Silvestre estaba supercansado de que le hicieran algunas sugerencias y que le atosigaran con frecuentes consejos. Todos iban en el mismo sentido. Desde que se jubiló, la gente que lo rodeaba no paraba de decirle: ¡Disfruta! ¡Tienes que aprovechar ahora que tienes salud y tiempo! ¡Has de darle salida a tus deseos, ya no tienes edad de reprimirte! ¡Conoce mundo! ¡Viaja! ¡Hay que apuntarse a todo! ¡Has de exprimir los días! Él escuchaba con estoica paciencia todas aquellas proposiciones y durante callados años no entró en aclaraciones ni explicaciones, pero esas continuas y repetidas advertencias desataban en su ánimo una notoria tempestad de diferencias. La mayor parte de las veces se quedaba con ganas de objetar, pero algo le decía que era mejor callarse.
Para Silvestre
el mundo de hoy en día era vértigo, rapidez, apresurados cambios sociales,
innovaciones técnicas, adelantos científicos, stress y persistentes y activos
movimientos en todos los aspectos. Ese incesante ir y venir le producía una
negra congoja y un gris desasosiego. A lo largo de su vida, había dedicado largas
horas a la introspección. Meditar, reflexionar, abstraerse, observar, releer y
escribir habían sido sus puntos fuertes. A veces dialogaba con una trascendencia
que no entendía del todo. Era un hombre tranquilo que saboreaba cultivar el
espíritu, pero conocía la importancia y la necesidad de compartir su tiempo.
Así que la familia, la casa, salir con los amigos, viajar, pasear, colaborar en
proyectos colectivos, etc. formaban parte también de su menú vital. Siempre
creyó en los equilibrios, lo cual requería la presencia de una dualidad
armónica que posibilitara las palabras y el silencio, la derecha y la izquierda,
trabajar y el descanso, tener calor o frio, a sabiendas de que la virtud no es ningún
punto medio, porque hay asuntos en los que tienes que elegir, tales como la
libertad–esclavitud, el amor frente al odio, lo justo ante lo injusto, la paz
frente la guerra, la democracia frente a pseudodemócratas, respirar o morir.
Silvestre tenía claros unos valores y unas directrices. Era evidente que sus
criterios, sus códigos para entender la vida y seguir disfrutándola, no
coincidían con el surtido de indicaciones que brotaban desde las mentes e
inquietudes de sus personas próximas. Cada cual, a lo largo de la vida, se
había forjado unos métodos, unas maneras de invertir el tiempo, unos caminos
para subir montañas. Cada cual tenía sus herramientas. Silvestre comparaba a
las personas con orzas, con tinajas o con cántaros. Cada uno de ellos tiene una
forma, un material de construcción, un tamaño y cada cual se llena de un
contenido o contenidos diferentes. A las personas nos ocurre igual, aprendemos
a ritmos diferentes asuntos muy distintos porque filtramos diferente. Lo que a
uno le gusta, para otra persona es una tontería. Igual ocurre con las
preocupaciones, inclinaciones o con la fruta fresca. Los artesanos que dan forma a los humanos, y llenan nuestra oquedad como
vasijas son los fracasos, los éxitos, las experiencias, los libros, las
creencias y, sobre todo, el ejemplo de las personas que nos rodean. A su vez,
todos los contenidos interactúan entre sí, dando lugar a contenidos nuevos que
a veces nos sorprenden. La interacción del hombre con sí mismo y con el
universo –sea próximo o lejano- es la piedra angular de nuestra vida. El
interior del hombre y la mujer es complicado y cambia. Cada grano que cae en el
reloj de arena, salvando las distancias, configura el espíritu.
Un día
Silvestre, quizás por el brusco cambio de tiempo, ante las persistentes
consignas de su amigo Torcuato “tienes que disfrutar”, “tienes que aprovechar
el tiempo” le preguntó:
- ¿Y
quién te ha dicho a ti que no estoy disfrutando? ¿Tú crees que no aprovecho
bien el tiempo? ¿Piensas que no le doy salida a mis deseos? Pero ¿En qué mundo
vives? te pregunto yo a ti. Porque, vamos a ver, ¿Qué es aprovechar? ¿Qué es
conocer el mundo y cómo se disfruta?
Torcuato se
fue a la RAE y encontró: “Aprovechar: emplear útilmente algo, hacerlo rentable
o sacarle el máximo rendimiento”. Sobre disfrutar leyó que se puede disfrutar
de una amistad, de una buena comida, de un viaje o del desarrollo de una
destreza (escalar, escribir, cocinar, cultivar un huerto, pensar, etc).
Silvestre,
no pudo más y le espetó: ¿Has comprendido lo que has leído? ¿No ves las
infinitas posibilidades que la vida te ofrece? Como decía el torero ¡Hay gente
pa tó! Hay personas que disfrutan mientras ven una película, otras con la
lectura de un libro, casi todas sirviendo a los demás y algunas otras
practicando yoga. Las hay que se relamen tomando una cerveza o tienen por
pasión ejercer en política. Cada cual aprovecha su tiempo como mejor lo cree y no existe
una opción que sea mejor que otra. Tu decisión es la mejor para ti, para llenar
tu cántaro o tu orza. Tú eliges el cómo, el qué y el cuándo y no hay que
empujar a la gente ni a tus actividades ni a tus pasiones. Tampoco a tus
inclinaciones políticas o religiosas. Entiendo que uno se manifiesta, se deja
ver, comparte y se pone a andar. Cuando te das cuenta tienes acompañantes que
dejan huérfana a la soledad. Dejas de ser individuo para ascender a grupo. El
amor es la libertad de vivir acompañado, dijo don Gabriel G.M.
Torcuato rebatió
que algunos son unos ensimismados de sí mismos, que no comparten nada ni se
asoman a ninguna ventana que no sea de su casa. ¡Hay que zamarrearlos para que
se despierten! Son unos narcisos reconcentrados.
- Como
te he dicho tiene que haber de tó, le contestó Silvestre. El ermitaño debe
estar en su ermita, el jugador de fútbol ha de tener equipo y al militante
político lo arropa su partido. Buscar es una decisión personal. El encontrar es
patria compartida entre el azar y tú. Con frecuencia, el camino se muestra más dichoso
que la meta. Cada cual tiene que recorrerlo con sus pros y sus contras.
Normalmente es quebrado, aunque para mí, tengo que matizar que mis escasos
hallazgos no son mis soluciones, sino la convergencia de los descubrimientos de
todos aquellos con los que me crucé y compartí. Por fortuna, creo que ni la
verdad ni la felicidad gozan de una ubicación única. Ambas suelen ser
caprichosas y no abrigan geografía conocida.
Torcuato,
ante tal avalancha, manifestó que para él aprovechar era estar siempre fuera de
su casa, viajar, salir, pasear, buscar amigos en países remotos, probar sabores
nuevos, ir al cine, al teatro, conferencias, reuniones, conciertos, senderismo, deporte, etc. y que
no pensaba dejar de hacerlo pues de sobra sabía que llegará una época en la que
todo eso sería imposible. Tenía que acumular vivencias, situaciones, nuevas
sensaciones…Además es mejor no pensar. El movimiento me da vida, afirmó.
A veces el tiempo se convierte en una pesada digestión. Si esa es tu forma de digerirlo, todo irá bien, le respondió Silvestre. Lo importante es que extiendas tus alas y te des cuenta de lo alto y lejos que puedes volar.
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