16 febrero 2025

Penélope y Pompilio

 

Atardecer. Pantano de la Colada (Diciembre, 2024)

               Pompilio anheló siempre ser una gaviota, pero -por su amor a Penélope- aceptó recorrer senderos de la tierra para poder así gozar de sus encantos. Renunció a vivir en el aire, a pescar en el mar y fue un feliz terrícola. Más, al pasar el tiempo, los vuelos circulares de un apuesto buitre causaron embeleso fascinante en Penélope y esta quedó cautiva. Pompilio, ya no podía volar. Sus alas eran torpes y su cuerpo pesado. Le faltaba costumbre. Había sido reducido a lo práctico, domesticado en la importancia de lo terrenal y en lo banal del aire. Pasó el resto de su vida observando los altos vuelos del buitre que no dejaba de dar vueltas. Mientras, él serpenteaba los caminos. Las motas de polvo taponaban su piel, irritaban sus ojos y empañaban su mente. Una Penélope hechizada no dejaba de mirar hacia arriba.

               -¡Es el amor, estúpido! ¡Cupido es caprichoso!-, le dijo una paloma.

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