Él miraba la previsión del tiempo cuando ella se sentó a su lado. Ni siquiera levantó la cabeza. Absorbida su mente por la pantalla multicolor brillante siguió indagando en el pronóstico y con un hola interruptus respondió a la llegada de su mujer. Eran las siete de la tarde de los primeros días de septiembre. El calor había amainado un poco y esa parte del día se transformó en un espacio temporal agradable.
-Permíteme un momento, por favor. Enseguida termino. Parece que va a
refrescar, aclaró Telésfono con sus pupilas centradas en la pantalla.
- No te preocupes. Termina.
La camarera llegó. Sole pidió un
café con leche: el solo no la dejaría dormir. Necesitaba algo que le
reconfortara un poco pero que no la estimulara demasiado.
El móvil de Telésfono, su marido,
comenzó a emitir los típicos pitidos de recepción de mensajes. Uno de los siete
grupos a los que pertenecía, por alguna razón, seguramente poco importante, había
despertado y estaba muy activo.
-Esta gente…son horrorosos. Con el asunto de la próxima comida están
imposibles. A ver si se ponen de acuerdo en el día y en el sitio. Yo comería
donde siempre, comentó con voz baja.
Soledad no dijo nada. Sabía de
sobra que irían a Casa Juan, donde siempre, y seguro que sería el jueves a
medio día.
Telésfono continuó toqueteando la
pantalla y dijo:
-Les voy a enviar un par de fotos a mis padres de la comida de cumple
que tuvimos el finde. El problema es que con tanta foto como hicimos no sé
cuáles mandarles.
-Las mejores son las que estamos todos… esas que salen con los niños
sentados delante y ellos están sonrientes, en el centro.
El comentario fue para él un
soplo de libertad. Rápidamente interpretó la frase como un permiso que Soledad
le daba para seguir navegando. Antes
buscaré en Questmail porque quiero saber por dónde anda el paquete de las
cremas que compré hace unos días. ¡Me dijeron que era cuestión de horas!
Telésfono, encorvado, escudriñaba
cada rincón de su pantalla. Increíblemente podía hacer dos cosas a la vez:
Hablar con su esposa y mantener conversaciones o búsquedas por el móvil. El
aparato le avisó que debería activar la ubicación para un mejor funcionamiento.
-¡Qué suerte!, comentó. Tengo un mensaje y me informa de que mis cremas
depilatorias refrescantes vienen por Andújar. Total mañana estarán en casa. ¡Esta
gente es muy formal!
Soledad sorbió el café con cierto
placer mientras miraba al infinito. Viajaba por Roma recorriendo mentalmente el
reciente viaje que había compartido con unas amigas. Lo habían pasado genial
excepto los momentos de decidir restaurante al medio día. La inseguridad ponía
bastante nerviosas a las tres: este es caro, el otro no tiene buena pinta, este
está casi vacío, aquel tiene pocos platos en la carta, este es bueno pero hay
que esperar, hay uno buenísimo pero no encuentro la calle … Soledad se reía
porque al final se metían en cualquier sitio para tomarse una simple pizza que,
por cierto, siempre les sentó de maravilla con sus correspondientes copitas de Chianti.
En esas andaba Sole cuando el marido le preguntó:
-De qué te ríes?
-De nada, dijo ella. Sole siguió: deambulaba por la Fontana de Trevi.
Soñaba con ver su rostro reflejado en la lámina de agua rota por una pequeña
cascada lateral.
Mientras tanto, el hombre había
entrado en la galería de fotos familiares intentando buscar las más adecuadas
para sus padres. Su dedo índice cambiaba de pantalla dos veces por segundo. Las
fotos parecían perseguirse dentro del móvil. Ninguna le gustaba. Al final
retrocedió y marcó las tres primeras. Estas servirán, pensó.
Soledad había terminado su café.
Miraba a la gente pasar y se fijó en dos niños pequeños que jugaban con una
enorme pelota. Los chiquillos se movían con inseguridad pero lo hacían con
decisión para intentar apresar esa flotante y enorme burbuja de aire comprimido
por el plástico. Al ser tan grande les resultaba imposible retenerla, por eso,
cuando la tocaban, la pelota se desplazaba por el simple contacto con unos bracitos
que no podían abarcarla. En realidad, la bola iba un poco a su bola y cumplía a la perfección su función de rodar y moverse
con saltos imprevistos marcados por un azar caótico. Ese era su principal
atractivo.
Telésfono hablaba ahora por el
móvil con una compañera del trabajo. Él era vendedor en unos grandes almacenes
y su compañera le solicitaba un cambio de turno porque le había salido un viaje
inesperado. Le pedía por favor que le hiciera el próximo sábado, turno de tarde
/noche. La compañera había hablado ya con el jefe de la sección y si Telésfono
accedía al cambio, la empresa no pondría ningún inconveniente.
- Cuelga y te contesto por whatsapp. Lo consulto con Sole.
Soledad estaba contemplando como
dos gorriones se disputaban un trocito de pan que estaba caído en el suelo.
También saltaban por las mesas – ahora vacías, sin clientes - y comían las
miguitas que permanecían sobre ellas sin recoger. Esos revoloteos, esos
picoteos, esas peleillas y algunos píos emitidos por los pájaros la
transportaban al paraíso de las emociones infantiles cuando con sus padres iba
al parque y compartía su bocadillo con las palomas.
-Pepa necesita que le cambie el turno el sábado…le ha salido un viaje.
Yo haría la tarde, manifestó Teles.
-Si tú lo ves conveniente, por mí no hay problema, respondió
lacónicamente Sole.
Con mucho afán Telésfono volvió
al móvil. Buscó a Pepa y le comunicó que aceptaba el cambio. El emoticono del pulgar
levantado confirmaba su decisión.
Estaba en ello cuando el grupo de
whatsapp de amigos de los viajes llevaba unos minutos movilizado. Anselmo “el
bueno” – así lo tenía identificado en el móvil – que había tenido un nieto hace
unos días mandaba un par de fotos. Los comentarios empezaron a acumularse:
- Es un “Anselmito auténtico”¡Genial!
-¡Qué bonito!
-Me encanta, se parece al abuelo.
-Me sumo a todo lo anterior ¡Es una preciosidad!
-Es muy guapo. Se te parece de la nariz para arriba.
- Que lo disfrutes mucho. Seguro que eres un abuelazo.
Soledad mantenía el tipo leyendo
el periódico. Pasaba las hojas parsimoniosamente pues no quería que se le
terminara. ¿Qué haría después? No le gustaba mucho la política pero leyó un
artículo sobre la posibilidad de un adelanto electoral y otro bastante
desgraciado sobre la recuperación de la Memoria Histórica. Siempre pensó que
había muchas memorias. El uso del artículo “la”, determinado singular, en este
caso, no le encajaba en su mentalidad. Luego se empapó de la crónica local,
siguió con un vistazo a los deportes e intentó hacer el sudoku – se le daban
fatal – después de haber terminado el crucigrama. Colocó el diario encima de la
mesa, se puso en pie, tiró hacia abajo de su la falda, como queriendo
estirarla, y decidida le dijo a su marido:
-Te espero en casa.
-Voy a mirar la cartelera de los cines y ahora voy para allá. Hace
tiempo que no vemos una peli en pantalla grande. ¡A ver si ponen alguna cosa
buena!, esgrimió Telésfono.
-Como quieras.
Telésfono no tenía ni idea de la
película que podían ver así que revisó la cartelera de arriba abajo: leyó
títulos, analizó resúmenes, preguntó a su sobrino,…. Había pasado casi hora y
media y prácticamente sus ojos no se despegaron del cristal de la pantalla.
Estaba ensimismado, ausente, abducido,… sumergido después de tanta navegación y
tanto pantallazo. Se levantó, pagó la cuenta y cabizbajo y desconectado se
dirigió a su casa.
Al llegar Sole le preguntó: ¿Has visto alguna peli de interés?
Entré en la cartelera del multicine y una peli me llevó a buscar la
vida de Audrey Hepburn. Sin saber muy bien cómo me tropecé con la letra de Moon
River, de allí pasé al alunizaje de los astronautas y terminé buscando vida en
el Sistema Solar. Sí, he visto bien la cartelera pero no tengo claro la peli
que podemos ver….además me enredé con la red y casi olvido lo que estaba
buscando. Se me ocurre que podemos entrar en Panflex Series e investigar alguna
que sea buena.
Déjalo. Prefiero leer un poco.
En ese instante Telésfono recordó
que llevaba un par de días sin entrar en Armsbook así que se puso manos a la
obra. Al terminar buscó su otro teléfono y disfrutó con la fotos de Momentgram
y el debate de Telefilm sobre los loros de Tasmania, luego el grupo de Go –
going de senderismo, después el de deportes de Sportlive,….. Soledad lo
observaba disimuladamente, no dijo nada y continuó sumergida entre las páginas
del libro. Se quedó dormida en el sofá y cuando despertó su marido seguía con
la pantalla reflejada en sus gafas.
Me voy a la cama. Buenas noches.
Terminaré de ver las últimas noticias sobre la evolución del virus en
la India. Mi amiga Elefantina tiene pensado ir. Le comentaré algo.
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