para seguir luego hablando
en inglés. Terminó con unas pocas palabras en ruso. La sala entre sorprendida e
impactada no supo qué hacer. Todos se quedaron pegados al sillón. Al final
Palomares explicó la importancia de los traductores comparándolos con palomas
mensajeras de los que hay que cuidarse, al menos un poco… porque ¿Quién no ha
oído esta expresión?: “Traduttori, traditori” (Traductores, traidores). No deja
de ser una frase, pues a lo que realmente hace referencia es a la dificultad
real de trasladar con fidelidad una idea original a otro idioma diferente.
Salvo contadas excepciones, los errores son involuntarios. No olviden —terminó
Palomares— que el mundo avanzó y se firmaron muchos tratados de paz, gracias a
la inconmensurable labor de los traductores. Los escasos aplausos fueron más de
compromiso que de convencimiento. Ahora las traducciones son casi simultáneas y
existen tecnologías gratuitas que lo hacen al segundo. Un traductor es una
máquina más que ni siente ni padece. Realmente las cosas habían cambiado mucho.
***
Igual que en las
plazas de toros irrumpen los espontáneos, en esta ocasión salió a escena un
desconocido amigo de los libros que, desde mitad del salón, tomó la palabra y
dijo:
— Estamos en el Teatro
Mágico, por favor no me interrumpan. Les leeré lo que he escrito y si les
apetece, me echan, pero antes escúchenme.
En medio de un
imprevisto y profundo silencio se oyó:
— Si siembras una
palabra saldrá una línea, mientras que si se planta una línea obtendrás un
párrafo. Si tus habilidades te dan para cultivar un párrafo generarás una
página. La página, bien abonada, dará a luz a un capítulo y de este obtendremos
un libro, del cual, con el debido tratamiento, nacerá una biblioteca.
El hombre, más
relajado, ante una sala expectante, continuó:
— La biblioteca, por
tanto, es hija del libro y nieta del capítulo; biznieta de la página;
tataranieta del párrafo; trastataranieta de la línea y cuadrinieta de la
palabra.
— La conclusión es clara
entonces —prosiguió el hombre. Como el evangelio de San Juan, capítulo 1,
versículo 1, establece que: “En el principio era la Palabra, y la Palabra
estaba con Dios y la Palabra era Dios”, las bibliotecas son una manifestación
directa de la presencia divina porque están repletas de palabras. Entrar en una
biblioteca es como si entráramos en un cielo terrenal, casi divino.
Escribir, leer y rezar pertenecen al mismo ámbito: el sobrenatural.
— El Nuevo Testamento
sigue diciendo que la Palabra es vida y luz, que estaba con Dios desde el
principio y fue el medio por el cual todo fue hecho. Más adelante se desvela
que “esta Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. La Palabra se
identifica con Cristo.
Dado su pequeño mitin,
el espontáneo orador pidió disculpas por la interrupción y se marchó, dejando
en el ambiente una sensación de sorpresa y perplejidad. Con el ánimo de
minimizar el incidente, Pepa, la presidenta, improvisó y le dio las gracias. El
acto continuó como si todo ese imprevisto hubiera estado preparado de antemano,
lo cual se situaba bastante lejos de la realidad.
***
A continuación, en
representación de los escritores intervino Hipólito Dávila, el cual disertó
sobre los alrededores de lo que significa escribir.
Comenzó sus palabras
haciéndose esta sencilla pregunta: ¿Qué es escribir? ¿Por qué y para qué se
escribe?[2]
Advirtió que su respuesta correspondía con una síntesis de lo escuchado, leído
y reflexionado. Habló así:
“Escribir es una compleja
realidad que nació de lo más profundo del ser humano en las primitivas raíces
de los tiempos. Su complejidad va pareja con la misma naturaleza de la acción,
ya que representar con unos signos ideas, sentimientos, conocimientos,
enfermedades, dudas etc… y transmitirlos, requiere tiempo y habilidades
extraordinarias que evolucionen positivamente hacia el objetivo. En el mundo
hay más de 7.000 lenguas vivas, pero solo entre el 1 y el 3% han desarrollado
formas estables de escritura que son utilizadas ampliamente. Existen miles de
idiomas hablados, pero la diversidad de sistemas de escritura es mucho menor,
apenas un par de cientos: simplemente porque hablar es mucho más sencillo que
escribir. Otro matiz que hay que tener en cuenta es que hablar es una acción
que se realiza —normalmente— en colectivo, en presencia de otras personas o con
otras personas. Sin embargo, escribir requiere mayor concentración y un
adecuado escenario; no diré la soledad, pero sí hace falta cierto recogimiento.
Escribir es una acción más íntima, más personal, mientras que hablar es una
actividad social, aunque a veces a uno lo pillen hablando consigo mismo”.
Hipólito mantuvo la
palabra y continuó:
“Son muchos los
escritores que se han preguntado lo mismo que nosotros y las respuestas se repiten.
He aquí algunas de ellas:
Escribir es una lucha
contra el olvido, la pérdida, el paso de los años y la limitación de la vida.
Es una forma de resistir, de sobrevivir, de perpetuarse. Cuando la realidad o
las preguntas nos abruman, buscamos refugio en un papel y un lápiz, lo que nos
permite explorar otras realidades y empatizar con “otras vidas”. Escribir
relaja el interior; en cierta forma es un juego que distrae, pura terapia. Está
comprobado que sana heridas y limpia la mente. El papel y el boli son objetos
mágicos que favorecen ejercitar la imaginación, igual que el cincel y el
martillo o un lienzo y un pincel. Redactar es transformar lo efímero en algo
concreto que viaja por el tiempo y por el espacio. A la vez es sendero que
conduce a tu interior, porque refleja una forma de buscar y buscarse. Escribir es
expresión y comunicación. Es viajar, abrir caminos y posibilidades.
Escribir, en fin, es
un acto vital de humanidad que da cierto sentido a la fragilidad de la
existencia y amplia las posibilidades de conocer y conocerte. Escribir es una
especie de salvavidas, un flotador eficaz en aguas tenebrosas.
Esencialmente,
escribir es una introspección en la que el papel o la pantalla actúan como un
espejo donde la imagen va fraguando con sucesivas reescrituras.
En definitiva,
escribir es sangrar por la herida que el lápiz y el papel han consumado, y es
una paradoja, pues cuanto más palabras viertes al exterior, más dependiente
eres de ellas, tu fortaleza aumenta y te anima a seguir derramándolas. Escribir
no deja de ser una estela que permanece después de haber pasado el barco, un
intento por conocer tu ser y tu estar, por diferenciarse y ocupar un sitio. Uno
se sabe efímero, y frágil, y lucha, vanamente, por perpetuarse. Finalmente,
escribir se encuadra dentro de los misterios. Otro más que las mujeres y los hombres
intentan descifrar.
En esta ocasión los
aplausos fueron más y más sonoros. Varias personas se pusieron de pie y
gritaron ¡Bravo, Hipólito! ¡Bravo!
***
Como invitado especial
la presidenta cedió el micrófono a Cándido Esdrújulo[3],
director del recién inaugurado Museo de las Palabras que comenzó su discurso
aclarando que su apellido fue un capricho de su padre, escritor aficionado
amante de las esdrújulas, lo cual le costó innumerables visitas al Registro
Civil.
Contó Cándido que su
querido padre era bibliófilo, es decir, un forofo coleccionista de libros que
los valoraba por su contenido y belleza. El caso de su madre fue diferente pues
era bibliómana. Sufría un trastorno obsesivo – compulsivo por coleccionar
libros, sin necesidad de leerlos. En ese ambiente, él había salido
bibliotecario. Después de graduarse en la Facultad de Psicopedagogía se
presentó a una plaza, como auxiliar, en la Biblioteca de los Libros Abandonados
y allí desarrolló su trabajo. En realidad -explicaba- esta biblioteca
funciona más como almacén. Es una nave enorme donde adoptamos, y fichamos, a
todos los libros que nos llevan. Tenemos una pequeña sala de lectura —solo
cincuenta plazas— y funcionamos también como tienda de segunda mano. Bajo
pedido, exportamos libros a África, América y Asia. Evidentemente, la relación
de libros es accesible por internet. El país o institución que hace el pedido
solo paga los portes; los libros se distribuyen gratuitamente. En la venta directa
al público nacional, se cobra un euro por libro. Hay verdaderas gangas.
Cándido, en su
infinito amor por las personas y los libros, llegó a fusionarlos de tal manera
que, para él, cada persona alberga dentro una valiosa y complicada historia,
“aún más que un libro”— decía.
— Con seguridad, la
historia interior de cada uno es más profunda que su apariencia externa. La
portada de un libro es importante, pero para opinar, hay que leerlo. Igual
ocurre con las personas: antes de hablar de nadie hay que escanear su interior
o esperar que lo vierta.
Siguió contando que
cuando las autoridades decidieron crear el Museo de las Palabras contactaron
con él para ver si podía simultanear los dos trabajos. Aunque Cándido resumió
esta historia, la incluimos aquí con detalle para que los lectores se hagan una
mejor idea. Estas líneas son las que Cándido tenía escritas:
“El Museo de las
Palabras necesitaba mi supervisión, no mi presencia física. Era un trabajo que
podía hacer on-line. Habían nombrado una gerente y una auxiliar administrativa,
ambas con puestos fijos. Yo actuaría como supervisor y director artístico,
habida cuenta que manejar palabras era considerado un noble arte que enmarca la
fantasía, la realidad y la imaginación.
Desde el principio tuve
muy claro que el museo contaría con una serie de salas fijas, exposiciones
temporales, salón de actos, tienda de regalos, sala de lectura, etc. Entre los espacios
fijos consideré oportuno dedicar una sala a las palabras de la Biblia y del
Corán; otra al vocabulario de don Miguel de Cervantes; otra -compartida- por la
Real Academia de la Lengua y el Instituto Cervantes, como entidades de
promoción y defensa de las palabras en español. Fundamental sería la Estantería
de los Diccionarios donde tendrían cabida, en papel, los diccionarios de todo
el mundo. Cada uno de los 14 ordenadores -disponibles en la sala- contendría la
información de todos ellos. La Sala de los Refranes y los Proverbios, aparte de
los volúmenes correspondientes, sería enriquecida con piezas musicales en donde
los citaran. La suite de honor estaría dedicada -de forma permanente- al humor.
Se trabajaría en recopilar nombres de cómicos y sus correspondientes actuaciones
grabadas; obras de teatro que lleven a la risa; libros de palabras deformadas
con humor, como El Vocaburlario de José Luis Blasco, periodista local ya
fallecido. La obra, joya entre joyas del imaginativo juego de modificar
palabras y significados y de las posibilidades de imaginar. Lenguaje y ficción
en estado puro. Como guardián de la suite estarían los trabajos que José Luis
Coll desarrolló con su famoso diccionario.
Las exposiciones
temporales variarían su contenido con bastante frecuencia. A pesar del tremendo
trabajo que esto implicaba, se propuso que fueran mensuales, bimensuales o
trimestrales, dependiendo del tema y del interés suscitado. Habría una sala que
contendría libros que hablan de libros como por ejemplo “El infinito en un
junco” de Irene Vallejo o “La biblioteca de los sueños imposibles” de Lin Rina.
Contigua a esta funcionaría un proyector para ver películas basadas en libros,
es decir, obras literarias llevadas al cine. Allí estarían El Señor de los
Anillos (J.R.R. Tolkien); Orgullo y Prejuicio (Jane Austen) o Alicia en el País
de las Maravillas (Lewis Carroll) entre otras muchas. Otra sala que cambiaría
periódicamente era la dedicada a la prensa. En ella colaborarían todos los
periódicos del país”.
Todo esto era su
proyecto, pero la idea fundamental era buscar apoyos para crear un equipo de
personas inquietas y preocupadas por las palabras. Sus líneas estaban abiertas
a impregnarse de sugerencias, propuestas de mejora y exhaustivos análisis que
condujeran a la mejor instalación donde la palabra sería la reina.
Cándido Esdrújulo no
quería dejar pasar la ocasión sin hablar de su afición preferida: escribir a
mano. Empezó con una frase: “Escribir a mano es dibujar ideas, es dibujarte,
como si fuera un autorretrato”. En ese marco, continuó:
Desde la invención de
la imprenta —por Gutemberg en 1440— después de una gran controversia por
disputarse la gloria entre alemanes, franceses, italianos y holandeses— se dotó
a la humanidad de la posibilidad de escribir, al menos en la forma, con rasgos
despersonalizados.
Los variados e intensos avances hasta la impresión digital actual han dejado a Gutemberg en pañales, aunque su idea, su enorme y genial idea fue la gran madre de todo lo que vino después.
Escribir a mano es
primitivo y antiguo, pero a fecha de hoy lo considero una innovación y un
placer, una importante e innovadora faceta del desarrollo personal. El simple
hecho de poner unas letras en un papel en blanco es relajante, te identifica y aumenta
tu actividad cerebral. Solamente escribir despierta ya tus neuronas. Además, intentas
evitar errores y tachones y luchas por mantener la horizontalidad de las
líneas. Tener un bolígrafo -o una pluma- entre las manos es una experiencia tranquila
y entrañable que te permite un reencuentro con tu interior. Sin intención de
comparar ni de despreciar las ilustraciones hechas con ordenador, … ¡Que le
digan a un pintor —amigo de óleos— que pinte según los cánones de un programa!
Es indudable que el arte tiene infinitos caminos, pero la belleza de un
Velázquez o de un Goya —en mi opinión— no tiene parangón”.
Embelesado en su
propio discurso y pensando que la gente disfrutaría tanto como él, prosiguió
leyendo sus cuartillas:
“Emborronar un papel
con nuestra letra es una experiencia similar a la que pudo sentir el hombre o
la mujer de Altamira al plasmar un bisonte en la pared rocosa o Picasso creando
su don Quijote: las tres son obras originales, únicas. ¡No hay dos pintores iguales
ni tampoco dos caligrafías! La grafología en esto es determinante. Los rasgos
de tus letras, aparte de personalidad, marcan ideas, sentimientos, estados de
ánimo, creatividad, gusto por la estética, etc. ¡Hasta reflejan tu
subconsciente y tus deseos más profundos! En tus escritos está presente un ADN
gráfico irrepetible, el cual desaparece cuando escribimos las mismas ideas con
un Toshiba o una Underwood. Escribir a mano es un proceso más íntimo. Quizás
por eso lo hicieron muchos escritores y prefirieron mojar la pluma en un
tintero o dejarse guiar por una estilográfica, práctica que empezó a decaer
cuando el periodista húngaro László József Bíró, en 1938, algo cansado de las
dificultades de la pluma, inventó el bolígrafo.
Cándido Esdrújulo se
había preparado su discurso a conciencia. Sabía que se estaba extendiendo
demasiado, pero un impulso irrefrenable le impulsó a continuar. Estaba decidido
a terminar, así que persistió:
“Me encantan las
palabras caligrafía y manuscrito, porque ambos —por medio de libros y papeles—
dan cuerpo y perfil a singulares obras de arte que resultan atractivas por su
impecable belleza. Como el fuego, el mar o las cambiantes dunas de un desierto,
es relajante observar el punto flotante de la “i”, la ligera inclinación de la
“l”, las barriguitas de la “g” o de la “p” o los puentecitos de la “m” y la
“n”. ¿Qué decir de la fuerza de la “z” o del derecho de primogenitura de la
“a”? ¿Y la suerte que tienen las letras gemelas de ir siempre por parejas para
que diferenciemos “un carro” de lo “caro” y una “llama” de un “lama”?
Entrando en otra
conexión, siempre me molestó la nefasta diferenciación entre letras y números,
ya que ambos son pilares de todas las culturas y su relación es íntima, casi
amorosa diría. En todos los alfabetos del mundo letras y números son dibujos,
líneas, trazos, siluetas. ¿Hay mucha diferencia entre inventarse la “m” o un
“3”? ¿Y entre un cero y la “O”? ¿Y entre la “B” y un “8”? La “x” [equis] la
utilizamos para multiplicar y los dos puntos, “:”, para dividir. A los lados de
un triángulo las matemáticas los suelen llamar a, b, y c, dejando las
mayúsculas A, B, C, para sus vértices opuestos. Eso sí, cuando el triángulo es
rectángulo podemos encontrarnos con “c”, “c’” y “h” para nombrar los catetos y
la hipotenusa. X, Y y Z siempre serán incógnitas y, curiosamente, la letra “h”
la hemos elegido para nombrar la altura de una figura plana o de un cuerpo
geométrico, palabra que no la lleva. La abstracción es fantástica pues una “V”
con visera se lee como raíz cuadrada y una “S” estirada simboliza una integral.
A todo esto añadimos la
paradoja de diferentes números que se nombran con letras: El “número e” =
2’718281828459…, es la base de los logaritmos neperianos. El “número pi” =3,1415926535…
sale de la relación constante entre la longitud de la circunferencia y su
diámetro. Arquímedes de Siracusa fue el primero en calcular su valor y Euler lo
popularizó como π siglos después. Respecto al “número áureo”, fi en griego, φ =
1,6180339887498…, se obtiene como una proporción entre dos segmentos de una
recta, es decir, una construcción geométrica. Tanto e, como π, como φ son
números irracionales. Aparte queda el casi mágico “número i”, que nace del
análisis complejo y del álgebra. Se define por “i2= —1”.
Escribir hoy a mano
números y letras pone de actualidad el antiguo oficio de escribano que daba fe,
por medio de escrituras, de actos que se desarrollaban ante él. Atrás quedan
también la redacción de cartas y testamentos. Hoy día las nuevas tecnologías nos
permiten escribir con la voz. Su posible generalización acabaría con el uso del
papel y la posibilidad de escribir del ser humano. Para mí sería una grave
pérdida: los seres humanos no tendrían letra. Reclamo la letra de cada uno de
nosotros como Patrimonio de la Humanidad, antes de que sea demasiado tarde.
Muchas gracias por su atención.
Esdrújulo pidió
disculpas por haberse alargado más de la cuenta. Pepa dio por terminado el acto
e indicó a los invitados que era hora del merecido aperitivo. Los camareros
tenían ya preparada una primera ronda de bebidas con unas aceitunas y unos
taquitos de queso.
Y ¡por fin!, el sorteo
Un cincuentenario que
se precie debe tener una buena comida. Los Amigos de los Libros no escatimaron recursos
para estar a la altura en una celebración tan histórica como esa. Así que
corrió la bebida y hubo muy buenas rondas de exquisitos productos.
Los asistentes comieron
y bebieron a su antojo en medio de un ambiente relajado y familiar. Ya en los
postres, Pepa, la presidenta, indicó que como colofón de aquella magnífica
jornada se iba a proceder a un singular sorteo.
Pepa explicó que como
asociación se recibían regalos. Aclaró que, la mayor parte de ellos eran acordes
con nuestros fines. La Junta Directiva, con buen criterio, había decidido
sortear los regalos entre los socios, aprovechando el evento de los 50 años de
historia.
Se repartieron varias
listas donde los socios aparecían numerados. Previamente —para ganar tiempo— se
trajo preparado un bombo de bingo que contenía 89 números, que era el total de
socios que tenían actualizada su cuota anual. Número sacado no regresaba al
bombo, lo que significaba que a un socio solamente podría corresponderle un
premio. Pepa solicitó la presencia del socio-secretario para que actuara como
supervisor de todo el proceso y diera fe de que allí no había ni “trampa ni
cartón”, dicho que da a entender que algo es legítimo, sin engaños ni trucos.
El dicho está vinculado con el teatro y con la caza. En el primer caso, la
“trampa” es un truco escénico y el “cartón”, el material de falsos decorados.
En el segundo, hay autores que refieren que un antiguo sistema de caza ha sido
cubrir las trampas con cartón para engañar así a los animales.
Ayudándose
del micro, Pepa solicitó la presencia de Ángela, única niña presente en el
evento, para que una mano inocente diera vueltas al bombo. La Directiva no cayó
en el detalle de que el sorteo se iba a celebrar en el Teatro Mágico y que allí
podría ocurrir cualquier cosa.
El
primer regalo consistía en una caja de diez libros, todos del siglo XXI, en excelente
estado. Ángela giró el bombo por primera vez. Paró. Entregó la bolita al
secretario y este cantó: “Número treinta y tres”. Los socios que tenían la
relación leyeron el mismo nombre. El afortunado era el abuelo de Ángela. Ligero
rumor en la sala. Foto para la historia con su nieta y la presidenta.
El
vicepresidente anunció el segundo premio. En esta ocasión se trataba de un
grueso diccionario de la Real Academia de la Lengua. Mirando a la sala dijo:
— Todo está en internet,
pero el gustazo de utilizar papel es muy satisfactorio. A ver, Ángela, unas
vueltecitas al bombo.
— Número cincuenta y
ocho —comunicó el secretario.
Felisa no pudo
contenerse y gritó: ¡Soy yo, soy yo! Pepa, la presidenta, se quedó estupefacta.
En esta ocasión la premiada era la madre de la niña. Al percatarse del vínculo,
sin darle importancia, comentó por el micro: ¡Vaya tela! ¡Qué familia más
afortunada! Entregó el premio el vicepresidente. Foto del mismo acompañado por
la niña y su madre.
Y
vamos a por el tercero —comentó el secretario. En este caso es un fabuloso
poster, enmarcado, de la película “La ladrona de libros”. Un cuadro que quedará
precioso en el dormitorio de los niños o en alguna salita destinada a despacho.
A ver, a ver, Ángela y su manita, ¿Hacía donde se dirige la suerte ahora? La
niña sacó la bolita y directamente anunció el quince. Había pasado de cargos
directivos. El secretario, mirando la bolita, confirmó el número:
“Efectivamente, tenemos el quince”. El afortunado —sigue diciendo— es el socio
Leal Caballero, Francisco, que… curiosamente… el secretario titubea un poco… se
para, la gente espera, es, es… el padre de Ángela y marido de Felisa, la afortunada
del segundo premio. ¡Pero bueno… es increíble! Va a resultar que la mano de
esta niña no es tan inocente: solo saca bolitas de su familia. Foto de rigor:
dos miembros de la directiva, niña y familia premiada. Felisa cogió el
micrófono y sintió la necesidad de aclarar:
— Nunca nos había tocado
nada. Debe ser que la suerte estaba esperando un evento como este. Si alguien
quiere sustituir a mi hija en el bombo, ahora es el momento.
— Felisa, respondió la
presidenta— la chiquilla lo está haciendo muy bien. El azar es muy caprichoso.
Dejémoslo fluir. Las sorpresas son jugadas del destino.
Un grupo de socios se
mostró de acuerdo y propuso un aplauso para Ángela:
— Venga Ángela vamos a
por el cuarto.
Ahora el premio es un
juego de seis copas de vino tinto. La expectación es total. La gente se lo
estaba pasando muy bien. Silencio atronador. De fondo, solamente se escuchan
las bolitas rodando por el interior del pequeño bombo. El secretario, con un
rápido movimiento, le quita la bolita a la niña. Esta no dice nada, pero lo
mira con cara de pocos amigos. La voz del directivo resuena en el ambiente:
“Amigos ha salido el treinta y siete, tres - siete” y la afortunada es… ¡Pepa,
la presidenta! La gente no se lo puede creer. Los miembros de la Junta
Directiva se miran con cara de ¡tierra trágame!
El
tesorero —invisible hasta ahora— se levanta y toma la palabra.
— Está claro que las
musas de este Teatro Mágico están jugando con todos nosotros. Estas
coincidencias solo se producen una vez en la vida. Mis compañeros de la
Directiva y yo estamos desconcertados y sentimos enormemente que los premios no
recaigan en cualquiera de ustedes.
— Me sumo a lo que dice
nuestro tesorero —intervino Pepa. Personalmente, renuncio a mis copas de vino y
ruego que se sorteen otra vez.
— No me parece justo lo
que propones —respondió el socio Rafael Escribano. La suerte es la suerte y las
copas son tuyas. Lo que está ocurriendo es lo que tenía que ocurrir. ¡Las
excepciones también existen!
El siguiente premio era
cuatro entradas para un espectáculo flamenco, donado por la Federación de
Peñas, anunció el secretario. Venga Ángela, sorpréndenos y que le toque a
alguien menos conocido. La niña daba vueltas y vueltas a aquel bombo y más
vueltas y otra vuelta… como si tuviera miedo de parar. Alguien del público le
gritó:
— Ángela, para ya, que
nos van a dar las uvas aquí!
La niña paró. Pepa
tomó el número y dijo: “El siete” … a ver, a ver… Se oyeron voces al fondo de
la sala. De allí emergió la figura de Amancio Bravo, la persona más protestona
del mundo y la más exigente. Por una vez puso su mejor cara y recogió sus
tiques. De vuelta para su sitio pidió silencio al público y, en voz alta, dijo:
“Yo solo necesito dos entradas, si a alguien le interesan las otras dos se las
puedo vender”.
Como si tuviera un
resorte en el trasero, se levantó el vocal de viajes y expresó que no le
parecía bien vender lo que las Peñas nos habían regalado. Amancio se revolvió
con rapidez y le respondió:
— A ver, tesorero, dime:
¿de quién son las entradas?
— Evidentemente tuyas
—afirmó el ángel custodio del dinero.
— Pues si son mías, haré
con ellas lo que me dé la gana. Lo único que faltaba que me digáis lo que tengo
que hacer con mis cosas. A este paso, ¡No sé a dónde vamos a llegar! ¡Un poco
de respeto, por favor!
— ¡Punto final! —zanjó
la presidenta.
El sorteo siguió.
Ahora le toca el turno a una fantástica mochila regalada por una agencia de
viajes. Estamos en el penúltimo regalo —prosiguió Pepa.
Manivela, bombo,
bolita, manita y el secretario diciendo: “Ochenta y dos”. La estela de personas
premiadas había cogido un rumbo que no pensaba abandonar. La mochila fue para
el querido expresidente que dirigió la asociación con mucho éxito durante
veinte años. Seguía la racha de gente conocida.
Y
llegó el último sorteo. Se trataba de un ejemplar titulado “Incunable. La
imprenta llega a España”, editado por la Biblioteca Nacional en el año 2022,
con texto de Fermín de los Reyes Gómez, en el 550 aniversario de la llegada del
invento a España. El proceso siguió los cauces previstos y terminó adjudicando
el libro a la socia número 13, cuñada del secretario.
Las
malas lenguas dijeron que los sorteos estaban invisiblemente amañados. La
relación de premiados era inexplicable. Algo insólito.
Premiados, premiadas y
Junta Directiva se hicieron una foto final como recuerdo. Detrás, en el fondo,
por el juego de luces, apareció la imagen clara de un duende sonriente con cara
de travieso. Entre lo ocurrido, y lo visto en la foto la gente empezó a comentar
que habían asistido a un intrigante y asombroso sorteo en el Teatro Mágico. Un
espectáculo inaudito e irrepetible que solo se puede ver una vez en la vida. Nadie
se percató de que un fantasma de carne y hueso había pintado con pintura
magnética transparente determinadas bolas. El pequeño cubilete que las recogía
ajustado en el bombo, en realidad, era un imán de neodimio. Una vez metidas en
el bombo, las bolitas pintadas no tenían escapatoria. Toda la operación —indetectable
a simple vista— fue un experimento organizado por Jorge, marido de la
presidenta, propietario del mágico bingo y experto en biopinturas, pinturas
fotocatalíticas y materiales autorreparables. En el ambiente del salón quedó
flotando una nebulosa de dudas y de sospechas. ¡Eran demasiadas las
coincidencias!
El edificio multiplicó
su magia.
En la mesa
presidencial, Pepa, en voz baja y con precaución le dijo a su marido:
—¡Júrame que tú no has
tenido nada que ver en esto ¡
Jorge no respondió. Se
limitó a mirarla, bajó los ojos y sonrió.
—Tengo que ir al
servicio. Ahora te busco.
[1] Antigua
ciudad griega, actualmente en Turquía, frente a la isla de Lesbos. En su
antigua acrópolis alberga valiosas ruinas que la situaron como una de las urbes
más brillantes y potentes del imperio de los Atálidas.
[2][2] Para personas muy interesadas existe un volumen
titulado ¿Por qué escribo?, cuyo autor es Jesús Ruiz Mantilla, periodista en EL
PAÍS, 2011. Se trata de una recopilación de respuestas de 50 autores a esa
pregunta tan básica. Muy interesante.
[3]Esdrújulo
no era ningún apellido. Es un término que viene del italiano sdrucciolo, derivado de sdrucciolare, (resbalar o
deslizarse). Se refiere a las palabras cuya acentuación cae en la antepenúltima
sílaba (como p. e. "esdrújulo" o "cántaro"), y se les llama
así porque se "resbalan" hacia atrás en la pronunciación. En
español siempre se tildan.


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